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CAPITULO VII

DERECHO A LA LIBERTAD RELIGIOSA Y DE CULTO

 

A. CONSIDERACIONES GENERALES

1. El derecho a la libertad religiosa y de culto es reconocido por la Declaraci�n Americana cuando estipula:

Art�culo III. Toda persona tiene el derecho a profesar libremente una creencia religiosa y de manifestarla y practicarla en p�blico y en privado.

2. El enunciado de tipo general contenido en la Declaraci�n ha sido precisado en la Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos. Si bien este instrumento no es aplicable a Cuba por no ser pa�s signatario del mismo, la Comisi�n encuentra de inter�s tomar en cuenta algunas de sus disposiciones pertinentes a fin de lograr una delimitaci�n m�s exacta de los alcances concretos del derecho bajo examen, as� como de los l�mites dentro de los cuales el mismo puede ser ejercido.

3. Adem�s de la libre profesi�n y pr�ctica --p�blica y privada—de una creencia religiosa, la Convenci�n Americana incluye otros derechos que se encuentran necesariamente asociados al ejercicio de esas libertades (Art. 12). Incorpora as� la libertad de divulgar la religi�n por parte de los creyentes y el derecho de los padres o tutores "a que sus hijos o pupilos reciban la educaci�n religiosa y moral que est� de acuerdo con sus propias convicciones" (inc. 4). Asimismo, la Convenci�n Americana impone al Estado el deber de respetar estas libertades y de no adoptar medidas restrictivas que indirectamente pudiesen menoscabarlas. Por su parte, los l�mites al ejercicio del derecho a la libertad religiosa y de culto deben estar fijados por la ley y ser los necesarios "para proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral p�blica o los derechos o libertades de los dem�s" (inc. 3).

 

B. EL MARCO LEGAL

4. El dispositivo fundamental que regula el ejercicio del derecho a la libertad religiosa y de culto en Cuba, es el art�culo 54 de la Constituci�n que estipula:

El estado socialista, que basa su actividad y educa al pueblo en la concepci�n cient�fica materialista del universo, reconoce y garantiza la libertad de conciencia, el derecho de cada uno a profesar cualquier creencia religiosa y a practicar, dentro del respeto a la ley, el culto de su preferencia.

La ley regula las actividades de las instituciones religiosas.

Es ilegal y punible oponer la fe o la creencia religiosa a la Revoluci�n, a la educaci�n o al cumplimiento de los deberes de trabajar, defender la patria con las armas, reverencias sus s�mbolos y los dem�s deberes establecidos por la Constituci�n.

5. Cabe destacar, en primer lugar, que este art�culo utiliza la expresi�n "reconoce" al referirse al derecho analizado. Ello es positivo en la medida que revela una concepci�n del derecho bajo examen como algo inherente a la persona humana y a la cual le corresponde por su calidad de tal. Sin embargo, se presentan nuevamente en este art�culo expresiones ambiguas que impiden que el mismo funcione como garant�a adecuada del derecho proclamado. As�, considerar "ilegal y punible oponer la fe o la creencia religiosa a la Revoluci�n" es dejar a los cuerpos pol�ticos la tarea de interpretar los alcances legales de eventuales creencias o acciones opuestas "a la Revoluci�n".

6. Igualmente, el dispositivo analizado introduce otra de las frecuentes profesiones de fe doctrinarias al establecer que "El Estado socialista, que basa su actividad y educa al pueblo en la concepci�n materialista del universo …" De este texto se deriva una discriminaci�n indirecta de los creyentes en relaci�n al desempe�o de funciones estatales, debido al materialismo en que el Estado fundamenta sus actividades. Asimismo, impide a los padres decidir acerca del tipo de educaci�n que desear�an dar a sus hijos en el �mbito religioso o moral. El art�culo 54 analizado refuerza, de esta forma, el contenido dogm�tico de la ense�anza, que es una de sus caracter�sticas tal como fuera expuesto en el Cap�tulo XI de este Informe.

 

C. LA PRACTICA

7. Para evaluar la pr�ctica del Gobierno de Cuba en relaci�n al ejercicio del derecho a la libertad religiosa y de culto se debe analizar, por una parte, las modalidades asumidas por las relaciones de ese Gobierno con las instituciones religiosas existentes en la isla, en lo referente tanto a las actividades directamente vinculadas con el culto, como a las acciones indirectamente relacionadas con �l y que tradicionalmente hab�an venido siendo desempe�adas por las iglesias hasta 1959. Por otra parte, debe abarcar el examen de los condicionamientos ideol�gicos y pr�cticos que operan sobre los creyentes en el desempe�o de las actividades sociales y pol�ticas en general. Ello ser� objeto de la presentaci�n que sigue.

 

1. Relaciones del Gobierno con las Instituciones Religiosas

8. La Iglesia Cat�lica y Protestante hab�an desempe�ado en Cuba, hasta el advenimiento del actual r�gimen pol�tico, actividades similares a las realizadas en la mayor parte de pa�ses de Am�rica Latina. As�, a las acciones de culto religioso --incluidas las de divulgaci�n p�blica de sus creencias-- se sumaban aquellas actividades que se relacionaban indirectamente con el ejercicio religioso, entre las cuales debe mencionarse especialmente a la educaci�n y a la ayuda social a los sectores desfavorecidos. Igualmente, las instituciones confesionales, de manera particular la Iglesia Cat�lica, gozaban de una presencia que le proporcionaba un relativo nivel de influencia pol�tica.

9. Cabe tener presente, en relaci�n a las actividades mencionadas, que las fronteras entre ellas no se encontraban n�tidamente delimitadas; por el contrario, se daba una superposici�n en la que resultaba --y resulta-- dif�cil precisar el impacto social y pol�tico efectivo de alguna o varias de esas acciones.

10. En lo referente a esta delimitaci�n de las diversas categor�as de actividades y a su eventual impacto pol�tico y social, una correcta evaluaci�n de la vigencia del derecho a la libertad religiosa implica asumir una posici�n respecto al marco en que las acciones concretas se ubican. Resulta indudable que las actividades religiosas poseen una dimensi�n social; el contenido �tico de las concepciones religiosas puede traducirse en postulado de car�cter general que sirvan tanto para evaluar fen�menos concretos en el �mbito econ�mico, social y pol�tico, como para guiar las conductas pr�cticas de los creyentes en determinados momentos de la vida pol�tica de un pa�s.

11. Adem�s, estos postulados generales aplicados al quehacer social concreto, pueden convertirse en la base ideol�gica que sustenta una acci�n pol�tica. En esta calidad, ellos son, por una parte, elementos leg�timos de un orden pol�tico democr�tico y, por otra parte, se independizan relativamente de las concepciones originales en que se basan para ser sometidos a las mismas condiciones que otros postulados pol�ticos; son por tanto, susceptibles de la cr�tica te�rica y pr�ctica, as� como de eventual modificaci�n. Este �ltimo aspecto es el que los distingue de la base confesional en que se sustentan y, en ese sentido, se convierten en pautas de conducta deseable pero no obligatoria. Prueba de ello es que pueden adherir a estos postulados sociales personas que no pertenecen a la religi�n de la que ellos se derivan y, a la inversa, fieles de la creencia religiosa en cuesti�n pueden, leg�timamente, sustentar concepciones pol�ticas diferentes.

12. Lo apuntado hasta aqu� permite considerar que existe un n�cleo de creencias religiosas que se trasuntan en actividades concretas incluyendo la pr�ctica del culto; �ste es el contenido fundamental del derecho a la libertad religiosa. De estas creencias b�sicas pueden deducirse postulados doctrinarios que sirvan de sustento a modelos de organizaci�n econ�mica, social y pol�tica; en tal car�cter, ellos y las acciones en ellos inspiradas escapan al �mbito de la religi�n e ingresan al campo de la pol�tica; su protecci�n, por tanto, es materia derivada de la vigencia de los derechos pol�ticos.

13. En Cuba, la acci�n de un conjunto de condicionantes determin� que la tenue frontera entre ambos tipos de acciones se hiciera m�s imprecisa y tendiera casi a desaparecer, situaci�n especialmente aguda en los primeros a�os del actual r�gimen pol�tico cubano, debido a la hiperpolitizaci�n que provoc� el proceso. El antagonismo que marc� las relaciones del Gobierno con las instituciones religiosas se vio agudizado por la diferente base social en que fundamentaban su acci�n �stas y aqu�l; por el contexto internacional en que el proceso cubano se produc�a; y por la rigidez de los planteos ideol�gicos tanto del Gobierno como de las iglesias, en especial de la Iglesia Cat�lica en la cual a�n no se hab�a producido la flexibilizaci�n de su doctrina social que luego tuvo lugar a partir del Concilio Vaticano Segundo.

14. En relaci�n a los sectores sociales en que las instituciones religiosas ten�an mayor influencia, de manera general puede se�alarse que la sociedad cubana conoc�a, en v�speras de 1959, un elevado nivel de secularidad; carec�an por ello las iglesias de la marcada influencia que caracteriza su quehacer en otras sociedades latinoamericanas. Esta influencia, de por s� limitada, se circunscrib�a fundamentalmente a las clases media y alta, siendo muy escasa entre los estratos m�s bajos de la sociedad.

15. As�, por ejemplo, la Agrupaci�n Cat�lica realiz� en 1957 un estudio de 4.000 jefes de familia rurales el cual revel� que el 53.51% nunca hab�a visto un sacerdote; el 36.74% se�al� que s�lo lo conoc�an de vista y s�lo el 7.81% declar� haber tenido trato personal con uno. Tambi�n comprueba la debilidad de la iglesia en las zonas rurales el hecho de que el 41.41% de los encuestados declar� no tener religi�n alguna, mientras que el 52.10% se identific� como cat�lico, el 3.26% como protestante y el 1.09% como espiritista. De los cat�licos, el 88.84% no hab�a asistido nunca a misa y s�lo el 4.25% lo hab�a hecho tres o m�s veces por a�o. M�s a�n, cuando se les pregunt� qu� instituci�n les ayudar�a m�s a mejorar a todos los trabajadores rurales s�lo un 3.43% mencion� a la iglesia. La mayor�a mencion� al gobierno (68.73%) o al empleador (16.72%).1

16. Un fen�meno similar afectaba a las iglesias protestantes, a lo cual deb�a sumarse su estrecha identificaci�n con las correspondientes iglesias en los Estados Unidos. As�, en 1940 ya se hab�a se�alado que:

"La iglesia evangelista no ha ajustado su programa, mantenimiento y liderazgo a las condiciones econ�micas y sociales de Cuba. La iglesia es una instituci�n de clase media y costosa en medio de una mayor�a de clase baja y pobre. Es una instituci�n anglo-sajona y democr�tica en una sociedad latina y feudal. Es una instituci�n urbanizada que busca expandirse en un ambiente rural".2

17. Dos elementos adicionales contribuyeron a agudizar los enfrentamientos del Gobierno con las iglesias en el campo pol�tico. Por una parte, el ambiente de "guerra fr�a" que caracterizaba la escena internacional y que llev� a las superpotencias a influir marcadamente en la polarizaci�n interna de las posiciones, hecho asumido y desarrollado por los liderazgos de las facciones pol�ticas en pugna. Por otra parte, y en referencia a la Iglesia Cat�lica, la ya mencionada rigidez organizativa y doctrinal caracter�stica del per�odo previo al Concilio Vaticano Segundo.

18. En este contexto, en marzo de 1959, la Iglesia Cat�lica expres� su preocupaci�n por una ley de educaci�n que prohibir�a la instrucci�n religiosa en las escuelas p�blicas. La jerarqu�a eclesi�stica sostuvo que el problema pod�a solucionarse si se permit�a a capellanes impartir esa instrucci�n en las escuelas. La cuesti�n perdi� vigencia cuando el gobierno ampli� el n�mero de escuelas primarias y secundarias para las cuales no hab�a capellanes suficientes. La propuesta de suspender los grados y materias acreditadas en las universidades privadas para equiparar las p�rdidas sufridas por los estudiantes de la Universidad de La Habana, que hab�a permanecido cerrada desde 1956 hasta 1958 por el depuesto Presidente Batista, gener� fuertes protestas de la Universidad Cat�lica de Villanueva y de la Universidad Protestante Candler. La disputa se resolvi� eventualmente suspendi�ndose la validez de los grados y materias acreditadas por dos a�os.

19. El primer conflicto serio con los miembros de la iglesia provino de la circulaci�n del proyecto de ley de reforma agraria en mayo de 1959. Bien acogida por el Obispo Evelio D�az, de La Habana, en nombre de la jerarqu�a eclesi�stica, fue condenada por la Agrupaci�n Cat�lica. La cuesti�n de la reforma agraria ayud� a convocar a reuni�n a sesenta y dos sacerdotes en Bel�n, colegio jesuita del Presidente Castro, en junio de 1959, para examinar la situaci�n pol�tica en general. Aunque no fue posible lograr unanimidad de criterios, la reuni�n sirvi� para reforzar las preocupaciones de aquellos cl�rigos temerosos del rumbo marxista del r�gimen y despu�s de ella fueron m�s los sacerdotes que utilizaron los p�lpitos para criticar la direcci�n de la revoluci�n. Los protestantes compart�an algunas de las mismas inquietudes y, en general, sent�an que el gobierno era m�s radical de lo que se esperaba. En general, hubo una preocupaci�n creciente en la Iglesia Cat�lica por la vigencia de la propiedad privada, piedra fundamental de su doctrina social.

20. Las divisiones que surgieron, tanto en la Iglesia Cat�lica como en la Protestante, limitaron en gran medida de la capacidad de ambas de influir en el curso del proceso pol�tico. Esto las llev� a reaccionar con lentitud a las iniciativas del Gobierno y con limitaciones en la formulaci�n de alternativas. Las divisiones entre la jerarqu�a eclesi�stica se vieron exacerbadas por las conflictivas presiones emanadas de los laicos.

21. Ante el colapso de los partidos pol�ticos tradicionales frente a los planteos y medidas del Gobierno, las iglesias --en especial la Cat�lica-- fueron convirti�ndose en catalizadoras de la oposici�n al r�gimen. As�, m�s de un mill�n de personas asistieron al Congreso Cat�lico Nacional en noviembre de 1959, cuando la concurrencia normal a ese acto hab�a sido de alrededor de 10.000 personas en a�os anteriores. Fue en ese ambiente en el que las procesiones religiosas comenzaron a convertirse en reuniones antigubernamentales y que partidarios del r�gimen comenzaron a interrumpir los servicios religiosos y a invadir las casas parroquiales.

22. En el oto�o de 1960 los obispos cubanos emitieron una serie de cartas pastorales en las que declaraban que, en cualquier conflicto que tuvieran Estados Unidos y la Uni�n Sovi�tica a causa de Cuba, ellos apoyar�an al primero. Estos documentos, al aparecer despu�s de las nacionalizaciones de propiedades norteamericanas en junio de 1960, pusieron a la Iglesia Cat�lica en clara oposici�n a la revoluci�n. Esta situaci�n revela la influencia del clima de guerra fr�a que se viv�a a nivel mundial, caracterizado por la polarizaci�n y enfrentamiento entre las dos grandes potencias que pugnaban por lograr adhesiones al interior de Cuba, impidiendo, de esta forma, adoptar posiciones que respondieran de manera adecuada a la verdadera naturaleza social y nacional de los conflictos pol�ticos suscitados.

23. La invasi�n de Playa Gir�n, llevada a cabo el 17 de abril de 1961, fue comandada por Manuel Artim�, de Agrupaci�n Cat�lica, y acompa�ada por cuatro sacerdotes de origen espa�ol, as� como de otros miembros de esa instituci�n. Esto sirvi� de base al Gobierno para clausurar la sede a Agrupaci�n Cat�lica en La Habana. Igualmente, el Gobierno adjunto que varias escuelas privadas hab�an sido utilizadas para preparar la sublevaci�n que deb�a seguir al desembarco en Playa Gir�n.

24. El 1o. de mayo de 1961 el Gobierno nacionaliz� las escuelas privadas, provocando un nuevo enfrentamiento con las iglesias. En septiembre de ese a�o prohibi� las procesiones religiosas luego que uno de los asistentes a una de ellas resultara muerto. Tanto la invasi�n de Playa Gir�n como la nacionalizaci�n de las instituciones de ense�anza y la prohibici�n de las procesiones religiosas llevaron a su punto m�s bajo las relaciones del Gobierno con las iglesias, procediendo aqu�l, en esas oportunidades, a expulsar sacerdotes y religiosos, calcul�ndose que de ellos un 8% fueron v�ctimas de esa medida por alegadas "actividades contra-revolucionarias". Estos hechos, y la radicalizaci�n de las medidas adoptadas por el Gobierno en otros �mbitos, provoc� un �xodo de religiosos y de ciudadanos que no compart�an el rumbo adoptado por el proceso pol�tico, entre los que se encontraba un n�mero significativo de creyentes. La comunidad jud�a tambi�n particip� de este movimiento, resultado de lo cual se redujo, con el correr del tiempo, a la d�cima parte del volumen que ten�a antes de 1959.

25. La disminuci�n de personal religioso derivada del �xodo y las expulsiones, sumada al clima de hostilidad existente, determin� que algunas iglesias dejaran de funcionar. Para evitarlo, ciertas iglesias protestantes pusieron a cargo del culto a laicos --incluso mujeres- - lo cual no fue el caso de la Iglesia Cat�lica. Sin embargo, el n�mero de parroquias de esta religi�n aument� de 210 en 1959 a 226 en 1965.3

26. Durante estas etapas iniciales, el Gobierno adopt� otras medidas como la eliminaci�n de los feriados religiosos y la organizaci�n de actividades deportivas y clases de adoctrinamiento durante los domingos para obstaculizar la asistencia a los oficios religiosos. Igualmente, se neg� el acceso de los creyentes a los medios de comunicaci�n de masas para divulgar su credo. Diversas otras formas de discriminaci�n se hicieron sentir sobre quienes profesaban una religi�n, lo cual correspond�a al marcado dogmatismo marxista-leninista oficialmente proclamado.

27. A mediados de la d�cada de 1960, otro conflicto de las iglesias con el Gobierno fue suscitado por la adopci�n del adiestramiento militar obligatorio en Cuba, lo cual llev� a varias iglesias a solicitar que sus fieles, encargados del ministerio religioso, pudieran ser asignados a un servicio alternativo. La respuesta del Gobierno fue incorporar sacerdotes, pastores, seminaristas y religiosos a las Unidades Militares para Ayuda a la Producci�n (UMAP), en las cuales realizaban trabajo forzoso empleados del Gobierno culpables de errores administrativos punibles, los homosexuales, los soplones y ex-convictos por delitos comunes. El tratamiento dispensado a los religiosos fue a todas luces injusto y revel� los abusos a que pod�an ser sometidos por parte de las autoridades gubernamentales. Cabe se�alar que las UMAP fueron desmontadas en 1976 debido alas fuertes cr�ticas p�blicas de que fueron objeto.

28. Algunos grupos religiosos tuvieron --y contin�an teniendo-- conflictos serios con el Gobierno. Tal es el caso de los Testigos de Jehov�, la Congregaci�n Evang�lica Gideon y los Adventistas del S�ptimo D�a. Sus actividades se consideran como contra-revolucionarias, particularmente los continuos v�nculos de los Testigos de Jehov� con los Estados Unidos, los m�todos de proselitismo y la oposici�n al servicio militar y a la educaci�n p�blica. A la Congregaci�n Evang�lica Gide�n se le considera abiertamente contra-revolucionaria. Se se�ala a los Adventistas del S�ptimo D�a porque se niegan a trabajar o a enviar a sus hijos a la escuela los s�bados. En una campa�a nacional, se tild� a los Testigos de Jehov� y a los Adventistas del S�ptimo D�a los contra-revolucionarios, antisociales y antipatri�ticos. Algunos Testigos de Jehov� fueron encarcelados por negarse a hacer el servicio militar. En 1974 los Testigos de Jehov� perdieron su estatus legal como entidad privada, habilitada para realizar transacciones comerciales y se convirti� en una simple asociaci�n religiosa como los otros grupos.

29. El conflicto originado por la incorporaci�n de religiosos a las UMAP fue el �ltimo enfrentamiento de proporciones entre las autoridades eclesi�sticas y del Gobierno. Consolidado el poder pol�tico del r�gimen y encuadradas las actividades de las iglesias en un marco que les proporciona escasos m�rgenes de influencia sobre la poblaci�n, las relaciones han tendido a estabilizarse en un ambiente de tolerancia. Ello fue acentuado por las posiciones asumidas por las iglesias, de manera especial por los obispos de la Iglesia Cat�lica. Dos cartas pastorales de abril y septiembre de 1969 condenaron el bloqueo econ�mico de Estados Unidos y afirmaron la licitud de la colaboraci�n de los cat�licos con el Gobierno en aquellas actividades que promovieran en bien com�n. Las autoridades religiosas, sin embargo, no han dejado de plantear al Gobierno la necesidad de otorgar mayores facilidades para la educaci�n de los ni�os de acuerdo a las creencias religiosas de los padres y sus requerimientos para contar con medios para divulgar sus creencias entre sectores m�s amplios de la poblaci�n. Cabe se�alar que en Cuba funcionan dos seminarios cat�licos y cinco protestantes.4

 

2. Condicionamientos Ideol�gicos y Pr�cticos

30. Tal como ha sido reiteradamente se�alado a lo largo de este Informe, la ideolog�a oficial del r�gimen cubano es marxista-leninista. Es conocido tanto el antagonismo de esta ideolog�a con las concepciones religiosas en general, como la exigencia de profesarla a fin de ser miembro del Partido Comunista, requisito indispensable para ocupar cualquier posici�n pol�tica en Cuba. Necesariamente, por tanto, se da una discriminaci�n de hecho en raz�n de las creencias religiosas para acceder a puestos de alguna jerarqu�a en la administraci�n estatal, incluidas las Fuerzas Armadas.

31. El mencionado antagonismo ha provocado, por una parte, una activa promoci�n del marxismo-leninismo en todos los �mbitos de la vida social cubana y, por otra parte, ha determinado un conjunto de restricciones a las actividades religiosas. En efecto, el fen�meno religioso ha sido sistem�ticamente considerado por el marxismo como uno de los varios instrumentos de que se vale una clase social para mantener y reforzar su dominaci�n sobre otra; igualmente, esa ideolog�a ha postulado que la religi�n es una transgresi�n fant�stica de la realidad destinada a desaparecer al ser superada por la concepci�n materialista del universo.

32. Se da, por tanto, una competencia inherente a las relaciones entre la ideolog�a marxista-leninista y las concepciones religiosas, que inicialmente asumi� la forma de un antagonismo. Ello es lo que ha llevado al Gobierno, por una parte, a la mencionada promoci�n del materialismo cient�fico, de manera oficial, en todos los �mbitos del quehacer social. Por otra parte, ha limitado restrictivamente la posibilidad que las iglesias divulguen sus creencias de manera masiva, eliminando su acceso a los medios de comunicaci�n --instrumentos de formaci�n ideol�gica, seg�n se viera en el Cap�tulo V de este Informe-- y erradicando la instrucci�n religiosa del sistema educativo, que es tambi�n un elemento fundamental de transmisi�n de la doctrina oficial.

33. En el campo de la aplicaci�n a la pr�ctica social de las visiones religiosas y de la concepci�n materialista, se ha producido en Cuba una evoluci�n por parte de las iglesias as� como tambi�n por parte del Gobierno y del Partido Comunista cubano. Es imprescindible tener en cuenta este proceso, a fin de comprender de manera adecuada las caracter�sticas que asume la vigencia pr�ctica del derecho a la libertad religiosa y de culto.

34. De parte de las iglesias, dos elementos han influido en la evoluci�n que se ha llevado a cabo en el lapso aproximado de los �ltimos catorce a�os. Uno de ellos ha sido la consolidaci�n pol�tica del actual r�gimen y el hecho de asumir como irreversibles a la casi totalidad de los cambios operados en la sociedad cubana; ello ha conducido a las iglesias a replantear las modalidades de inserci�n en esa sociedad, lo cual ha implicado, necesariamente, redefinir sus relaciones con el Gobierno. Este aspecto ha incluido la atenta consideraci�n de los resultados de la acci�n gubernamental en el campo de las condiciones de vida de los sectores sociales m�s desfavorables en la etapa anterior a 1959. El otro elemento que ha impactado en la evoluci�n registrada por las iglesias, en particular por la Iglesia Cat�lica, han sido los cambios operados a nivel universal que han llevado a enfatizar el compromiso con la justicia social como un postulado derivado de las creencias religiosas b�sicas.

35. Resultado de ello ha sido una mayor flexibilidad en la consideraci�n del socialismo como forma de organizaci�n social, independiz�ndolo de la concepci�n m�s amplia propia al marxismo-leninismo, que sigue siendo considerada como definitivamente incompatible con la creencia religiosa. Ello ha removido uno de los obst�culos que imped�an una acci�n m�s fluida de las iglesias en la sociedad cubana en general y con el Gobierno en particular.

36. De parte del Gobierno de Cuba y del Partido Comunista de ese pa�s, tambi�n ha ocurrido una evoluci�n que ha desplazado el foco de sus relaciones con las iglesias del antagonismo pol�tico inicial a la competencia ideol�gica actual. As�, en el Primer Congreso Cubano de Educaci�n y Cultura, celebrado en 1971, se concluy� que el combate contra las creencias religiosas correspond�a m�s al Partido que al Estado, sosteni�ndose que ello con constitu�a al centro de las tareas a realizar, sino m�s bien un aspecto de la "batalla ideol�gica" que deb�a llevarse a cabo como parte de la construcci�n de la sociedad socialista. Se afirmaba, asimismo, la total separaci�n del Estado y la educaci�n de la Iglesia, prescindiendo tanto de apoyar, asistir o alentar a ning�n grupo religioso, como de solicitar favores de ninguno de ellos. Se afirmaba la carencia de toda concepci�n religiosa, pero al mismo tiempo se postulaba el respeto, por parte del r�gimen, de las creencias religiosas y de los cultos correspondientes "como derecho individual", por lo cual se enfatizaba la inexistencia de persecuci�n religiosa. Considerando a la construcci�n de la sociedad socialista como el centro de las tareas a realizar, se afirmaba que en ese empe�o deb�an ser incorporados todos los ciudadanos, sin distinci�n de credos religiosos.

37. El Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en1975, recalc� que la lucha por una visi�n cient�fica del mundo estaba subordinada a la tarea de construir una sociedad nueva. En esta �ltima se afirmaba, los creyentes, los no creyentes, los miembros de las �rdenes religiosas y los ateos han participado, contin�an participando y deben necesariamente participar, pues la construcci�n de una sociedad nueva requiere la uni�n de todos los cubanos y, en consecuencia, se sosten�a que no deb�a aislarse ni rechazarse a los creyentes sino m�s bien incorporarlos al proceso pol�tico en curso. Adem�s, se postulaba que la diseminaci�n del materialismo hist�rico y dial�ctico deb�a hacerse de manera de no ofender los sentimientos personales y religiosos de los creyentes. No obstante, se recalcaba que la asociaci�n al Partido Comunista y a la Uni�n de J�venes Comunistas deb�a limitarse a quienes aceptaran sus programas y el marxismo-leninismo.

38. La plataforma del Partido Comunista en 1978 se centr� en dos elementos relativos a la religi�n: las relaciones con los miembros de la iglesia y la religi�n como ideolog�a. Respecto al primero, el Partido reafirm� la libertad de conciencia, la libertad de culto dentro de la ley, y objet� el uso de la religi�n para oponerse a la revoluci�n y al socialismo. Se establecieron los mismos derechos y responsabilidades sociales tanto para los creyentes como para los no creyentes. En cuanto a la religi�n como ideolog�a, la plataforma reafirm� la necesidad de la diseminaci�n sistem�tica del materialismo cient�fico y la oposici�n a las campa�as anti-religiosas, al uso de medidas coercitivas o administrativas contra la religi�n y al aislamiento de los creyentes.

39. El Segundo Congreso del Partido Comunista cubano, llevado a cabo en 1980, reafirm� los conceptos sustentados por el anterior Congreso y los ampli� en lo referente a la colaboraci�n, en el �mbito pol�tico, de cristianos y marxistas, especialmente en el hemisferio occidental.

40. El Presidente Fidel Castro, en diversas entrevistas y discursos, ha sustentado las mismas posiciones: competencia ideol�gica entre las creencias religiosas y el marxismo-leninismo; legitimidad del empleo de todos los recursos estatales para la promoci�n de la ideolog�a oficial; represi�n de miembros de ciertas iglesias no por raz�n del credo sino de las posiciones pol�ticas derivadas de �l y que se oponen a pol�ticas fundamentales del Gobierno; vigencia de la libertad religiosa como derecho individual; y ausencia de contradicci�n entre los fines sociales perseguidos por el socialismo y aqu�llos derivados de las creencias religiosas, espec�ficamente del cristianismo.5

41. La evoluci�n rese�ada ha provocado un relajamiento de las otrora tensas relaciones entre el gobierno cubano y las iglesias; si bien existen vestigios de actitudes anti-religiosas, ellas ser�an el resultado de posiciones personales y no de pol�ticas gubernamentales o partidarias. Sin embargo, diversos condicionantes operan, en los hechos, para provocar una discriminaci�n de los creyentes. As�, adem�s, de la ya mencionada restricci�n para pertenecer al Partido Comunista --con el consiguiente impedimento para ocupar posiciones pol�ticas de importancia en el Gobierno y las Fuerzas Armadas-- se suman otras de car�cter laboral, como son por ejemplo, la imposibilidad para los creyentes de dictar cursos que de alguna manera pudiesen tener implicaciones pol�ticas o ideol�gicas --econom�a, filosof�a, ciencias sociales, etc.--; las promociones laborales, igualmente, incluyen entre los requisitos aqu�llos de car�cter ideol�gico, al igual que los certificados requeridos para la adquisici�n de bienes de consumo durables. En el campo educativo, el factor ideol�gico tambi�n condiciona los ingresos a las universidades colocando en desventaja a quienes sustentan creencias religiosas; ocurre lo mismo con el acceso a becas de estudio, uno de cuyos requerimientos es que los postulantes "sean fieles a la revoluci�n". Si bien la Comisi�n reconoce que no cuenta con el necesario estudio sobre el terreno para evaluar el alcance pol�tico de estos mecanismos, considera que su sola existencia configura una amenaza potencial a la real vigencia de la libertad religiosa y de cultos.

42. Lo se�alado permite considerar que existe en Cuba, actualmente, una libertad religiosa y de cultos limitada en lo que a la divulgaci�n se refiere por dos restricciones fundamentales: el empleo de los medios de comunicaci�n de masas y la educaci�n. El antagonismo inicial entre el Gobierno y las iglesias ha cedido paso a una competencia ideol�gica, en la cual el Gobierno cuenta --y utiliza-- los vastos recursos que tiene en su poder a fin de promover activamente la concepci�n oficial del marxismo-leninismo. Igualmente, cabe poner de manifiesto que se ha producido una evoluci�n en las posiciones de las iglesias y del Gobierno, lo cual ha tra�do consigo un positivo ambiente de tolerancia mutua. No existe persecuci�n religiosa; las restricciones a que han sido sometido ciertos grupos religiosos -- incluido el encarcelamiento de algunos de sus miembros-- se originan en el impacto que sobre el sistema pol�tico tienen sus acciones y no en el hecho de profesar creencias religiosas como tales. Sin embargo, contin�an actuando restricciones indirectas sobre los creyentes, lo cual provoca una discriminaci�n de los mismos en relaci�n a varios aspectos centrales de la vida social y pol�tica cubana.

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1  Echeverr�a Salvat, Oscar A., La agricultura cubana, 1934-1966: R�gimen social, prodauctividad y nivel de vida del sector agr�cola (Miami: Ediciones Universal, 1971), p�gs. 14-16 y 25.

2  J. Merle Davis, The Cuban Church in a Sugar Economy (New York: International Missionary Council, 1942), p. 133. Este estudio, comisionado por el Consejo Misionero Internacional, analiz� oficialmente todas las iglesias protestantes de Cuba en un esfuerzo por dise�ar estrategias m�s efectivas. Davis recomend� aumentar la acci�n de bienestar social y de evangelizar en las zonas rurales y disminuir la dependencia de las iglesias "madre" de los Estados Unidos. No fue sino en los a�os cincuenta que las iglesias protestantes intensificaron su acci�n en las zonas rurales y a fines de los a�os sesenta que se tornaron autosuficientes y legalmente independientes de las entidades misioneras de los Estados Unidos.

3  Anuario Pontificio, 1982.

4  Los cinco seminarios protestantes son Nazareno, en Punta Brava, Bautista Occidental, en La Habana, Bautista Oriental, en Santiago, Pinos Nuevos, en Placetas, y Seminario Evang�lico, en Matanzas. Los cat�licos tienen un seminario peque�o en Santiago y uno m�s importante en La Habana (San Carlos).

5  Ver especialmente, las manifetaciones del Presidente Fidel Castro en la reuni�n con Cristianos para el Socialismo, Chile, 1972; su discurso ante el Consejo Jamaiquino de Iglesias del 11 de octubre de 1977; y ""here are no contradiction between the aims of religion an d the aims of socialism", Granma, XII, 47 del 20 de noviembre de 1977, p�g. 4.