CAPITULO II DERECHO A LA VIDA1/ A. Consideraciones Generales Este
cap�tulo se contrae fundamentalmente a los sucesos ocurridos a partir del 9 de
septiembre, a ra�z del ataque iniciado ese d�a por el Frente Sandinista de
Liberaci�n Nacional contra diversos destacamentos de la Guarida Nacional.
Desde luego, esto no implica que se desconozcan las numerosas denuncias
de violaciones al derecho a la vida recibidas por la Comisi�n, acontecidas con
anterioridad a esa fecha, las cuales siguen el tr�mite correspondiente.
Con todo, dad su especial gravedad, tambi�n se ha considerado la situaci�n
que en a�os recientes ha afectado a numerosos campesinos desaparecidos. Por
razones de metodolog�a y claridad narrativa se ha decidido distinguir en este
Cap�tulo las siguientes circunstancias, a saber: 1. Muertes ocurridas durante los combates y bombardeos. 2. Muertes y otros hechos ocurridos a personal de la Cruz Roja. 3. Muertes ocurridas posteriormente, durante la llamada �Operaci�n Limpieza�. 4. Muertes ocurridas despu�s de terminadas las hostilidades. 5.
Situaci�n de los campesinos desaparecidos. B.
Muertes ocurridas durante los combates y
bombardeos Con
el inicio de la lucha armada, el s�bado 9 de septiembre, se desencadenaron en
las m�s importantes ciudades de Nicaragua intensos combates que duraron varios
d�as. Como sucede en todo conflicto armado de tal magnitud, ambos
bandos, es decir la Guardia Nacional y el Frente Sandinista, sufrieron p�rdida
de vidas, as� como un considerable n�mero de heridos2/.
Las bajas de los contendientes ocurrieron como resultado de los combates
callejeros, as� como de los bombardeos a�reos y del empleo de artiller�a
pesada por parte de la Guardia Nacional. La
Comisi�n, claro est�, deplora la p�rdida de cualquier vida humana, sin
importar las circunstancias que la causaren.
Pero resulta evidente, a la vez, que en lo que concierne a este
fundamental derecho a la vida, las partes contendientes tienen el deber de
respetar a la poblaci�n no combatiente y que, por lo mismo, se encuentra en
estado de indefensi�n para salvaguardar su vida.
Tal debe, como se explicar� en esta secci�n, no fue cumplido por la
Guardia Nacional. El
m�s, el Gobierno de Nicaragua asumi� la solemne obligaci�n de respetar las
normas internacionales del derecho humanitario, consagradas especialmente en la
Convenci�n de Ginebra sobre Protecci�n de las Personas Civiles en Tiempo de
Guerra, suscrita el 12 de agosto de 1949, la cual es tambi�n aplicable a los
conflictos armados sin car�cter internacional 3/,
y que Nicaragua ratificara el 17 de diciembre de 1953. 4/ Antes
de su llegada a Nicaragua, la Comisi�n recibi� numerosas comunicaciones en las
cuales se alegaba que un gran n�mero de muertes, de heridos, y de p�rdidas
materiales entre la poblaci�n civil, se debi� al indiscriminado uso por la
Guardia Nacional de los bombardeos a�reos y la artiller�a pesada.
Con el objeto de investigar estas graves denuncias, la Comisi�n se
traslad� poco despu�s de su llegada a las ciudades que hab�an sido m�s
afectadas por los combates, Estel�, Le�n, Masaya, Jinotepe y Chinandega. La
Comisi�n recorri� amplia y detenidamente distintos sitios en cada una de esas
ciudades, hablando directamente con los moradores de esos lugares y visitando
sus casas, y pudo constatar la magnitud de la destrucci�n efectuada por los
bombardeos a�reos y la artiller�a pesada, recibiendo abundantes e irrefutables
pruebas que ahora obran en sus archivos. A
t�tulo de ejemplo, se citan a continuaci�n algunos casos de los numerosos
recibidos, que sirven para ilustrar esta afirmaci�n.
Es importante se�alar que la Comisi�n investig� un buen n�mero de
estos casos, visitando el terreno mismo donde ocurrieron los hechos. En
Chinandega, la Comisi�n Especial recibi� el siguiente testimonio: �Era
jueves 14 de setiembre cuando los aviones comenzaron a disparar sobre nuestras
casas en el Barrio La libertad. Est�bamos
mi marido, mi hija de cinco a�os y yo agachados en una esquina de nuestra casa,
llorando y pensando que ah� nos mor�amos pues las balas y charneles estaban
destrozando nuestra peque�a casa de madera.
Decidimos salir y refugiarnos en un sitio seguro; salimos por la cocina,
mi esposo con nuestra hijo en sus brazos. Un
avi�n vol� muy bajo, parec�a que ven�a director a nosotros, y dispar� unos
cohetes, cay�ndole a mi ni�a en la espaldita y a mi marido que la llevaba.
Adonde yo mir� s�lo vi el coraz�n y tripas de mi ni�a; estaba
desbaratada, destrozada. Mi
marido camin� como 30 pasos, ya sin brazos, la sangre sali�ndole por todas
partes hasta que cay� muerte. Ten�a
una herida en el pecho; le qued� parte del cohete que volaba humo incrustado en
la pierna. La pierna izquierda s�lo
ten�a el hueso pelado. �Yo
quise levantar a mi ni�a pero estaba deshecha; estaba desesperada.
Corr� y busqu� un brazito y trat� de pon�rselo, trat� de entrarle
todo lo que se sal�a pero ya estaba muerta.
Era mi �nica hija, y me hab�a costado tenerla; y la vest�a para las
fiestas y la mimaba. No s� que voy a hacer, me voy a volver loca.� Un
informe, de 28 de septiembre, de un colegio religioso en la ciudad de Le�n,
dice as�: �D�a
13, mi�rcoles:
En la ma�ana, un avi�n de la Fuerza A�rea Nicarag�ense (FAN)
ametralla Le�n y en la tarde la ciudad es bombardeada con �Rockets� (cohetes)
desde el Fort�n de Acosasco dominante al suroeste de la ciudad.
El n�mero de refugiados supera el millar; incluso la capilla es
habilitada. �D�a
14, jueves:
A las 5 a.m. nace el primer ni�o en el dispensario.
A media ma�ana muere una alumna del �Manuel Ignacio Lacayo� en su
propia casa a consecuencia de una bomba lanzada por un helic�ptero FAN; como
muchos muertos de Subtiava, es enterrada en el patio de su casa.
Hacia las 2:30 p.m., un avi�n de reconocimiento dice la Guardia Nacional
va a realizar �un operativo militar�, que nadie abra sus puertas a los
�sanguinarios comunistas� y que la GN no se responsabiliza de lo que pueda
suceder. A las 5 p.m. empieza el bombardeo, los ca�onazos, tiroteos
interminables, incendio. Se ve la
luz y nos quedamos sin agua. La
gente duerme apretujada. Los lloros
de los ni�os ponen una nota pat�tica.� Una
reconocida asociaci�n profesional de Le�n present� a la Comisi�n Especial un
escrito, parte del cual expresa lo siguiente: �El Jueves catorce, temprano por la ma�ana, pudimos o�r por radio la suspensi�n, decretada por el Gobierno, de todas la s garant�as constitucionales y el establecimiento del estado de sitio, anunciando el ej�rcito por medio de altavoces desde un avi�n y un helic�ptero que la ciudadan�a deb�a permanecer en sus casas con las puertas cerradas y no permitir la entrada a extra�os porque la G.N. iba a combatir. Hab�an corrido rumores de que el Presidente ordenar�a el bombardeo de la ciudad pero nadie daba cr�dito a tales rumores ya que consider�bamos fuera de lo humanamente posible, el que un ej�rcito bombardeara a su propio pueblo; sin embargo, a eso de las nueve de la ma�ana, varios helic�pteros y aviones, sin poder precisar cu�ntos, sobrevolaron la ciudad y ante el asombro y terror de los leoneses, sucedi� lo imposible. Los aviones y helic�pteros que bajaban s�bitamente en picada comenzaron a lanzar metralla, bombas y rockets que infundieron el pavor en la poblaci�n civil. Mientras los civiles permanec�an en sus casas, v�ctimas inocentes de la masacre, los insurgentes se desplazaron a lugares m�s seguros. La G.N. continu� su obra de destrucci�n y genocidio durante varias horas sobre la ciudad inerme. Despu�s de un breve per�odo de respiro, al mediod�a, la ciudadan�a at�nita fue v�ctima durante la tarde de un nuevo bombardeo que comenzando cerca de las cuatro y media de la tarde concluy� cerca de las siete y media de la noche. La luna iluminaba la ciudad y facilit� durante las primeras horas de la noche la continuaci�n del bombardeo�. La Comisi�n pudo constatar que la ciudad de Estel� fue la que mayores da�os materiales sufri�. Per, sobre todo, es en su aspecto humano donde ocurrieron los mayores estragos. Algunas fuentes informaron a la Comisi�n que gran n�mero de muertes y heridos tuvo lugar en esta ciudad. Esta afirmaci�n se hizo a�n m�s evidente para la Comisi�n cuando comprob� que gran parte de los representantes de la sociedad esteliana, en particular, miembros de la Asociaci�n de Abogados, Sociedad M�dica, C�mara de Comercio, Cruz Roja, Cuerpo de Bomberos, Sociedad de Odont�logos, sacerdotes, periodistas y trabajadores se encuentran muertos, heridos, presos, asilados o en el exilio, hostigados o bajo amenaza de muerte. En
un documento presentado a la Comisi�n por una asociaci�n profesional se
relatan los hechos acaecidos en Estel�, de la siguiente manera: �El
11 de septiembre, la ley marcial est� impuesta y las garant�as
constitucionales suspendidas. Todas
las comunicaciones est�n cortadas. El
comando GN est� sitiado. La
poblaci�n levanta barricadas en las calles.
La Fuerza A�rea (GN) entra en acci�n, bombardeando los barrios el
Calvario, San Antonio y Jos� Benito Escobar, matando en esta acci�n a muchos
civiles. La ciudad queda todav�a
en poder de las fuerzas insurgentes. Los
enfrentamientos dejan un saldo estimado en 40 muertos.
La poblaci�n civil empieza a saquear algunas tiendas. �Huyendo
de las destrucciones causadas por los bombardeos, una gran parte de los
habitantes busca refugio en los puestos de socorro instalados en edificios de m�s
fuerte estructura. La Cruz Roja est�
constantemente hostigada, varios socorristas est�n heridos, las ambulancias
ametralladas, Los heridos son
llevados a la fuerza por la GN y luego rematados.
�El
17 ya no hay luz, ni agua, la ciudad queda totalmente incomunicada; los
alimentos y las medicinas escasean.� �No
se sabe el n�mero exacto de los muertos que quedan insepultados en las calles y
en las casas destruidas por los bombardeos de los aviones y de los tanques. �En
estos d�as se estiman los efectivos de la GN en Estel� en m�s de 1,200 por lo
menos, con armamento pesado y tanquetas, m�s el apoyo permanente de seis
aviones de combate GN. �El
20 de septiembre, cientos de muertos quedan tendidos en las calles y las casas.
La GN tiene la ciudad rodeada y prohibe toda entrada o salida. Algunas familias logran escapar saliendo de la ciudad
destruida por veredas hacia las monta�as. �La
GN ordena a la poblaci�n de varios barrios, abandonar sus casas para poderlas
registrar. Testigos presenciaron el
saqueo sistem�tico que se realiz� antes de la destrucci�n definitiva de las
viviendas que fueron quemadas por los elementos GN saqueadores. �Despu�s
del fuerte ataque del d�a anterior, varios edificios quedan total o
parcialmente destruidos, entre ellos el Banco de Am�rica, la iglesia El
Calvario, el edificio de la Inmobiliaria y muchas casas por el bombardeo.
Numerosas personas civiles resultan heridas o muertas.� �A
pesar del fuerte ataque a�reo, la resistencia sigui� fuerte.
Mayor cantidad de gente busca como abandonar la ciudad en llamas.
La GN planea atacar el Hospital y el Colegio de Nuestra Se�ora del
Rosario que sirve de asilo a unas 4,000 personas, entre mujeres, ancianos, ni�os
y socorristas de la Cruz Roja�. �La
GN se�ala �oficialmente� m�s de 90 muertos entre �atacantes� civiles.
La entrada de la ciudad est� prohibida a todos los periodistas que no
traen una orden firmada por una autoridad superior GN.� Un
grupo de religiosos, m�dicos, educadores, profesionales y ganaderos de Estel�
suscribieron el 18 de septiembre �antes de que terminaran los acontecimientos
en esa ciudad�el siguiente relato: �Despu�s
del conocimiento de los resultados del primer d�a, donde los muertos y heridos
no fueron combatientes en su mayor�a, sino que civiles que no pudieron ser
atendidos, se trat� de comunicar y lanzar un S.O.S. al exterior para evitar
mayor derramamiento de sangre de ambos bandos y la ciudadan�a pero est�bamos
incomunicados y con la comunicaci�n interna del tel�fono que apenas quedaba se
habl� con el Se�or Comandante Departamental para sepultar cad�veres y atender
las distintas necesidades del pueblo, lo que fue deso�do; por los
radioaficionados que de alguna manera han podido cooperar se han lanzado al
mundo algunos mensajes hasta antes de ser censurados.� �Los
d�as lunes 11, martes 12, mi�rcoles 13 y jueves 14, se combati� entre los dos
grupos por tierra dentro y alrededor de la ciudad, por parte de la Guardia
Nacional con el uso de tanquetas y armamentos pesados que han sido usados contra
todas las casas por simples sospechas de que pod�an haber elementos
combatientes rebeldes.� �Los
d�as viernes 15, s�bado 16 y domingo 17, a temprana hora, comenzaron a
sobrevolar la ciudad aviones de la Fuerza A�rea, que minutos despu�s iniciaron
el ametrallamiento por aire, a medida que seg�n parece, la Guardia Nacional
avanzaba por tierra, lo que intensific� un ataque a�reo sobre toda la poblaci�n
por varias horas en los barrios y alrededores de la ciudad, dando como resultado
el terror de gran parte de sus habitantes, que buscando refugio, han sido
localizados en puestos de socorro improvisados, ya que las casas de habitaci�n
de la ciudad, por su construcci�n, compuesta de techos de cinc o teja y paredes
de ladrillo, madera o taqueza, son totalmente inseguras para proteger a sus
moradores del ataque al que por tierra y aire ha sido sometida a Estel�.� �Con
conocimiento de que la mayor parte de los muertos y heridos han sido civiles,
ajenos a los grupos combatientes, algunos de ellos han sido atendidos en puestos
improvisados de socorro, cl�nicas y el hospital, los cuales operan con grandes
dificultades, ya que los socorristas y voluntarios han tenido que realizar los
auxilios y ayuda bajo graves riesgos, puesto que no se ha dado tregua ni han
sido respetados los emblemas y neutralidad de la Cruz roja, lleg�ndose hasta
herir socorristas, ametrallar ambulancias y rematar heridos, todo esto por parte
de elementos de la Guardia Nacional.� Algunas
denuncias de casos individuales recibidas por la Comisi�n Especial en la misma
poblaci�n de Estel� dicen as�: �La
se�ora Reyna Guti�rrez y sus dos hijos tiernos, eran gemelos.
Era una humilde mujer del pueblo, que no ten�a nada que ver con los
asuntos pol�ticos. Ella ten�a a
sus hijitos en los brazos cuando fue ametrallada por el avi�n.
Esta mujer ten�a una edad de m�s o menos 30 a�os, muy pobre y viv�a
en casa de madera, indefensa y sin alimentos.� �Tambi�n
fue muerta la se�ora Ana L�pez que ten�a en sus manos la Biblia,
pidiendo a Dios clemencia, y all� le lleg� la bomba del avi�n que bombardeaba
ocho horas diarias sobre esta ciudad, con la intenci�n de terminar con la
ciudadan�a.� �Estaba
en una casa vecina refugiada, la cual fue atacada por �rockets� de la aviaci�n
gubernamental. La se�ora Ruth
Games de Valencia fue herida por un �rocket� que pesaba una libra y dos
onzas. Sus dos ni�as peque�as
tambi�n fueron heridas. El marido
fue herido en la frente.� �Una
enfermera que tambi�n result� herida fue trasladada por la Cruz Roja a
Managua.� �me
quemaron mi casa en presencia de mis hijos y mi marido.
Le suplicamos al guardia que no nos quemara, pero nos contest� que era
orden superior de quemar �este pueblo hijo de puta�.
Sacamos el carro y entonces nos pusieron la tanqueta y las ametralladoras
y el carro cogi� fuego y gracias a Dios estamos vivos porque nos arrastramos y
salimos debajo de las llamas; tambi�n nos quemaron el jeep.
Mi marido anda huyendo de pueblo en pueblo porque tiene orden de captura
por ser militante del F.A.O. (Frente Amplio de Oposici�n), pero �l no aprueba
la lucha armada, su lucha es c�vica. A
m� y a mi familia s�lo nos qued� el vestido con que and�bamos puestos. Ahora estoy viviendo donde una amiga que tiene buen coraz�n
y me da la comida. Mi casa estaba
en una esquina y cerca de la catedral.� �Tambi�n
los aviones quemaban las casas. Tambi�n
los guardias andaban con recipientes de gasolina y prend�an fuego.
Esto daba horror. Todos estamos enfermos de los nervios. Vivimos d�as horribles.
Veinti�n d�as de angustia, de terror, sin agua, sin luz, sin comida.
En la casa donde est�bamos refugiados lleg� la Guardia a registrar y es
el colmo que las alhajas que ten�a puestas, un guardia me las quit�.� C.
Muertes ocurridas a personal de la Cruz
Roja El
d�a 14 de septiembre, la Cruz Roja nicarag�ense, despach� de Managua a
Chinandega un convoy con medicamentos y v�veres para atender a las solicitudes
de ayuda de esa ciudad. Integraban
el convoy una ambulancia ocupada por el Dr. Leopoldo Navarro, Secretario General
de la Instituci�n y Director del Departamento M�dico, y dos miembros de la
guardia permanente, con medicamentos, y una camioneta �la unidad 38--- con v�veres,
ocupada por los socorristas Jos� Dolores Estrada Granizo y Marvin Alberto
Flores Salazar. Ambos veh�culos
iban identificados con las insignias de la Cruz Roja y banderas de la misma. A
continuaci�n se presenta un relato de la Cruz Roja de Nicaragua sobre lo
acontecido en ese viaje: �Se
hab�a obtenido la autorizaci�n correspondiente del Presidente de la Rep�blica
para la misi�n. Recib� fotocopia
de este documento y a las 14:00 horas iniciamos nuestra marcha hacia Le�n.
Tomamos la vieja carretera y no tuvimos ning�n contratiempo durante el
recorrido. Aproximadamente a las
15:15 horas llegu� al empalme de la carretera Le�n-Chinandega, m�s o menos en
el kil�metro 90, en donde una patrulla de la Guardia Nacional nos impidi� el
paso. El oficial me inform� que no
podr�amos seguir adelante porque: �est�
inc�moda la situaci�n�. Mostr�
la autorizaci�n del gobierno y el oficial se comunic� que a pesar de �sta no
era posible seguir, ya que hab�a recibido en �ltimos momentos �rdenes
contrarias. Di instrucciones a la unidad 38 de que me siguiera e inici�
el regreso a Managua.� �Aproximadamente
en el kil�metro 78 de la carretera Le�n�Managua encontr� un convoy militar
integrado por 3 yipones (jeep grandes) de
la Guardia Nacional, con personal y armamento.
Le dije al chofer que disminuyera la velocidad y el convoy pas�.
Momentos despu�s, el chofer me dijo que hab�a perdido la vista a la
unidad 38, que ven�a detr�s de nosotros.
Llam� por radio a la unidad tres veces y al no obtener respuesta, le
indiqu�, al chofer que detuviera la marcha y le orden� que nos regres�ramos a
Le�n para ver qu� es lo que hab�a sucedido.
A los dos kil�metros aproximadamente vimos nuestra unidad estacionada en
la carretera con los vidrios rotos y salpicada de sangre.
Nos detuvimos a unos 30 metros de la misma y observamos que no se ve�an
personas en �l.� �Al
iniciar nuestro regreso a Managua, aproximadamente a 200 metros de nuestro
pick-up ametrallado, apareci� un helic�ptero militar que arroj� una r�faga
de metralla. Orden� al chofer que
bajara la velocidad ya que pens� que la agresi�n era contra nosotros.
El helic�ptero volvi� a pasar y ametrall� dos veces m�s haciendo
saltar las hojas de los �rboles muy cerca de nosotros.
Inmediatamente me baj� e hice se�ales con bandera de la Cruz Roja.
El helic�ptero prosigui� haciendo c�rculos sobre nosotros, pero ya sin
disparar, hasta que lleg� una patrulla de Guardia Nacional proveniente de Le�n
con 2 veh�culos y aproximadamente 20 guardias nacionales. Se bajaron, nos enca�onaron con sus armas y ordenaron a dos
miembros de la patrulla que entraran en la ambulancia y le dieron instrucciones
de que a la menor muestra de hostilidad dispararan primero al chofer y luego al
viejo (el Dr. Navarro) y nos comunicaron que �bamos detenidos a Le�n.
Al pasar frente a la unidad 38 le ped� al chofer que pasara despacio y
pudimos observar que los socorristas yac�an sobre el asiento delantero heridos
o muertos, uno sobre el otro. El
chofer estim� que los dos estaban muertos.� �En
ese momento llegaban dos patrullas procedentes de Le�n, quienes nos detuvieron
y ordenaron el registro de los veh�culos y uno de los miembros de la patrulla
dijo que desde nuestro pick-up hab�an disparado a un Teniente de la guardia
nacional heri�ndole, otro dijo que lo hab�an matado. El resultado del registro fue que solamente encontraron
medicinas y v�veres. �Nos
autorizaron regresar a Managua y uno de los soldados rasos me dijo en voz baja
�que hab�a sido un gran error�. Yo
pregunt� si pod�amos llevarnos a Managua a los dos compa�eros ya plenamente
confirmados muertos y ante la respuesta afirmativa, procedimos a trasladar de la
pick-up a la ambulancia los cad�veres de los socorristas Jos� Dolores Estrada
Granizo y Marvin Alberto Flores Salazar, quienes ten�an destrozada la cabeza a
causa de las balas recibidas. Decidimos
dejar abandonada en la carretera la pick-up hasta segunda orden e iniciamos el
regreso a Managua sin ning�n contratiempo llegando a la base aproximadamente a
las 17:30 horas, en donde reinaba gran consternaci�n por los sucesos ocurridos�. La
Comisi�n tiene en su poder varias fotograf�as del estado en que quedaron la
camioneta y los cuerpos de los socorristas.
En estas fotos se pueden contar f�cilmente m�s de 70 impactos de bala
en la camioneta, algunas de grueso calibre.
Los cuerpos quedaron considerablemente destrozados. Sobre
este incidente, la Comisi�n tambi�n recibi� una grabaci�n que obra en su
poder y que considera importante transcribir, en lo relevante, en su totalidad.
Los interlocutores del di�logo son el Coronel Humberto Corrales, Jefe
del Estado Mayor Presidencial y el Mayor Anastasio Somoza, hijo del Presidente
Somoza y Director de la Escuela de Entrenamiento B�sico de Infanter�a (EEBI).
El Mayor Somoza se encontraba en ese momento en la ciudad de Le�n al
mando de sus tropas, encargado, seg�n informaci�n recibida, de las operaciones
de �limpieza� de esa ciudad. �El
di�logo dice as�:
...
Este di�logo confirma, en lo esencial, el relato de la Cruz Roja nicarag�ense
y, adem�s, que la Guardia Nacional estaba bien informada de la existencia y de
los movimientos del convoy de la Cruz Roja, por lo que el ataque que sufri� no
tiene excusa. La versi�n sobre los
hechos inventada por el Mayor Somoza y que orden� difundir en el di�logo con
el Coronel Corrales, es otro ejemplo m�s del irrespeto a la Guardia Nacional, a
la Cruz Roja, a sus miembros y a sus actividades humanitarias.
La Comisi�n tiene tambi�n informes acerca de dos socorristas heridos en
Chinandega habi�ndoseles impedido plena atenci�n m�dica.
Asimismo, se le comunic� que en enero/febrero de 1978 una ambulancia de
la Cruz Roja que llevaba a un ni�o enfermo, a su madre y a un socorrista, fue
ametrallada por Guardias del Fort�n de la P�lvora.
Igualmente, fue informada que en Managua la Salud P�blica y el Hospital
V�lez P�iz tienen ambulancias que llevan pintado el emblema de la Cruz Roja y
que en el Barrio Open No. 3 ambulancias del Gobierno con el emblema de la Cruz
roja fueron utilizadas para transportar guardias, creando por ello recelo y
confusi�n en la poblaci�n respecto a la Cruz Roja. En Estel� una persona herida que era auxiliada por la Cruz
Roja. Fue ametrallada mientras estaba en la camilla.
En Diriamba la Guardia Nacional golpe� 4 socorristas y los despoj� del
dinero que llevaban. D. Muertes ocurridas inmediatamente despu�s
de los bombardeos, durante la llamada �Operaci�n limpieza� Al finalizar
los bombardeos, la Guardia Nacional llev� a cabo una operaci�n militar, la
cual se ha venido a conocer como �Operaci�n Limpieza�, con el objeto de
aniquilar los �ltimos focos de resistencia.
De acuerdo a las denuncias recibidas por la Comisi�n, a�n antes de que
ella viajara a Nicaragua, en ese operativo la Guardia Nacional atac� cruelmente,
llevando a cabo numerosas ejecuciones sumarias de personas no combatientes, por
el solo hecho de habitar en barrios o caser�os donde hab�an actuado miembros
del Frente Sandinista. As�, se se�alaban,
entre otros lugares, a Monimb� en Masaya, Subtiava y Fajas Williams en Le�n,
el Calvario de Estel�, y Colonia Venerio de Chinandega.
Como se ha mencionada en otras partes de este Informe, la Comisi�n visit�
todos estos lugares, hablando con los residentes de los sitios afectados y
entrando en contacto con los deudos y vecinos de las personas cuyas muertes se
hab�an denunciado. Asimismo, visit�
diferentes sitos donde todos los indicios corroboran el hecho de que en esos
lugares existen fosas comunes de poca profundidad en las cuales se encuentran
enterradas varias personas.
Todas las pruebas recogidas por la Comisi�n, la han llevado a la
conclusi�n de que la Guardia Nacional de Nicaragua actu� durante la fase
denominada �Operaci�n Limpieza� con un marcado desprecio por la vida humana,
fusilando a numerosas personas, en algunos casos ni�os, en sus propias casas o
al frente de las mismas y en presencia de sus padres y hermanos.
A continuaci�n, se transcriben, a t�tulo de ejemplo, algunas de estas
denuncias.
En Matagalpa, donde el alzamiento insurreccional se inici� a fines de
agosto, el 30 de agosto, en plena �Operaci�n
Limpieza� uno o varios combatientes del Frente Sandinista, mientras hu�an de
la persecuci�n de efectivos de la Guardia Nacional, entraron por la puerta
principal del Hotel Soza de esa ciudad, y salieron inmediatamente por la parte
de atr�s. Poco despu�s llegaron
los solados, y la denunciante, �nica sobreviviente de los hechos, relata lo
siguiente: �El
d�a 30 de agosto, aproximadamente a las 11:30 de la ma�ana en Matagalpa, en mi
casa conocida como �Hotel Soza�, hicieron interrupci�n, disparando, m�s o
menos 30 guardias de los que dicen pertenecer al EEBI, y ordenaron a todos lo
que est�bamos en la casa, al fondo, sali�ramos con las manos arriba a la sala
principal de la misma casa. Est�bamos
en la casa, mi se�ora madre, Tina Ar�uz de Soza, mi cu�ado Harold Miranda, la
empleada Nubia Montenegro, y un hu�sped, Alfredo Lacayo Amador, y la que
suscribe la presente declaraci�n. A
medida que iban saliendo iban tambi�n siendo ametrallados.
Yo que ven�a detr�s de mi madre, salt� a la casa vecina y me pude
ocultar en el basurero, ocultada por el cuerpo de mi madre.� �Pase
todo el d�a escondida en el basurero, es decir 24 horas ocult�ndome detr�s de
unas tablas podridas a escasos pasos de los guardias que siguieron disparando
para abatir todas las puertas. Pude
oir que gritaban: eran cinco, d�nde est� el otro?� �Y
pude ver como a mi madre la seviciaron despu�s de ametrallarla abri�ndole el
abdomen con la bayoneta. A mi cu�ado
le cortaron los genitales y se los pusieron en la boca.� �A
mi madre le quitaron sus prendas, a mi cu�ado un reloj que andaba y hasta las
llaves del carro. Y de la casa se
llevaron unos 8,000 c�rdobas que mi se�ora madre ten�a escondidos debajo de
un colch�n. Despu�s de haber
saqueado toda la casa y no encontrado ni armas ni guerrilleros, un miembro de la
guardia exclam�: �Los jodimos de pura cho�a�. �Yo
pude salir al d�a siguiente a los hechos ayudada por unos amigos que me
llevaron unas prendas en enfermera para no ser reconocida. A los pocos d�as lleg� una orden de captura masiva al
comandante de la Polic�a de San Dionisio, donde se encontraba mi se�or padre,
contra toda la familia Soza.� �Antes
de que pudieran llegar a aprendernos, mi se�or padre nos llev� a otro lugar.� En
Masaya la Comisi�n Especial recibi� los siguientes testimonios ocurridos con
ocasi�n de la �Operaci�n limpieza�: �El
9 de septiembre de 1978 entr� el Frente Sandinista al pueblo de Masaya,
teniendo completamente tomada la ciudad, y el 11 de septiembre vino la GN a
bombardear la casa de habitaci�n con una tanqueta.
Esta qued� completamente inhabitable; en la misma perdieron la vida la Sra.
Mar�a Sequeira y su hijo de a�o y medio, que lo ten�a en sus brazos.
Despu�s de bombardear su casa y matar a la Sra. Sequeira, acto seguido
se fueron a un negocio de la Sra. Sequeira, de cerveza, bebi�ndose todas las
cervezas.� �El
11 de septiembre, efectos de la GN sacaron de su casa de Mario y Alcides L�pez,
a las 2 de la tarde, y los golpearon. Se
los llevaron y al d�a siguiente los encontraron como a tres cuadras de la casa
en la calle, muertos a tiros.� �A
las 4 p.m. del 11 de septiembre de 1978, Gloria Mar�a fue a observar a
200 varas de su casa, donde estaba reunida con su infante y con su esposo, unas
columnas de humo que proven�an de la ciudad de Masaya.
Su casa es una finca distante a 4kms. De Masaya.� �La
veo que es baleada por un miembro bien equipado que era dif�cil observarlo en
el potrero por su color verde, recibe un balazo en la rodilla de la pierna
derecha, un poco arriba, luego, boca arriba ella pide clemencia a Dios por su
hijo y les ruega que la lleven donde su esposo ---que corre desesperadamente a
auxiliarla---. El mismo asesino de
la EEBI, en operaci�n �limpieza� ordenado por Somoza, le contesta: �donde
Pedro Joaqu�n te voy a enviar� le dispara a sangre fr�a tres disparos (1) en
su seno derechos, (1) en el pecho por el estern�n, (1) en el ombligo.
Muerta fue arrastrada en su propiedad y mandada a la morgue.
La GN puso obst�culos para que la enterr�ramos a las 3 p.m. del 12 de
septiembre de 1978.� �El
d�a 12 de septiembre como a las 9 de la ma�ana, sali� de su casa, a buscar
refugio, Manuel, de 43 a�os, acompa�ado de sus tres hijos, Omar
(24 a�os), Salvador (14 a�os) y Mauricio (13 a�os).
Iban con banderas blancas y atr�s ven�an las mujeres; cuando se
encontraban en su camino los agarraron miembros de la Guardia nacional entre los
cuales hab�a varios orientales a quienes no se les entend�a lo que hablaban.
Les dispararon sin preguntarles nada y cayeron todos (iban con bandera
blanca tratando de salir de Masaya para una finca debido a la pelea; m�s atr�s
de los cuatro ven�a el resto de la familia tambi�n con bandera blanca).� �Murieron
inmediatamente Omar y Salvador. Mauricio
cay� herido en una zanja. Manuel,
al caer, solamente qued� herido en las piernas y al acerc�rsele los guardias
implor�, cubri�ndose la cara con las manos, que no lo mataran, pero ah� mismo
le dispararon cercen�ndole las manos y parte de los brazos.
El resto de la familia que ven�a atr�s presenci� todo.
Ese d�a no las dejaron (a las mujeres) recoger los cad�veres.
Al d�a siguiente s� los recogieron y encontraron m�s de 300 c�psulas
en el lugar. Los llevaron a su casa
y los enterraron en el patio de la casa.� Del
antes citado informe de una asociaci�n profesional de Le�n, transcribimos los
siguientes p�rrafos: �El
15 de septiembre la GN anunci� una operaci�n de �Limpieza en la ciudad y
prohibi� a los ciudadanos, algunos de los cuales ya no saldr�an nunca, el
abrir las puertas y salir de sus casas. Es
doloroso el comprobar que si en los combates previos hubo algunos muertos, mayor
cantidad y de ciudadanos civiles desarmados perecieron en el alevoso bombardeo
cuyo calificativo justo no encontramos en el diccionario, pero todav�a despu�s
del bombardeo, cuando ya la GN dominaba la ciudad y los grupos de rebeldes hab�an
huido, el ej�rcito desat� una represi�n que no da viso a concluir y que la
fecha ha producido mayor n�mero de muertos que las otras dos etapas y much�simos
da�os materiales que, igual que los del bombardeo, consideramos totalmente
innecesarios.� �En
los d�as posteriores al bombardeo y coincidiendo con un �xodo desesperado de
gran parte de la poblaci�n, al GN, en su af�n de destruir la resistencia,
rompe y destroza puertas cerradas de viviendas, alacenas y bodegas, lo mismo que
muebles, buscando rebeldes o documentos y objetos comprometedores.
Varios casos conocemos de tales atropellos.
Pero a�n todav�a m�s doloroso y enardecedor resulta el hecho de que se
ha organizado una verdadera cacer�a humana donde no hay capturas sino solamente
muerte para j�venes varones de catorce a�os arriba por la simple sospecha, m�s
bien temor, de que puedan ser rebeldes. Horrendas
masacres ha producido la acci�n de los militares que present�ndose en los
diferentes lugares ametralla indiscriminadamente a la poblaci�n viril, dejando
saldos de viudas y hu�rfanos faltos de protecci�n.
Lugares hay en que toda una cuadra qued� sin hombres.
Otras veces j�venes desarmados huyendo de la feroz persecuci�n marchan
al campo donde son v�ctimas de la mort�fera acci�n de las patrullas militares.
En otras ocasiones y por el simple informe mal intencionado de un sopl�n,
ciudadanos respetables son capturados junto con sus hijos y torturados
cruelmente. En ocasiones al no
encontrar a la persona requerida, capturan a las mujeres como rehenes para
obligarlos a presentarse. Esta
persecuci�n debe cesar de inmediato ya que constituye un delito de lesa
humanidad y est� privando a nuestra ciudad del elemento joven, mano de obra
necesaria para la reconstrucci�n y el progreso del pa�s.� Una
denuncia sobre el fusilamiento colectivo de 22 personas en el Barrio Nuevo de
Guadalupe de Le�n y cuyos cuerpos fueron enterrados en fosa com�n en un lugar
denominado �La Arrocera�, dice lo siguiente: �El
d�a 18 de septiembre de 1978, llegamos al Barrio Guadalupe de la ciudad de Le�n
a un callej�n llamada �Barrio Nuevo�.
Cuando camin�bamos por una larga calle de oeste a este, notamos que los
vecinos se asomaban a sus puertas y ventanas en actitud de medio y asombro, pues,
creemos que era la primera vez que miraban un veh�culo circular por esa calle
desde hac�a 9 d�as que hab�an permanecido encerrados, guareci�ndose de los
tiroteos y bombardeos de la Guardia Nacional. Se notaba en sus miradas una profunda tristeza y medio, que,
en esos momentos nuestra mente no lograba imaginar la tragedia que hab�an
sufrido.� �Ibamos
tres personas en el veh�culo. Nuestra
gira era con el objeto de visitar al Sr. R�ger Gonz�lez B., empleado de �Prolar�,
para pedirle informaci�n sobre el estado de la Compa��a que tiene sucursal en
esa ciudad.� �La
casa estaba ubicada en un peque�o callej�n de humildes viviendas que no llegan
a 25 en total. Cual fue nuestra
sorpresa, que la esposa de R�ger, Josefa, de unos 24 a�os de edad, se
encontraba en un estado lamentable de locura, delirando, gritando y repitiendo a
cada instante el nombre su marido: R�ger...R�ger... Por qu� te fuiste?, te
dije que te matar�an.., etc. Se
nos present� un se�or y comenz� a narrarnos lo que hab�a sucedido. Desde este momento nos est�bamos dando cuenta de la suerte
que les hab�a tocado. En efecto:
Amigos, nos dice el se�or. Nos han
masacrado. Josefa est� volvi�ndose
loca. Tenemos varios d�as sin agua,
no tenemos comida y lo peor es que no podemos salir a ninguna parte.� �Escuchen
ustedes: Junto con R�ger mataron a mi hijo.
Le pedimos que se calmara y nos relatara lo que hab�a sucedido.
Se calm� un poco y nos inform� lo que �l sab�a:
El jueves 14 ven�a del lugar llamado �Chacareseca�.
En el camino escuch� un tiroteo y fuertes detonaciones a lo largo de la
ciudad, aviones y helic�pteros volaban sobre Le�n.
Tuve miedo y descontinu� mi camino, que qued� en una finca.
El d�a 17 me puse en camino hacia la ciudad y tomando todas las
precauciones logr� llegar a esta casa. Mi
hija menor y los vecinos me pusieron al corriente de los hechos y con ayuda de
otros vecinos hemos logrado hacer una lista de las personas que fueron
ametralladas impunemente. Solamente
de este callej�n hay 22 muertos de diferentes edades.
A todos los conozco bien, son gente humilde y pac�fica; estoy seguro que
ninguno ha empu�ado un arma contra nadie, es m�s, la mayor�a eran padres de
familia con responsabilidades de velar por sus hijos y familiares.� �Ese
d�a (15 de septiembre) toda la gente del barrio sali� a la calle gritando:
�Dice la Guardia que van a quemar todo este vecindario, que salgan todos,
desocupen las casas, ya viene el bombardeo�.
Acto seguido, aparecieron varias patrullas de la Guardia disparando a las
puertas y culateando las que se encontraban cerradas.
Salgan hijos de p.... Tenemos �rdenes de quemar todo esto ---repet�an
los guardias demostrando el odio y altaner�a que los caracteriza.� �Todos
los vecinos se salieron a la calle, las madres con sus ni�os en las manos y
algunos ancianos ayudados por los j�venes.
Por un momento, muchos no sab�amos que hacer, pues, ten�amos miedo de
cruzar la l�nea f�rrea, porque, del otro lado, en los matorrales de patios vac�os,
se encontraban tendidos, todo un ej�rcito con tanquetas y tractores que nos
infund�a p�nico. Sin embargo, no
nos quedaba otra alternativa y optamos por trasladarnos al otro lado de la l�nea
f�rrea, antes de ser alcanzados por una bomba o las r�fagas de ametralladora
que desde los helic�pteros lanzaban hacia la poblaci�n civil.� �De
pronto un grupo de hombres gritaron. �Vamos a �La Ceiba�, una finca al
otro lado del Bay Pas. Todos
salimos con esa direcci�n, iban unas ciento cincuenta personas aproximadamente.� �De
pronto las patrullas de la Guardia salieron de entre los matorrales y nos
interceptaron, dici�ndonos: �A
ver, ustedes, los hombres, entreguen los ni�os a las mujeres y sep�rense�,
se�alando con la punta de los rifles, indicaban a los hombres que deb�an
separarse. Reunieron un grupo de 8
j�venes aproximadamente y les dijeron: �Ustedes
van a ir a quitar barricadas�, y se los llevaron. Formaron otro grupo como de 25 hombres entre j�venes y
viejos, los acostaron en el suelo, los registraron y de inmediato los
trasladaron hacia la maleza; les pidieron que se arrodillaran y un solo guardia
con todo el odio y el sadismo, descarg� su ametralladora mort�fera sobre ellos.� Los nombres y
edades de esos j�venes asesinados son los siguientes:
Otra denuncia
recibida tambi�n en la ciudad de Le�n y la cual, como las dem�s, la Comisi�n
investig�, es la siguiente: �Como
a las cuatro de la tarde del viernes 15 de septiembre, despu�s del bombardeo a�reo
que sufri� la ciudadan�a de Le�n y en especial el sector de las Fajas William
cuando ven�a una escuadra de la Guardia Nacional por tierra inici�ndola una
tanqueta la cual ven�a disparando sobre las casas del sector ya mencionado, es
decir de las Fajas William media al norte, y detr�s de la mencionada tanqueta
ven�an grupos de guardias nacionales golpeando las puertas de las casas para
que les abrieran y el que no lo hac�a le ametrallaban su casa.
As� anduvieron hasta llegar a mi casa, la cual ten�a ya hecho un hoyo
al penetrar un disparo de la tanqueta. Cuando
golpearon la puerta de la casa por temor les abr� la puerta, porque me requer�an
que la abriera dici�ndome: abr� hijo de p...; una vez abiertas las puertas
entraron a mi casa cuatro guardias nacionales.
Todos los que est�bamos en la casa nos reunimos en la sala.
Luego los guardias ordenaron que se pusieran parte las mujeres y parte
los hombre, despu�s les ordenaron que salieran todos a la calle, hombre y
mujeres, y en la puerta detuvieron a las mujeres.� �Se
llevaron a los primeros tres muchachos a trav�s de la calle hasta una pared,
con las manos sobre sus cabezas y ah� mismo los mataron.
Forzaron a salir despu�s a tres j�venes m�s, entre ellos mi hijo, de
18 a�os, y cuando estaban saliendo de la puerta con las manos en alto los
soldados que estaban en la calle los ametrallaron en sus rostros y pechos.
Efra�n estaba gritando: �No me maten, no me maten�.
Pude milagrosamente salvarme yo y mi hijo, de 5 a�os de edad, a quien
ten�a agarrado de mi mano. En
seguida me ordenaron los guardias que estaban adentro de la casa que nos par�ramos
todos a la orilla de la pared apunt�ndonos con las ametralladoras que ellos
portaban y dici�ndome uno de los guardias que no me iban a matar porque yo me
parec�a a su se�ora, pero que le dijera donde ten�a las armas, respondi�ndole
que yo no ten�a arma alguna en mi casa, y que todos los que nos encontr�bamos
ah� �ramos una sola familia, incluso al que hab�an matado de nombre Efra�n,
en la puerta de la casa, era hijo m�o tambi�n.� �Procedieron
a catear la casa y a registrar roperos, c�moda y todos los objetos que hab�a y
hasta el �ltimo recodo de la casa, no encontrando arma alguna hasta entonces
fue que la guardia nacional desaloj� mi casa.� En Estel�, la
Comisi�n Especial tambi�n investig� sobre el lugar de los hechos de la
siguiente denuncia: �La Profesora Paula Ubeda de Morales, de 40 a�os aproximadamente y directora del Colegio Alfonso Cort�s, sali� acompa�ada del joven Omar Rugama a la farmacia a comprar medicamentos para su suegra. Iban por la calle cuando una r�faga de tiros de un franco tirador de la GN que estaba en la torre de la iglesia los hiri� en las piernas, cayeron, e inmediatamente fueron a terminar de matarlos. Despu�s de varios d�as fue cuando el esposo pudo obtener permiso de la GN para buscarla y enterrarla. Cuando la estaban enterrando en su propia cada lleg� la Guardia. Oblig� a varias personas que se encontraban all�, bajo sus angustiosas protestas primero a arrodillarse al lado de la fosa que hab�an cavado y despu�s a tirarse en ella. Una se�ora les dijo: �Pedro se�or, si yo no estoy haciendo nada. Tenga piedad de mi muchachita�. De nada vali�: el primero en tirarse al hoyo fue el se�or H.L., y luego los otros. De una vez descargaron sus ametralladoras sobre las cuatro personas, muriendo entre ellos el joven Fernando Morales, de 16 a�os, hijo de la difunta Profesora que enterraban. Sin embargo, el se�or H.L. result� ileso y pudo salvarse para contar esta historia porque los otros cuerpos le cayeron encima. Espero hasta que los guardias hab�an retirado y sali� para pedir auxilio y sepultar a los muertos.� E.
Muertes ocurridas despu�s de terminadas
las hostilidades Despu�s
de terminadas las operaciones militares en las ciudades m�s afectadas,
alrededor del d�a 21 de septiembre, se inici� una nueva etapa en la cual se
responsabiliza a la Guardia Nacional de llevar a cabo una campa�a sistem�tica
de persecuci�n y muerte de j�venes de quienes se sospeche hayan tenido alguna
vinculaci�n con el Frente Sandinista, o por el simple hecho de tener simpat�as
por �ste.
Durante la visita a Nicaragua, la Comisi�n recibi� muchas denuncias
sobre las muertes de numerosos j�venes, ocurridas de manos de la Guardia
Nacional. Seg�n los reclamantes,
en varias ocasiones las muertes ocurrieron por el hecho de que la Guardia
Nacional habr�a disparado contra grupos de j�venes que al ver llegar
repentinamente los saldos se hab�an puesto a correr despavoridamente.
En otros casos, se alegaba que las personas habr�an sido sacadas de sus
casas a la fuerza por la Guarida Nacional durante la noche, en la cual est�
vigente el toque de queda, y en unos casos ejecutadas cerca de sus casas y
dejadas en la calle y en otros, lanzados sus cuerpos en un sitio inh�spito
donde tomar�an cierto tiempo en ser encontrados los cad�veres.
Asimismo, otros reclamantes expusieron a la Comisi�n algunas muertes que
imputan a la Guardia Nacional, y cuyas circunstancias demostraban, seg�n ellos,
la perversidad de los responsables.
La Comisi�n investig� un buen n�mero de estos casos, tomando contacto
con los familiares de las v�ctimas, muchos de ellos testigos de los hechos,
recibiendo tambi�n el testimonio de m�dicos que examinaron el estado de los
cad�veres, y hablando con personas cuya investidura confiere a sus
declaraciones gran credibilidad para la Comisi�n, tales como Obispos,
sacerdotes, monjas, miembros de la Cruz Roja, etc. Asimismo, la Comisi�n visit� los lugares donde ocurrieron
las muertes, pudiendo notar muchos casos numerosos impactos de bala.
En la ciudad de Jinotepe, la Comisi�n Especial recibi� el siguiente
testimonio:
�Una joven mujer embarazada caminaba con su esposo y peque�o hijo. Se present� una patrulla de la Guardia Nacional y se llev�
detenido al esposo. Mientras estaba
preso le sacaron un ojo, le arrancaron las u�as y la lengua con un cuchillo; le
abrieron el vientre y se lo llenaron de lodo y entonces lo ametrallaron.
El m�dico que examin� el cad�ver (hab�a sido abandonado en la
carretera y descubierto m�s tarde por un pariente en la morgue de Managua)
encontr� que ten�a mas de 50 impactos de bala.�
En Diriamba, la Comisi�n Especial recibi� la siguiente denuncia:
�Manuel Jes�s Ribera, era un ni�o de 12 a�os, muy querido y popular
en el vecindario quien llamaban �la mascota�.
Durante los combates ayud� a los sandinistas tray�ndoles recados y
alimentos pero sin combatir con ellos. Este
hecho motiv� que posteriormente la Guardia Nacional lo persiguiera
implacablemente llegando incluso a matar a otro ni�o a quien confundieron con
�la mascota�. En venganza, el
padre del otro ni�o asesinado lo busc� hasta encontrarlo en el mercado de
Diriamba y lo denunci� a la Guardia Nacional.
Solados de la Guardia lo ubicaron all� el jueves 5 de octubre, escondido
en un caj�n, de donde lo sacaron y ametrallaron, mat�ndole.�
La muerte del ni�o Ribera fue confirmada a la Comisi�n Especial por el
propio Comandante Lola de la Guardia de Jinotepe quien, a modo de explicaci�n,
agreg� que �ste �ayudaba a la guerrilla.�
En Le�n, se recibi� el siguiente testimonio:
�El d�a s�bado 30 de septiembre como a las once y media de la ma�ana,
en la finca �Las Delicias�, ubicada en la comarca �El Chague�, apareci�
la patrulla de la GN en dos veh�culos y comandaba por el Sargento Pablo
Aguilera y otro de nombre Jorge Luis, quienes en forma violenta llegaron a la
finca asuntando a todos los moradores de la casa, de los cuales salieron huyendo
dos muchachos en forma despavorida, creyendo que se trataba de asaltantes
disfrazados de guardias, por la forma grosera y violenta con la que llegaron;
esto dio lugar a que dichos agentes y la guardia desataran una balacera en
contra de los dos muchachos, de nombres Y�der Vanegas Camacho, de 18 a�os
de edad y Rigoberto Camacho Padilla, de 14 a�os de edad, quienes se hab�an
ido a la finca buscando protecci�n en el �rea rural en vista de que en la
ciudad todos los muchachos que ca�an en poder de la GN se deban por
desaparecidos. Como resultado de
los disparos resultaron muertos dichos j�venes, a quienes primero les
dispararon en las canillas y despu�s los mataron, en una huerta vecina, y
andaban completamente desarmados los muchachos.
Les quitaron unos pocos centavos y los zapatos que ten�an.
Pr�cticamente fueron acribillados ya que presentaban disparos en todo el
cuerpo, especialmente en la cabeza, habiendo sido muertos totalmente indefensos
y sin haber cometido delito o falta alguna.�
En Managua, la Comisi�n recibi� esta denuncia:
�El d�a s�bado 30 de septiembre del presente a�o se encontraban
departiendo unos tragos en su casa de habitaci�n a eso de las 10:30 de la noche,
Jos� Daniel Jarqu�n Garc�a, de 18 a�os, soltero, de 27 a�os, soldador, con
un vecino de nombre Manuel Hern�ndez Vel�squez, de 27 a�os, comerciante,
casado y padre de seis ni�os, todos menores de edad, el mayor de los cuales
tiene nuevo a�os y el menor dos meses; todos ellos de este domicilio.�
�Resulta que el termin�rsele los tragos que ten�an, dispusieron ir a
comprar una botella de licor a una venta que est� situada casi enfrente de la
casa, por lo que los tres cruzaron la radial Santo Domingo que es lo que separa
a la casa de la verga; al estar golpeando en la puerta de la referida venta se
aparecieron dos jeeps color azul de la GN, que se los llevaron con rumbo
desconocido.�
�Al d�a siguiente domingo 1 de octubre del presente a�o, me present�
en la Octava Secci�n de Polic�a que es la que corresponde al sector y no me
dieron noticias de ellos. Me
present� tambi�n en la Secci�n Trece de Polic�a y tampoco me dieron informes
por lo que decid� ir a la Central de Polic�a de Managua y all� me dijeron que
no estaban pero que mejor los buscara en el Hospital y en la Morgue ya que si
los hab�an capturado despu�s de las ocho de la noche estaban �out�.
Como a las 12:00 del d�a me present� en el local de la morgue de El
Retiro y all� se encontraban Jos�, Pedro y Manuel; el encargado de la morgue
me manifest� que seg�n el informe los hab�an encontrado muertos en la Cuesta
del Plomo.�
�Los cad�veres todos estaban completamente ba�ados de balas, Jos�
presentaba un orificio en la sien, y estaba casi partido por la cintura por
balas de ametralladora y ambos brazos estaban quebrados; Pedro ten�a la parte
superior de la cabeza completamente desbaratada y Manuel ten�a la espalda
completamente llena de balas.�
En Masaya, la Comisi�n Especial recibi� esta denuncia:
�El d�a lunes 2 de octubre, a eso de las cinco y media de la tarde,
cuatro personas viajaban en una camioneta marca Datsun, color rojo, con destino
al poblado de Veracruz situado a 6 kil�metros hacia la izquierda del Km. 14 y
medio, carretera a Masaya. Los
viajeros eran las siguientes personas: el conductor de nombre Ad�n Mart�nez
Garc�a, de 31 a�os, casado, chofer; Humberto Rodr�guez Mart�nez,
de 20 a�os, soltero, contador en el plantel de carreteras de Batahola, Silvia
Antonia Rodr�guez Mart�nez, de 17 a�os, soltera, estudiante de la Normal
de Managua y William Rodr�guez, de 13 a�os, estudiante de 6 grado en la
Escuela M�ximo J�rez. Propiamente
en la entrada de Veracruz una se�ora les pidi� que le hicieran un viaje a la
concepci�n (Depto. De Masaya) en lo cual convinieron.
Ya en camino hacia la Concepci�n y adelantito de Ticuantepe se
descompuso la camioneta y al no poder componerla la dejaron en una casa vecina y
optaron por regresare a su casa en Veracruz.
Eran como las 6:30 de la tarde. A
poca distancia se toparon con una patrulla de la Guardia Nacional que ven�a de
Ticuantepe en direcci�n a la Concepci�n, la cual los detuvo a pesar de ver sus
documentos de identificaci�n del trabajo, y de sus ruegos se los llev�
detenidos en direcci�n a la Concha. Al
llegar a una cuesta solitaria se detuvieron y los bajaron a todos.
Pusieron a Humberto Rodr�guez Mart�nez contra un pared�n, all� dieron
varios tiros que le destrozaron la cara y uno de los brazos as� como otras
partes del cuerpo. Despu�s lo
ametrallaron. Entonces le ordenaron
a Ad�n que echara el cad�ver a un zanj�n.
Ad�n les dijo que s� pero les suplic� que no lo mataran a �l.
En ese instante le dispararon hiri�ndolo gravemente.
Luego le dispararon al ni�o William, pero la bala le pas� refilando la
barbilla y �l se hizo el muerto, rodando hasta el fondo del zanj�n, donde le
dispararon de nuevo sin herirlo. Ad�n,
que s�lo estaba herido, trat� de reincorporarse y rogaba a Dios en voz alta. Al ver esto, los guardias le dispararon nuevamente hiri�ndolo
de muerte.�.
�Al quererse llevar a la jovencita Silvia Antonia Rodr�guez, �sta,
les suplica que la mataran all� mismo pero los guardias se la llevaron con
rumbo desconocido. Al d�a
siguiente los familiares de los j�venes muertos recibieron aviso de para de
William de lo que hab�a sucedido y fueron a recoger los cad�veres, los cuales
enterraron el mi�rcoles 4 de octubre en la ma�ana.
Despu�s de larga b�squeda los familiares encontraron el cad�ver de la
jovencita Silvia Antonia en la morgue del Retiro.
La ni�a hab�a sido ultrajada, le cortaron el pelo, ten�a los pechos
cortados y estaba degollada; ten�a todo el cuerpo amoratado y ametrallado.�
El siguiente testimonio proviene de Estel�:
�El mi�rcoles 4 de octubre de 1978 por la ma�ana, en la ciudad de
Estel�, desaparecieron Jos� Francisco Rugama Meza, de 41 a�os y Alfredo
Altamirano P�rez, de 25 a�os, despu�s de haber sido vistos por compa�eros
de trabajo que los montaron en un jeep del INSS (Instituto Nacional de Seguro
Social) color celeste, sin placa, con militares a bordo.
El Sr. Altamirano fue montado frente al Comando de la Guardia Nacional y
Francisco Rugama llegando al plantel de carretera a las 7 a.m., arrancando con
gran velocidad con rumbo desconocido.�
�Fueron encontrados posteriormente muertos, el d�a lunes 9 del
corriente, a 20 kms. Fuera de Estel�, ya en estado completo de descomposici�n
y en parte comidos de los animales, mostrando haber sido torturados y despu�s
baleados en la cabeza y todo el cuerpo, siendo testigos la Cruz Roja y el m�dico
forense. Fueron incinerados
posteriormente. Tambi�n fueron
despojados de prendas y dinero (reloj, anillo de matrimonio, cadena, etc.)� Obran en poder de la Comisi�n numerosas otras denuncias y testimonios de muertes imputadas a la Guardia nacional ocurridas despu�s del t�rmino de las hostilidades. La Comisi�n al citar s�lo algunos ejemplos ha querido se�alar la magnitud con que este fundamental derecho a la vida ha sido reiteradamente violado en Nicaragua. F.
Situaci�n de los campesinos desaparecidos Durante su observaci�n �in loco� la Comisi�n Especial fue informada del hecho de que 321 campesinos, detenidos por la Guardia Nacional, desaparecieron, presumi�ndose su muerte. Tal hecho, en concepto de la Comisi�n, constituye una grav�sima violaci�n al derecho a la vida, la cual, adem�s, no ha sido investigada ni por el Gobierno ni por la Justicia de Nicaragua, la que no ha adelantado ning�n proceso a pesar de las reiteradas, p�blicas y conocidas denuncias que se han formulado. 1
/
El Art�culo I de la Declaraci�n Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre dice: �Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y
a la seguridad de su persona�. 2
/
Seg�n
cifras del Gobierno, obtenidas por la Comisi�n, la Guardia Nacional sostuvo
un total de 52 muertos y 156 heridos.
En cuanto a las bajas del F.S.L.N., la Comisi�n no cuenta con los
datos necesarios para ofrecer un estimado. 3
/
El
Art�culo 3 de dicha Convenci�n se�ala:
�En caso de conflicto armado sin car�cter internacional y que
surja en el territorio de una de las Partes contratantes, cada una de las
Partes contendientes tendr� obligaci�n de aplicar por lo menos las
disposiciones siguientes: 1)
Las personas que no participen directamente en las hostilidades,
incluso los miembros de las fuerzas armadas que hayan depuesto las armas y
las personas que hayan quedado fuera de combate por enfermedad, heridas,
detenci�n, o por cualquier otra causa, ser�n tratadas, en todas
circunstancias, con humanidad, sin distinci�n alguna de car�cter
desfavorable basado en nacimiento o la fortuna, o cualquier otro criterio an�logo. A
tal efecto, est�n y quedan prohibidos, en todo tiempo respecto a las
personas arriba aludidas: a)
La toma de rehenes; b)
La
toma de rehenes; c)
Los
atentados a la dignidad personal, especialmente los tratamientos humillantes
y degradantes; d)
Las
condenas dictadas y las ejecuciones efectuadas sin previo juicio por un
tribunal regularmente constituido y dotado de las garant�as judiciales y
reconocidas como indispensables por los pueblos civilizados. 2)
Los heridos y enfermos ser�n recogidos y cuidados. Podr�
ofrecer sus servicios a las Partes contendientes cualquier organismo
humanitario imparcial, tal como el Comit� Internacional de la Cruz Roja. Las
Partes contendientes se esforzar�n, por otra parte, por poner en vigor
mediante acuerdos especiales algunas o todas las dem�s disposiciones de la
presente convenci�n. La
aplicaci�n de las disposiciones precedentes no producir� efecto sobre el
estatuto jur�dico de las Partes contendientes�. 4
/
La
Convenci�n entr� en vigencia para Nicaragua seis meses m�s tarde, es
decir el 27 de junio de 1954, de acuerdo con su Art�culo 153. |