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CAP�TULO II

 

DERECHO A LA VIDA

 

          Declaraci�n Americana, Art�culo I.Todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.1

          1.          Antes de llevar a cabo la observaci�n in loco en El Salvador, la Comisi�n Interamericana de Derechos Humanos hab�a recibido numerosas comunicaciones en las cuales se denunciaban violaciones al derecho a la vida de parte de las autoridades salvadore�as.  Entre estas denuncias, y a t�tulo de ejemplo, pueden citarse las siguientes: 

Caso 1971 

          2.          La CIDH recibi� una comunicaci�n el 26 de agosto de 1975, en la cual se denunciaba una serie de hechos relacionados a las muertes y desapariciones de varios estudiantes ocasionadas, seg�n el reclamante, por fuerzas de seguridad durante la celebraci�n de una manifestaci�n estudiantil en la ciudad de San Salvador, el d�a 30 de julio de 1975.  Seg�n el denunciante, los hechos ocurrieron as�: 

         En la ciudad de San Salvador, los estudiantes de la Universidad de El Salvador acordaron, el d�a 28 de julio, en asamblea general, realizar una manifestaci�n pac�fica de protesta por los acontecimientos ocurridos unos d�as antes en la ciudad de Santa Ana2 y salir en defensa de la autonom�a universitaria.  La fecha de esta manifestaci�n se se�al� para la tarde del mi�rcoles 30 de julio.

 

         El d�a programado para la manifestaci�n estudiantil, �sta sali� a eso de las cuatro de la tarde de la Ciudad Universitaria.

 

         Los dirigentes estudiantiles acordaron, un�nimemente, evitar todo motivo que pudiese servir de pretexto para la provocaci�n de los cuerpos represivos.  La manifestaci�n marchaba en completo orden.

 

         Se dio instrucciones anticipadas en el sentido de no llevar pintura, para que no se fuera poniendo lemas en paredes y muros de casas y edificios de las calles por donde pasar�an los desfilantes.  En los carteles se escribieron �nicamente temas relativos al problema universitario y expresiones en defensa de los derechos y garant�as democr�ticos.  Como en toda manifestaci�n juvenil, no faltaban las canciones de protesta y las porras del colorido acostumbrado.

 

         Es decir, que a pecho abierto, y sin m�s armas que las palabras ... iban los manifestantes universitarios, con el prop�sito de llevar hasta el centro de la ciudad.  En la Plaza Libertad se celebrar�a un mitin que informar�a al pueblo de lo que estaba acaeciendo en Santa Ana y lo pondr�a en guardia acerca de los peligros de un nuevo cierre que se cern�a sobre la Universidad.  Adem�s, se esclarecer�a que la actitud anti-universitaria del Gobierno, es parte del plan global de represi�n que se tiene en proyecto, como cap�tulo de la estrategia oficial de destruir toda oposici�n popular.

 

         Tales eran los prop�sitos de la manifestaci�n.

 

         En el trayecto de la 25 Avenida Norte, llamada Avenida Universitaria, no se advirti� ninguna amenaza inminente contra la seguridad de los manifestantes.  Sin embargo, cuando la cabeza del desfile lleg� al paso a nivel, aleda�o al Hospital del ISSS, aparecieron, trepidantes, las unidades blindadas; adem�s de esas unidades blindadas, se situaron a las alturas del Hospital de Maternidad, camiones de fuerzas anti-motines, equipados con fusil, machetes y garrotes, sin faltarles sus cascos protectores y sus m�scaras anti-gases.  Hab�a, asimismo, guardias nacionales y de hacienda.

 

         El despliegue de fuerza, en las inmediaciones del Hospital Rosales y al lado norte del Colegio la Asunci�n, parec�a destinado a enfrentar a un enemigo poderosamente armado y no a una manifestaci�n pac�fica, sin armas, de universitarios.

 

         Los que encabezaban la manifestaci�n, bastante confusos, quisieron ganar la calle que pasa frente a la entrada principal del ISSS (3a Calle Poniente), desvi�ndose hacia la izquierda, para tratar de evitar el enfrentamiento con las unidades blindadas estacionadas al lado del Hospital de Maternidad.  Sin embargo, cuando doblaron, contingentes de la Guardia Nacional estaban ya estrat�gicamente apostados detr�s del Colegio La Asunci�n.  La cabeza de los manifestantes quiso dar marcha atr�s, pero las unidades blindadas les hab�an cortado el camino porque hab�an avanzado sobre el puente del paso a nivel, transform�ndose el lugar en una trampa de la cual no se pod�a salir, aun saltando los muros para caer pesadamente en el pavimento de la calle que pasa bajo el puente.  En este sitio no fueron pocos los manifestantes que quedaron fracturados algunos de los cuales fueron rematados a tiros.

 

         En el momento mismo en que se daba marcha atr�s, comenzaron los disparos de fusiler�a y de ametralladoras, a la par del estallido de bombas lacrim�genas, descargadas por los cuerpos represivos.  La cacer�a humana dio comienzo.

 

         No era la dispersi�n de los manifestantes lo deseado por los comandos del crimen; no era el desbaratamiento del desfile.  Si �ste hubiese sido su prop�sito, habr�a bastado una sola bomba de gas lacrim�geno para poner punto final a aquella manifestaci�n pac�fica.

 

         Lo que anhelaban, en su furia incontenible, era el derramamiento de sangre estudiantil.

 

         Lo que decimos, se corrobora con la fr�a decisi�n de tirar a matar en la tarde del 30 de julio, de perseguir hasta aniquilar, de lanzar los carros blindados contra la multitud inerme, de machetear salvajemente al que se pon�a a su alcance, de dejar desangrar a sus v�ctimas impidiendo con brutalidad cualquier auxilio oportuno que se les quiso brindar de parte de m�dicos y enfermeros del ISSS.

 

         Lo que decimos se corrobora, asimismo, con que detr�s de las unidades blindadas marchaba una ambulancia militar, se�alada con una Cruz Roja, cuyos ocupantes fueron encargados de tirar, como sacos de papas, los cuerpos de decenas de personas muertas o heridas de gravedad, sustrayendo as� las evidencias del crimen.

 

         El fuego cerrado dur� unos minutos, pero dada la densidad de los manifestantes, fueron suficientes para derramar mucha sangre juvenil.  Se tiraba a matar.  Los represores en posici�n arrodillada, lo que muestra que no hab�a respuesta armada ni de otra �ndole de parte de los manifestantes, daban la impresi�n de estar frente a un blanco, en pr�cticas de tiro.

 

         Pero no s�lo fueron balazos.  Los muchachos y muchachas que quisieron en su desesperada huida saltar los muros de los predios del ISSS, recibieron machetazos en la cabeza y otras partes del cuerpo, hasta desmembrarlos, quedando en el lugar tr�gicas se�ales de la carnicer�a; pedazos de cr�neo, cuero cabelludo y masa cerebral, huellas de manos ensangrentadas que a�n pod�an observase al siguiente d�a.

 

         Las calles del paso a nivel y frente a la entrada principal del ISSS, fueron humedecidas con sangre, que ni las copiosas tormentas ca�das en d�as posteriores han logrado borrar totalmente.  Es la sangre de personas, emanada hasta morir o de personas que murieron instant�neamente.

 

         La persecuci�n lleg� hasta el interior del Hospital del Instituto Salvadore�o del Seguro Social, en donde capturaron a muchas personas entre m�dicos, personal auxiliar de �stos y empleados de diverso rango.

 

         Transcurridos ocho d�as, despu�s de la masacre, el n�mero de muertos y desaparecidos a�n no ha sido establecido.  Los cuerpos represivos, que recogieron los cad�veres y personas gravemente heridas, guardan completo silencio, lo cual ha dado base a la versi�n oficial, en el sentido de que solamente muri� un estudiante universitario.  Sin embargo, la verdad terminar� imponi�ndose y no ser�, precisamente, favorable a las versiones oficiales.

 

         Por otra parte, es digno de recalcar que los manifestantes en ning�n momento provocaron a los represores.  Sin embargo, en la noche del 30 de julio, el Ministerio de Defensa y Seguridad P�blica elabor� un bolet�n que deformaba totalmente la verdad: la pac�fica manifestaci�n fue calificada de �violenta manifestaci�n� y que hubo �llamados a los instigadores por medio de alto-parlantes, para que desistieran de su prop�sito de provocar des�rdenes�, cosas totalmente falsas, como falsas son tambi�n que la actitud violenta de que habla el bolet�n, se materializara �con el lanzamiento de granadas de f�sforo, cocteles molotov, ataques con armas contundentes y disparos de armas autom�ticas y semi-autom�ticas�.  Es falso, asimismo, que �como consecuencia de esta agresi�n� �que en verdad no la hubo�� hayan habido �diez agentes de los cuerpos de seguridad gravemente heridos�.

 

          3.          Posteriormente, otro reclamante inform� a la CIDH que como resultado de estos hechos, las siguientes personas hab�an muerto: 1) Guillermo Aparicio; 2) Mar�a E. Miranda y 3) Roberto A. Miranda; y que hab�an desaparecido y se presum�an muertas las siguientes: 1) Jos� Domingo Aldana; 2) Gilberto Ayala Garc�a; 3) Sergio Antonio Cabrera; 4) Napole�n Calder�n Grande; 5) Ricardo Cant�n Garc�a); 6) Romeo Cuadra; 7) Carlos A. Fonseca; 8) Daniel G�mez Mendoza; 9) Eber G�mez Mendoza; 10) Reinaldo Hasb�n Jim�nez; 11) Mar�a J. L�pez; 12) Marlene L�pez; 13) Elizabeth Milla; 14) Norma Nolasco; 15) Marta Pineda y 16) Oscar Rodas Lazo.  Asimismo, el reclamante agreg� que 17 personas conocidas hab�an resultado heridas. 

          4.          Durante la visita de la Comisi�n Especial de la CIDH A El Salvador, se recibi� en relaci�n al presente caso la siguiente denuncia: 

         En manifestaci�n realizada el 30 de julio de 1975 por la tarde y organizada por estudiantes universitarios, el se�or Jos� Domingo Aldana Guerra fue detenido al igual que muchos otros que no se sabe si murieron en el momento en que dicha manifestaci�n fue emboscada por autoridades de la polic�a y Guardia Nacional y atacados con armas de fuego, tanquetas, machetes, etc.  Despu�s el entonces Presidente de la Rep�blica hizo del conocimiento general por televisi�n que �nicamente 11 estudiantes estaban detenidos y les dieron libertad y con eso dio por concluido el caso y nuestros hijos no aparecieron.

 

          5.          Esta comunicaci�n, al igual que todas las dem�s recibidas durante la visita a El Salvador, fue analizada por la Comisi�n Especial y al determinarse su admisibilidad se inici� el tr�mite reglamentario. 

Caso 2336 

          6.          En comunicaci�n de 26 de julio de 1977, se denunci� el asesinato del Padre Alfonso Navarro Oviedo y el menor Luis Torres.  El reclamante relat� los hechos de la siguiente manera: 

         El Padre Alfonso Navarro Oviedo fue asesinado el d�a 11 de mayo a las 5:40 de la tarde.  El Padre Alfonso era p�rroco de la Iglesia de la Resurrecci�n que abarca populosas colonias, entre otras: Colonia Miramonte I y II, Toluca I y II, Universitaria I y II, habitadas por clase media alta, media y media baja.  La edad del Padre Alfonso era de 35 a�os.

 

         En varias ocasiones fue amenazado; hace unos meses, en el mes de febrero su casa sufri� un atentado terrorista destruyendo el garage de la casa rural y su carro.

 

         La tarde del asesinato hab�a estado en casa presidencial, llamado sobre la informaci�n que hab�a en contra de �l, por unas clases que dictaba en un colegio de la capital, despu�s pas� al Arzobispado a informar, luego lleg� a su casa, a los pocos minutos de llegar unos cuatro hombres llamaron, abri� la puerta un ni�o, sobre el cual dispararon y el Padre Navarro sali� al jard�n intentando escalar el muro; all� mismo segaron su vida, siete balazos sin salida dejaron en su cuerpo; a�n as� fue recogido con vida muriendo en un centro asistencial a las 3:30 p.m.

 

         El asesinato del Padre Navarro coincidi� con los dos meses de la muerte del Padre Rutilio Grande, S.J., asesinado en un pueblo a 33 kms. de El Salvador cuando iba a celebrar la misa a las 6 de la tarde. 

          7.          En una comunicaci�n posterior, la Comisi�n fue informada que el Padre Grande hab�a estado presente en la Plaza Libertad cuando, seg�n el reclamante, una muchedumbre protestaba por el resultado de los comicios del 20 de febrero de 1977, alegando un fraude masivo.  Dice la denuncia que: 

         En aquella ocasi�n, 27 de febrero, domingo, el Padre Navarro celebr� una misa ante aquella multitud pronunciando un serm�n impresionando sobre el papel del cristiano en el mundo de hoy y la necesidad de que los cristianos sepan descubrir qui�n es el l�der aut�ntico y ese no es nadie m�s que Jes�s.  El serm�n del Padre Navarro en el contexto salvadore�o era obvio y comprendido por todos ya que el candidato oficial hab�a elaborado toda su campa�a sobre la frase �el l�der de los salvadore�os�.  Este candidato hoy declarado por el Consejo Central de Elecciones, el Presidente elector, a pesar de las serias dudas sobre los comicios, es el General Romero, al cual se le achacan varias represiones, muertes de estudiantes, obreros y campesinos.  El final del serm�n en la Plaza Libertad fue: �si algo nos pasa por decir la verdad, ustedes ya saben qui�nes son los culpables�.

 

          8.          La Comisi�n transmiti�, por nota de 5 de diciembre de 1977, las partes pertinentes de la denuncia al Gobierno de El Salvador, en aplicaci�n del procedimiento especial contemplado en el Art�culo 53 de su Reglamento. 

          9.          Mediante nota 4026 del 13 de marzo de 1978, el Gobierno de El Salvador inform� sobre las muertes del Padre Navarro y el menor Luisito Torres lo siguiente: 

         ...

 

         3. Acerca del asesinato del Padre Alfonso Navarro Oviedo, la investigaci�n ha dado como resultado que el hecho ocurri� como a las 18:00 horas del d�a 12 de mayo de 1977, cuando el mencionado sacerdote, p�rroco de la iglesia de la Colonia Miramontes, en esta ciudad, estaba en su oficina parroquial acompa�ado del menor Luis Alfredo Torres.  Ambos fueron atacados a balazos por individuos desconocidos que previamente a la comisi�n del delito llegaron a tocar la puerta de la oficina, la cual abri� el referido menor.  Seg�n la investigaci�n, el Padre Navarro Oviedo se encontraba leyendo en una silla cuando el hecho delictivo fue cometido, seg�n lo declar� dicho menor antes de fallecer.

 

         El sacerdote y el menor fueron auxiliados por varias personas, inmediatamente despu�s que los atacantes se dieron a la fuga.  Las v�ctimas fueron trasladadas al Centro M�dico de Emergencia, donde fallecieron a consecuencia de las lesiones recibidas.

 

         Sobre este reprobable hecho, la Organizaci�n clandestina UNI�N GUERRERA BLANCA (UGB), de ultraderecha, se atribuy� haber cometido el hecho, como lo dio a conocer por noticias que subrepticiamente hizo llegar a los peri�dicos de este pa�s, publicadas el 13 de mayo de 1977 y de lo cual remito a usted fotocopia.

 

          Por otra parte, un oficio de la Corte Suprema de Justicia, que acompa�a a la antes citada nota, expresa lo siguiente sobre el caso: 

         6) Por el delito de homicidio en el Presb�tero Alfonso Navarro Oviedo, acaecido el d�a 11 de mayo del a�o pr�ximo pasado, principi� a conocer en las primeras diligencias de instrucci�n, la Juez Primero de Paz de esta ciudad, habiendo remitido el informativo oportunamente al Juez Primero de lo Penal de este Distrito Judicial, bajo cuyo conocimiento se encuentra actualmente el juicio. 

          10.          Durante la observaci�n in loco efectuada por la Comisi�n Especial de la CIDH, se recibi� una denuncia en la cual se suministraba informaci�n adicional sobre la muerte del Padre Navarro.  Dicha informaci�n fue transmitida al Gobierno mediante nota de 20 de abril de 1978.  El Gobierno contest� reiterando la misma informaci�n que consta en el p�rrafo anterior. 

Caso 2338 

          11.          Las muertes del Padre Rutilio Grande, S.J. y de sus acompa�antes Manuel Sol�rzano y Nelson Rutilio Lemus, ocurridas el 12 de marzo de 1977, fueron denunciadas a la Comisi�n mediante comunicaci�n de 26 de junio de 1977.  El reclamante present� la denuncia en los siguientes t�rminos: 

         La noche del s�bado 12 de marzo, el Padre Rutilio Grande, S.J., de 49 a�os de edad, de El Salvador, se dirig�a en auto a celebrar Misa en el pueblo de El Paisnal.  Iban con �l Manuel Sol�rzano, de 72 a�os y Nelson Rutilio Lemus, de 16.  Al pasar por unas plantaciones de ca�a sorpresivamente fueron atacados a fuego de metralla, muriendo los tres.

 

         El 13 de febrero el Padre Grande hab�a pronunciado un serm�n en una celebraci�n al aire libre para protestar la expulsi�n del Padre Mario Bernal.

 

         Algunos espectadores infieren que ese serm�n provoc� la muerte de Rutilio Grande.  �No tenemos m�s que un Padre, y todos somos hijos... todos somos hermanos, todos somos iguales.  Pero Ca�n es el engendro de los planes de Dios; y hay grupos de Ca�nes en este pa�s�.

 

         Hablando de Mario Bernal y del riesgo de ser cristiano, expres�: �Queridos hermanos y amigos, me doy perfecta cuenta que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podr�n cruzar las fronteras.  S�lo nos llegar�n las cubiertas, ya que todas las p�ginas son subversivas �contra el pecado, se entiende.  De manera que si Jes�s cruza la frontera cerca de Chalatenango, no lo dejar�n entrar.  Le acusar�an al Hombre-Dios, al prototipo del hombre, de agitador, de forastero jud�o, que confunde al pueblo con ideas ex�ticas y for�neas, ideas contra la democracia, esto es, contra las minor�a.  Ideas contra Dios, porque es un clan de Ca�nes.  Hermanos, no hay duda que lo volver�an a crucificar.  Y lo han proclamado�.

 

         Un mes m�s tarde, el s�bado 12 de marzo, el Padre Grande pasaba en auto por las plantaciones de ca�a a celebrar Misa en el Paisnal, donde hab�a vivido en su ni�ez.  Los asesinos lo acribillaron con m�s de 10 balas en el cuerpo; salvo una, todas eran mortales.  De acuerdo con una versi�n, se hab�a volcado el auto.  El anciano y el joven presumiblemente fueron muertos para que no hubiese testigos. Se dice que soltaron a dos o tres ni�os peque�os que iban con ellos. Las autoridades no quer�an involucrarse ordenando una autopsia, as� que los Jesuitas contrataron a un m�dico con experiencia forense. �ste opin� que los disparos se hab�an originado desde por lo menos cinco lugares distintos y que el arma empleada era una metralleta usada por la polic�a.

 

         Varios indicios se�alan la complicidad del Gobierno.  Al cabo de una hora, se cort� el servicio telef�nico con Aguilares, aunque no se interrumpi� en los pueblos vecinos.  Cuando muy poca gente ten�a conocimiento del asesinato, el Presidente Molina llam� al Arzobispo Oscar Romero para expresarle sus condolencias (aunque los peri�dicos informaron que fue el Arzobispo quien hizo la llamada).

 

          12.          La Comisi�n resolvi� aplicar a esta denuncia el procedimiento especial establecido en el Art�culo 53 de su Reglamento y transmiti� las partes de �sta al Gobierno de El Salvador el 19 de septiembre de 1977. 

          13.          Mediante la antes citada nota 4026, de 13 de marzo de 1978, el Gobierno de El Salvador suministr� la siguiente informaci�n: 

         En cuanto al caso 2338, relativo a los delitos de homicidio del presb�tero Rutilio Grande, Manuel Sol�rzano y Nelson Rutilio Ch�vez Lemus:

 

         El d�a 12 de marzo de 1977, como a las 18:30 horas y como a un kil�metro de distancia de la ciudad de Aguilares y sobre la carretera que conduce a dicho lugar a la Villa de El Paisnal, individuos desconocidos dieron muerte al mencionado presb�tero, quien se desempe�aba como p�rroco en la referida ciudad, en ocasi�n en que dicho sacerdote se conduc�a en el veh�culo placa P-97449, marca �Volkswagen�, color blanco, capota negra, en compa��a del se�or Manuel Sol�rzano y del menor Nelson Rutilio Ch�vez Lemus.

 

         El cad�ver del padre Grande y los otros fallecidos fueron reconocidos por el Juez de Paz de Aguilares, ciudad de donde se conduc�an, presentando el cad�ver del presb�tero Grande, 18 perforaciones de bala en distintas partes del cuerpo; el del se�or Manuel Sol�rzano, 10 perforaciones y el del menor Ch�vez Lemus, 5 impactos de bala en la cabeza.

 

         El veh�culo en que se conduc�an el Padre Grande y sus acompa�antes fue encontrado a un lado de la carretera y presentaba perforaciones de bala al parecer calibre 45, en la parte delantera y muchos impactos m�s peque�os en la parte trasera de los asientos, presumiendo eran de escopeta, por las vainillas encontradas en el lugar del hecho.

 

         Seg�n se sabe, en el lugar de la emboscada fue visto con anterioridad a la comisi�n de los tres homicidios, un individuo de nombre Benito Estrada, a quien persigue la justicia por recaer graves sospechas sobre su persona.  Hasta hoy no se ha logrado su captura. 

          De su parte, el oficio de la Corte Suprema de Justicia, anexo a la nota 4026, dice as�: 

         3) Por los delitos de homicidio en el presb�tero Rutilio Grande, Manuel Sol�rzano y Nelson Rutilio Lemus, acaecido el 12 de marzo de 1977, principi� a conocer el Juez de Paz de la poblaci�n de Aguilares quien se aperson� pronta y cumplidamente al lugar de los hechos para la pr�ctica de las primeras diligencias de instrucci�n, habiendo remitido tales diligencias al se�or Juez de Primera Instancia del Distrito Judicial de Quezaltepeque, quien ha continuado tramit�ndolo.

 

          14.          El Arzobispado de San Salvador emiti� varios comunicados sobre el asesinato del Padre Rutilio Grande y sus dos acompa�antes.  Por considerarlos relevantes, a continuaci�n se transcriben algunos p�rrafos del Bolet�n No. 4, de fecha 13 de marzo de 1977: 

         1. HECHOS

 

         La Secretar�a de prensa del Arzobispado de San Salvador, hace del conocimiento p�blico que el d�a de ayer, s�bado doce de marzo, a eso de las cinco de la tarde, fue cobardemente asesinado el padre RUTILIO GRANDE, jesuita, p�rroco de Aguilares.  En el mismo acto fueron tambi�n asesinadas dos personas que acompa�aban al padre Grande, quien se dirig�a hacia su pueblo natal, El Paisnal, para celebrar la Santa Misa.  Los nombres de estas otras v�ctimas son: el se�or MANUEL SOL�RZANO, de setenta a�os de edad y el joven NELSON RUTILIO LEMUS, de quince.

 

         El Padre Rutilio Grande y sus dos acompa�antes fueron sorprendidos por la espalda y acribillados a balazos, por personas desconocidas, para perpetrar este crimen se usaron balas de alto calibre, que traspasaron las l�minas y asientos del carro que manejaba el citado sacerdote, haciendo impacto mortal en los cuerpos de las tres v�ctimas.

 

         Un m�dico con experiencia de forense hizo el reconocimiento de los cad�veres, a solicitud de las autoridades eclesi�sticas, a fin de que su dictamen profesional pueda servir de base a una posterior investigaci�n judicial, para que este horrendo crimen no se quede en el misterio, como suele suceder frecuentemente en casos similares. Fue notoria la ausencia de las autoridades que oficialmente suelen prestar ayuda en estos casos.  Adem�s, el servicio p�blico de tel�fono de Aguilares no funcionaba.

 

         El Se�or Arzobispo, Monse�or Oscar A. Romero, ha pedido formalmente al Se�or Presidente de la Rep�blica, que las autoridades competentes lleven a cabo una investigaci�n exhaustiva, para aclarar tan alevoso crimen y castigar a los culpables.

 

          15.    Al d�a siguiente, el Arzobispo hizo p�blico otro Bolet�n.  �ste dice as�: 

         ACLARACI�N ARZOBISPAL SOBRE LA MUERTE DEL PADRE RUTILIO GRANDE S.J. Y SUS ACOMPA�ANTES.

 

         Al leer la informaci�n bastante detallada que nos ofrecen este mismo d�a lunes El Diario de Hoy y la Prensa Gr�fica, sobre el asesinato del Rev. Padre Tulio Grande y sus acompa�antes Nelson Rutilio Ch�vez de 16 a�os y Manuel Sol�rzano de 72, la Secretar�a de Prensa del Arzobispado se permite hacer la presente aclaraci�n ante el pueblo salvadore�o, para borrar una imagen distorsionada y falsa del horrendo sacrilegio:

 

         1. Que los m�viles del vil asesinato del P�rroco de Aguilares, no son los mismos que provocan un crimen vulgar.  La verdadera causa que motiv� su muerte es la intensa labor pastoral de tipo conscientizador y prof�tico que el referido p�rroco desarrollaba en todos los �mbitos de su Parroquia.  El Padre Grande, sin lastimar y violentar a sus fieles en la pr�ctica de su religi�n popular, fue formando lentamente una verdadera comunidad de fe, de esperanza y de amor entre ellos; haciendo consciencia de su dignidad de personas, de sus derechos fundamentales propios de todo hombre y tambi�n de su promoci�n humana.  Es decir, que llevaba una labor de promoci�n humana integral.  Esta labor eclesial posconciliar, ciertamente no es agradable para todos, porque despierta la consciencia de las personas. Es una labor que estorba a muchos; y para terminar con ella, hab�a que liquidar a su promotor.  En nuestro caso al Padre Rutilio Grande.

 

         2. Que no es cierto que el Padre Rutilio y sus acompa�antes hayan sido acribillados con escopetas.  El dictamen de un m�dico con experiencia de forense y el impacto destructor y mortal que las balas de alto calibre provocaron en el auto y en las personas, demuestra que se us� para este crimen, armas pesadas.

 

         3. Que no fue el Sr. Arzobispo quien la noche del s�bado llam� al Sr. Presidente de la Rep�blica, sino viceversa.

 

         El Sr. Presidente hizo presente su p�same al Sr. Arzobispo y le prometi� investigar el crimen.  Y eso es precisamente lo que pide el Se�or Arzobispo, el Clero y el pueblo cat�lico, una investigaci�n exhaustiva de parte del Gobierno, ya que s�lo �l tiene los mecanismos y medios para hacerlo.  El pueblo espera esa aclaraci�n de las autoridades; de lo contrario quedar� del hecho delictuoso una imagen desfavorable para el gobierno.

 

          16.          Durante la visita, la Comisi�n Especial recibi� numerosas denuncias nuevas relacionadas a la privaci�n del derecho a la vida, y obtuvo informaci�n adicional sobre los casos arriba citados.  Con base en las comunicaciones recibidas durante su visita a El Salvador, la CIDH ha abierto 27 casos nuevos que incluyen 37 personas, cuyas muertes de acuerdo a los reclamantes, se imputan a las autoridades. 

          17.          La CIDH y la Comisi�n Especial recibieron varias versiones sobre los hechos ocurridos en la noche del 27 de febrero de 1977.  Seg�n algunos denunciantes, una multitud de simpatizantes del candidato presidencial de la Uni�n Nacional Opositora (UNO), Coronel Ernesto Claramount, se congreg� en la Plaza Libertad de San Salvador para protestar contra la decisi�n de otorgar la victoria al candidato del Partido de Conciliaci�n Nacional (PCN), General Carlos Romero.  Los informantes coinciden en se�alar que pasada la media noche, cuando la mayor�a de las personas se hab�an retirado, la plaza fue rodeada por las fuerzas de seguridad y poco tiempo despu�s que se conmin� a todos a retirarse, las tropas abrieron fuego sobre los que todav�a quedaban en el lugar.  Los estimados del n�mero de personas muertas con motivo de esa acci�n han variado grandemente.  L�deres de los partidos de la oposici�n declararon a la Comisi�n Especial que varios cientos hab�an perecido esa noche.  Otras fuentes han suministrado a la Comisi�n la cifra de alrededor de 100 muertos.3  Por otra parte, las autoridades salvadore�as admitieron a la Comisi�n Especial durante la observaci�n �in loco�, que esa noche muri� una persona, pero negaron que las tropas hubiesen disparado sobre la multitud. 

          18.          Adem�s de estas denuncias, varias fuentes informaron a la Comisi�n Especial que numerosas personas hab�an muerto y desaparecido bajo circunstancias verdaderamente alarmantes.  Se�alaron los informantes, a t�tulo de ejemplo, los hechos ocurridos en la manifestaci�n estudiantil el 30 de julio de 1975 y en la Plaza Libertad el 27 de febrero de 1977.  Alegaron tambi�n, que como consecuencia de las medidas adoptadas por el Gobierno en el sentido de recoger los cuerpos de los muertos y heridos despu�s de enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y de enterrarlos en lugares secretos o desaparecerlos, as� como la campa�a intimidatoria dirigida a atemorizar a los familiares de las v�ctimas para que no presenten denuncias, han surgido serias dificultades para precisar la magnitud de las muertes ocurridas. 

          19.          Por otra parte, la Comisi�n Especial recibi� las observaciones de las autoridades sobre la situaci�n general en el pa�s concerniente al derecho a la vida y de los casos principales en los cuales se ha denunciado a la CIDH violaciones al derecho a la vida.  Las autoridades expresaron que las denuncias recibidas por la Comisi�n en el caso de la manifestaci�n estudiantil del 30 de julio de 1975, en los sucesos ocurridos en la Plaza Libertad de San Salvador en la noche del 27 de febrero de 1977, y en Aguilares en mayo de 1977, as� como en otros encuentros que recibieron menos publicidad, hab�an sido considerablemente exageradas.  Es m�s, las autoridades a�adieron que en Aguilares y Plaza Libertad solamente una persona en cada caso hab�a muerto, y que estos hechos fueron el resultado del intento de las v�ctimas de arrebatar las armas a miembros de los cuerpos de seguridad.  En ambas situaciones, seg�n las autoridades, los agentes del orden p�blico hab�an actuado con comedimiento, utilizando la m�nima fuerza necesaria para cumplir con su misi�n de mantener el orden.  Las autoridades manifestaron que en Aguilares las fuerzas de seguridad buscaban contrabando y que en la Plaza Libertad el orden p�blico qued� seriamente amenazado por la gran concentraci�n de personas all� reunidas para protestar por el resultado de las elecciones. 

          20.          El informe de la Guardia Nacional, presentado el d�a 18 de enero de 1978 a la Comisi�n Especial durante la observaci�n �in loco�, expresa lo siguiente sobre los sucesos de Aguilares: 

         En el mes de mayo de 1977 se tuvo conocimiento que en una casa ubicada en el centro de la ciudad de Aguilares, se almacenaba armamento y material explosivo y a la vez ser�a de refugio a elementos subversivos terroristas.  Comprobada dicha informaci�n a las 7:00 horas del d�a 19 del mismo mes, al efectuarse un operativo con elementos de la Fuerza Armada y de los Cuerpos de Seguridad y en momentos que �stos se aproximaban a la expresada casa, un grupo de individuos civiles corri� a refugiarse en la misma casa y acto seguido hicieron fuego contra las tropas, con armas de distinto calibre, dando muerte al soldado JOS� CARLOS GUARDADO.  Los elementos de tropa al repeler la agresi�n penetraron a la casa mencionada, encontrando en su interior gran cantidad de armas y explosivos, lo mismo que abundante propaganda subversiva de la organizaci�n clandestina autollamada �FUERZAS POPULARES DE LIBERACI�N FARABUNDO MART͔. 

          21.          Con respecto a los alegatos de las muertes de los estudiantes el 30 de julio de 1975, las autoridades negaron categ�ricamente que una masacre hubiese ocurrido.  De acuerdo a su versi�n, una tumultuosa manifestaci�n estudiantil hab�a sido detenida por los cuerpos de seguridad utilizando la fuerza necesaria, que en todo caso fue moderada, raz�n por la cual hubo pocas v�ctimas. 

          22.          Los puntos de vista del Gobierno sobre las denuncias recibidas por la Comisi�n fueron compartidos por las autoridades universitarias y los representantes de los diferentes grupos empresariales.  Asimismo, las autoridades universitarias apoyaron la negaci�n del Gobierno de que hubiese ocurrido una masacre de estudiantes.  Sin embargo, representantes de los partidos pol�ticos de la oposici�n, autoridades eclesi�sticas y numerosos individuos negaron enf�ticamente las versiones proporcionadas por el Gobierno. 

          23.          Varias personas que alegaron haber presenciado tanto la supuesta masacre de los estudiantes como la subsecuente acci�n de las autoridades de recoger los cuerpos de los estudiantes que yac�an en el suelo, presentaron testimonio a la Comisi�n Especial.  Las descripciones de los hechos suministradas por estas personas, en algunos casos sobre el terreno mismo de los acontecimientos, coinciden en la substancia con las denuncias recibidas por la CIDH. 

24.                Si bien es dif�cil para la Comisi�n Especial establecer el n�mero de personas que han perdido la vida, as� como determinar las personas o grupos responsables de cada caso, la variedad de los datos y elementos de juicio que obran en poder de la Comisi�n permiten llegar a la conclusi�n de que las actuaciones de los cuerpos de seguridad y de la organizaci�n paramilitar conocida como �ORDEN� han resultado en la p�rdida de un n�mero considerable de vidas.


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1   Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos.

Art�culo 4

1.            Toda persona tiene derecho a que se respete su vida.  Este derecho estar� protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepci�n.  Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente.

2.            En los pa�ses que no han abolido la pena de muerte, �sta s�lo podr� imponerse por los delitos m�s graves, en cumplimiento de sentencia ejecutoriada de tribunal competente y de conformidad con una ley que establezca tal pena, dictada con anterioridad a la comisi�n del delito.  Tampoco se extender� su aplicaci�n a delitos a los cuales no se la aplique actualmente.

3.            No se restablecer� la pena de muerte en los Estados que la han abolido.

4.            En ning�n caso se puede aplicar la pena de muerte por delitos pol�ticos ni comunes conexos con los pol�ticos.

5.            No se impondr� la pena de muerte a personas que, en el momento de la comisi�n del delito, tuvieren menos de dieciocho a�os de edad o m�s de setenta, ni se le aplicar� a las mujeres en estado de gravidez.

6.            Toda persona condenada a muerte tiene derecho a solicitar la amnist�a, el indulto o la conmutaci�n de la pena, los cuales podr�n ser concedidos en todos los casos.  No se puede aplicar la pena de muerte mientras la solicitud est� pendiente de decisi�n ante autoridad competente.

2   De acuerdo a una versi�n recibida por la Comisi�n Especial durante la visita, los hechos ocurrieron as�:

El 27 de febrero la multitud en la Plaza Libertad ten�a, seg�n algunos informes, reunidas de 40 a 60.000 personas.  Esa noche se dijo misa en la plaza por un sacerdote salvadore�o, Padre Alfonso Navarro, quien fue muerto algunas semanas despu�s por la Uni�n de Guerreros Blancos.  Seguido de la misa la mayor�a de la multitud se dispers�. A eso de las 12:30 p.m. de la ma�ana del 28 de febrero, la Plaza Libertad fue acordonada por tropas y polic�as con tanques, carros armados y jeeps.  A los manifestantes, que en ese momento sumaban cerca de 6.000, se les dio diez minutos para que se dispersaran.  Muchos se fueron.  Entonces las fuerzas de seguridad abrieron fuego.  El Coronel Claramount y un estimado de 1.500 a 2.000 personas inclusive mujeres y ni�os, se refugiaron en la Iglesia de El Rosario junto a la plaza.  Entonces lanzaron granadas de gas dentro de la iglesia y algunas personas salieron, aunque hay informes contradictorios del n�mero que escap�.  Finalmente, a eso de las 4:30 a.m. se acord� una tregua, luego de la intervenci�n del Obispo auxiliar de San Salvador, y la Cruz Roja fue autorizada para sacar a la gente de la iglesia.  El Gobierno dio al Coronel Claramount un ultimatum:  ser detenido por los militares, someterse a arresto domiciliario o salir al exilio.  Una vez que opt� por el exilio y firm� una declaraci�n de que abandonaba el pa�s voluntariamente, fue puesto en un avi�n de la fuerza a�rea y llevado a Costa Rica.  Su compa�ero de candidatura, Antonio Morales Ehrlich y otros dirigentes de la UNO se han escondido, han sido detenidos o han �desaparecido�.

Al salir el sol los manifestantes se reunieron nuevamente en el centro de San Salvador, que entonces ya estaba ocupado por el ej�rcito y la polic�a.  Los manifestantes quemaron autom�viles y atacaron edificios del Gobierno y las oficinas del peri�dico gubernamental La Prensa Gr�fica.  Muchas personas que volvieron al trabajo en respuesta al aviso del Gobierno hecho por la radio, de que todo estaba en calma, resultaron heridas cuando las tropas abrieron fuego contra los manifestantes.  Una demostraci�n en Santa Ana, la segunda ciudad del pa�s, fue disuelta en forma parecida. Esa noche el Gobierno declar� estado de sitio, suspendi� todas las libertades constitucionales de expresi�n y reuni�n, y culp� a los agentes de �la subversi�n comunista� de la violencia.

Al final del d�a hubo arrestos masivos, cientos de heridos y varias muertes. Hay informes contradictorios sobre el n�mero de personas muertas.  El Gobierno oficialmente admiti� ocho muertos; pero algunos observadores afirman que fueron de 40 a 60, si bien otras fuentes calcularon entre 100 y 300 muertos.

3   Durante la visita de la Comisi�n Especial, la Guardia Nacional de El Salvador present� un informe en el cual se comunica lo siguiente sobre los hechos acaecidos en Santa Ana:

El d�a 18 de julio de 1975, en la ciudad de Santa Ana se tuvo conocimiento que un grupo de agitadores se dispon�a a efectuar un DESFILE BUFO en el interior de la misma, con punto de reuni�n inicial en el Centro Universitario de la mencionada ciudad; con tal informaci�n disponible, se previno a los organizadores para que desistieran de su intenci�n ya que al efectuar des�rdenes con da�os a las personas y propiedades, se pondr�an al margen de la ley.  No obstante lo anterior, el d�a 25 del mismo mes se llev� a cabo la concentraci�n de un grupo numeroso de personas encabezadas por agitadores, en donde se manifestaba la intenci�n de salir a la ciudad para causar los da�os y des�rdenes que ya ten�an planificado.  En vista de lo anterior, las Fuerzas de Seguridad fueron colocadas en calles inmediatas al referido centro y de esta manera se evit� la salida del desfile.  Las Fuerzas de Seguridad en ning�n instante penetraron al Centro Universitario.