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CAPITULO III

EL DERECHO A LA LIBERTAD,1 SEGURIDAD E INTEGRIDAD PESONALES

 

A. Consideraciones Generales

1. Entre los derechos esenciales consagrados en la Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos los que se refieren a la libertad, seguridad e integridad de la persona2 son aquellos sobre los que la CIDH ha recibido un mayor n�mero de denuncias de alegadas violaciones.

2. El Art�culo 6 de la Constituci�n boliviana de 1967 establece que, todo ser humano tiene personalidad y capacidad jur�dica, goza de los derechos, libertades y garant�as reconocidos por la Carta, consagr�ndose como deber primordial del Estado respetar y proteger la dignidad y la libertad de la persona las que son declaradas inviolables.

Asimismo, el Art�culo 9 de la Carta Fundamental estipula que "nadie puede ser detenido, arrestado ni puesto en prisi�n sino en virtud de orden escrita de autoridad competente" y la "incomunicaci�n no podr� imponerse sino en caso de notoria gravedad y de ning�n modo por m�s de veinticuatro horas".

3. Por otra parte, el Art�culo 112 del ordenamiento constitucional precisa que "las garant�as" y los derechos que consagra esta Constituci�n no quedar�n suspensos de hecho y en general con la sola declaratoria del Estado de sitio, pero podr� serlo respecto de se�aladas personas fundadamente sindicadas de atentar contra el orden p�blico. En tales casos la autoridad leg�tima podr�a expedir �rdenes de comparencia o arresto seg�n el caso, contra los sindicados, pero deber� en el plazo de 48 horas ponerlas a disposici�n del Juez competente.3

4. La detenci�n sin formulaci�n de cargos, sin proceso y sin derecho a la defensa ser� legalmente prohibida en virtud tanto de las normas internacionales de protecci�n de los derechos humanos como las de la Carta Pol�tica de Bolivia se�aladas anteriormente, y su comisi�n, constituye clara violaci�n al derecho a la libertad y al debido proceso legal.

5. En relaci�n con la seguridad e integridad personal, la Constituci�n boliviana garantiza este derecho. En su Art�culo 12 prohibe toda especie de tortura, coacciones, exacciones o cualquier forma de violencia f�sica o moral y en su Art�culo 13 consagra que los atentados contra la seguridad personal hacen responsables a sus autores inmediatos, sin que pueda servirles de excusa el haberlos cometido por orden superior.

El C�digo penal en el T�tulo I, Cap�tulo I de los Delitos contra la Libertad Individual, se�ala en su Art�culo 295:

Ser� sancionado con privaci�n de libertad de seis meses a dos a�os, el funcionario que vejare, ordenare o permitiere vejar a su detenido. La pena ser� de privaci�n de libertad de 2 a 4 a�os, si le infligiere cualquier especie de tormentos o torturas. Si estas causaren lesiones, la pena ser� de privaci�n de libertad de dos a seis a�os; y si causaren la muerte, se aplicar� la pena de presidio de diez a�os.

6. La Comisi�n ha considerado pertinente presentar conjuntamente el an�lisis de los derechos se�alados en los numerales anteriores, puesto que de los documentos y denuncias recibidas se desprende una vinculaci�n �ntima entre las detenciones, los apremios ilegales ocasionados generalmente inmediatamente despu�s del arresto en los interrogatorios a que han sido sometidas las personas, las liberaciones de las v�ctimas, y su salida en la mayor�a de los casos forzada del pa�s o el confinamiento en determinada zona territorial.

7. En los testimonios y denuncias se da tambi�n cuenta de robos, saqueos y destrucciones de los domicilios durante los operativos de aprehensiones adelantas generalmente por grupos paramilitares o fuerzas de seguridad vestidas de civil que no presentaban la identificaci�n apropiada, ni la orden de las autoridades competentes para su realizaci�n.

8. Como se se�ala en el cap�tulo referente al Derecho a la Vida, la Comisi�n ha venido tramitando, de conformidad con su Reglamento, las denuncias presentadas, transmitiendo al Gobierno boliviano las partes pertinentes y solicitando la informaci�n correspondiente, con el fin de determinar la veracidad de los hechos denunciados y conocer la actual situaci�n jur�dica de las personas presuntamente detenidas. En la casi totalidad de los casos, el Gobierno de Bolivia no ha respondido hasta la fecha tales solicitudes de informaci�n.

La Comisi�n Interamericana de Derechos Humanos deplora esta actitud del Gobierno de Bolivia que constituye una flagrante violaci�n a las obligaciones internacionales contraidas como Estado Miembro de la OEA y como Estado parte de la Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos.

 

B. Detenci�n Arbitraria y Apremios Ilegales

1. Seg�n informaciones recibidas desde el golpe de estado del 17 de julio de 1980, miles de personas han sido detenidas sin el cumplimiento de los requisitos constitucionales como la orden de autoridad competente y la formulaci�n de cargos. Las expresiones oficiales sobre el n�mero de personas detenidas son contradictorias. Seg�n el anterior Ministro del Interior, Coronel Luis Arce G�mez, este n�mero no ascendi� a 500 personas. Sin embargo, algunos d�as despu�s de esta revelaci�n, el Secretario del Presidente, Coronel Mario Escobar, declar� a la prensa que existieron no m�s de 2,500 detenciones. Subsiguientemente a su visita a Bolivia en noviembre de 1980, Amnesty International inform� que existieron entre 1,000 y 2,000 prisioneros de conciencia. Las informaciones que posee la Comisi�n indican que la mayor�a de los detenidos han sido liberados bajo la condici�n de salir del pa�s. De lo anterior ha resultado que cientos de personas se vieron obligadas a tomar el camino del exilio voluntario y otras fueron expulsadas o residenciadas y algunas a�n se encuentran privadas de su libertad.

2. En algunos casos se ha alegado la incomunicaci�n de las personas detenidas. La Comisi�n ha establecido en informes anteriores que la incomunicaci�n durante la detenci�n no se conforma con las garant�as constitucionales o las normas vigentes en materia de derechos humanos. Esta situaci�n crea una atm�sfera conducente a otras pr�cticas il�citas particularmente la tortura, porque si los funcionarios encargados de los lugares de detenci�n no necesitan presentar al detenido en un breve plazo, pueden con impunidad emplear medios brutales, ya sea con fines de interrogatorio o de intimidaci�n.

3. La Comisi�n ha recibido informes, testimonio y declaraciones que indican la pr�ctica de apremios ilegales y torturas en Bolivia, en contradicci�n con los ordenamientos constitucionales y legales y en violaci�n flagrante de los derechos humanos. Los apremios ilegales se han llevado a cabo especialmente en los interrogatorios efectuados a los detenidos en los d�as que siguieron al golpe militar del 17 de julio de 1980, Se alega que las principales modalidades utilizadas son: golpizas a los prisioneros estando vendados; descargas el�ctricas; intimidaciones al preso o a sus familiares; simulacros de fusilamientos, quemadura con cigarrillos; presiones psicol�gicas y abusos sexuales.

4. Estos atropellos, se se�ala, han ocurrido, entre otros lugares, en dependencias de los Servicios de Inteligencia del Ej�rcito (Cuartel de Miraflores), en la sede del Departamento de Orden Pol�tico (DOP) y en oficinas del Ministerio del Interior.

 

C. Denuncias presentadas a la Comisi�n

A continuaci�n se mencionar�n algunas de las denuncias recibidas:

1. Caso 7459: Sacerdotes de la Orden Salesiana. El 23 de julio de 1980 se denunci� la detenci�n de los Padres Alejandro Chiera, Pedro Chic� y Jos� Luis Garc�a, sacerdotes cat�licos de la orden de los Salesianos, quienes fueron apresados con posterioridad al golpe militar. Llevados al Regimiento Tarapac� fueron brutalmente golpeados y pateados; posteriormente fueron conducidos al gran cuartel de Miraflores donde los mantuvieron detenidos sin cargos ni procesos.

A pesar de las reiteradas solicitudes de informaci�n, el Gobierno no ha respondido a las notas de la CIDH, la cual contin�a en consideraci�n de este caso.

2. Caso 7460: Sacerdotes de la Compa��a de Jes�s. El 23 de julio de 1980, la Comisi�n recibi� una denuncia acerca de la detenci�n arbitraria de los Sacerdotes de la Compa��a de Jes�s, vinculados con la Radio FIDES: Padres Arbenz, Claudio Pou,4 Salvador S�nchez y Hermano Jos� Marco.

El Gobierno no ha informado a la Comisi�n sobre los fundamentos de la detenci�n, los cargos en contra de los sacerdotes y su actual situaci�n legal. La CIDH contin�a la consideraci�n de este caso.

3. Caso 7461: Hugo Tijerino. El 23 de julio se denunci� que el Reverendo Hugo Tijerino y su esposa, Ministro de la Methodist Church y ex-Director de los Servicios Sociales de la Iglesia Evang�lica fue detenido en La Paz, en el mes de julio de 1980. Se desconocen hasta la fecha los motivos de su detenci�n, si fue puesto a �rdenes de las autoridades competentes y su actual situaci�n jur�dica.

El Gobierno de Bolivia no ha respondido a la Comisi�n, la cual contin�a la consideraci�n del caso.

4. Caso 7458

Las siguientes personas fueron detenidas el 17 de julio de 1980 en la sede de la Central Obrera de Bolivia (COB) en La Paz, donde fueron convocadas:

Guillermo Capobianco, uno de los tres l�deres del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

Oscar Eid, uno de los l�deres del MIR. Segundo Secretario de Organizaci�n para CONADE, representante de la Unidad Democr�tica Popular (UDP) a la reuni�n.

Juan Lech�n Oquendo, Presidente de la COB y de CONADE.

Sim�n Reyes, Presidente del Partido Comunista Boliviano (PCB); prominente l�der de los trabajadores de minas y Secretario para los asuntos internacionales de la CONADE;

Oscar Sanjimes, Secretario General de COB, Presidente Alterno de CONADE.

La Comisi�n en nota del 25 de agosto de 1980 transmiti� al Gobierno las partes pertinentes de la denuncia y solicit� la informaci�n pertinente. El 16 de diciembre del mismo a�o se reiter� el pedido de informaci�n. Hasta la fecha el Gobierno boliviano no ha respondido.

La CIDH ha podido verificar que los dirigentes Juan Lech�n y Sim�n Reyes fueron obligados a abandonar el pa�s en el mes de noviembre de 1980.

5. Caso 7470: Sacerdotes de la Orden Maryknoll

El d�a 8 de agosto se recibi� la siguiente denuncia:

Dos sacerdotes de la "Orden Maryknoll" fueron detenidos en Riberalta el 5 de agosto de 1980, sus nombres son: Padre William Coy y Padre John Moynihan, se desconoce los cargos en su contra y su actual situaci�n jur�dica.

La Comisi�n no ha recibido informaci�n del Gobierno, continuando la consideraci�n del caso.

6. Caso 7472: Julio Tumiri

El 14 de agosto de 1980 se denuncia que el Padre Julio Tumiri Javier, sacerdote de 69 a�os, Director del Fomento Cooperativo y Presidente Nacional de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos quien goza de gran prestigio y general estimaci�n en todo el pa�s por su tesonera y eficiente labor en el �rea de cooperativismo, as� como por sus reconocidas cualidades humanas y sacerdotales, fue tomado prisionero el d�a 29 de julio por agentes civiles armados de metralletas. Despu�s de identificarse, fue conducido a la Secci�n II del Estado Mayor del Ej�rcito. Juntamente con �l fue detenido un religioso que trabaj� en el altiplano y que hab�a legado a la oficina del Padre Tumiri para adquirir algunos folletos sobre la organizaci�n de las cooperativas.

El 15 de agosto de 1980, la CIDH se dirigi� al Gobierno boliviano comunicando la denuncia. Posteriormente, mediante nota del 16 de diciembre de 1980, reiter� el pedido de informaci�n. Hasta la fecha no se ha recibido ninguna respuesta.

De acuerdo con informaciones que la Comisi�n ha podido obtener durante la detenci�n arbitraria el Padre Tumiri, fue objeto de maltratos, intimidaciones y amenazas. Luego de m�s de tres meses de arresto, el Padre Tumiri fue trasladado a un monasterio cerca de Cochabamba en donde se encuentra confinado.

La Comisi�n desea se�alar que en este caso no solamente por la edad avanzada del Padre Tumiri sino tambi�n por su estado de salud aparentemente deteriorado, el Gobierno de Bolivia por razones meramente humanitarias est� en la obligaci�n de dispensarle toda la asistencia m�dica requerida y definir con celeridad su situaci�n legal.

7. Caso 7473: Floriano Unzueta

La Comisi�n recibi� el 14 de agosto de 1980, la siguiente denuncia:

Se denuncia la detenci�n arbitraria y tortura del se�or Floriano Unzueta, abogado de Cochabamba y Presidente Nacional de la Organizaci�n "Junta Vecinal". Fue detenido el 18 de julio; le rompieron el brazo y le sacaron las u�as.

El 19 de agosto de 1980, se transmitieron al Gobierno de Bolivia las partes pertinentes de la denuncia, solicitando informaci�n sobre los hechos alegados. En nota del 16 de diciembre del mismo a�o la CIDH reiter� el pedido. Hasta la fecha no ha recibido ning�n informe, continuando la consideraci�n del caso.

8. Caso 7474: Germ�n Crespo

La Comisi�n recibi� el 14 de agosto de 1980, la siguiente denuncia:

Se denuncia la detenci�n arbitraria y maltratos a la persona de Germ�n Crespo, preso en la ciudad de La Paz a quien se le ha quitado toda su ropa, menos la interior. El se�or Crespo es Ministro Metodista y trabajaba en favor de los derechos humanos.

La Comisi�n no ha recibido ninguna respuesta a los pedidos de informaci�n continuando la consideraci�n del caso.

9. Caso 7477: Oscar Pe�a Franco y Fernando Salazar

El 23 de julio se recibi� una denuncia acerca de la detenci�n de los Secretarios de Prensa y de Integraci�n del gabinete de la Presidenta Lidia Gueiler, Oscar Pe�a Franco y Fernando Salazar Paredes quienes fueron arrestados el 17 de julio de 1980 junto con 24 periodistas y detenidos en dependencias del Estado Mayor del Ej�rcito ubicado en el residencial barrio de Miraflores.

A pesar de que el Gobierno boliviano no respondi� a los pedidos de informaci�n, la CIDH ha recibido informes que indican que el se�or Pe�a fue liberado y el se�or Salazar abandon� Bolivia viajando a la Rep�blica de Argentina.

10. Caso 7483: Mortimer Arias

El 28 de agosto de 1981, la Comisi�n recibi� la siguiente denuncia:

El 26 de agosto de 1980, el Reverendo Mortimer Arias, Secretario General del Consejo de las Iglesias Metodistas Evang�licas en la Am�rica Latina fue arbitrariamente arrestado en su cosa en Cochabamba por un grupo de personas armadas vestidas de civil, despu�s de regresar de una misi�n en Brasil donde visit� a las iglesias metodistas durante cuatro semanas. Est� encarcelado en el cuartel de las Fuerzas Armadas en Cochabamba.

El Gobierno de Bolivia no ha respondido a la Comisi�n, la cual contin�a la consideraci�n reglamentaria del caso.

11. Caso 7530: Guillermina Soria

El 30 de octubre de 1980, la Comisi�n recibi� la siguiente denuncia:

La Sra. Guillermina Soria, Directora del Centro al Servicio de la Integraci�n Social de la Paz, fue detenida por un grupo de paramilitares del Servicio de Inteligencia del Estado, el d�a 22 de septiembre de 1980. fue interrogada en el Ministerio del Interior y luego en el Cuartel de Miraflores. A comienzos de octubre se encontraba incomunicada en la sede del DOP en la Plaza Murillo. Fue torturada hasta necesitar de la atenci�n de un neur�logo, y de tiempo en tiempo vuelven a interrogarla en el Ministerio del Interior. Se ha dicho que se le enviar� a una prisi�n en Viacha o posiblemente exiliada al Per� o al Paraguay. En este pa�s su vida podr�a estar en peligro.

Por su car�cter urgente la CIDH mediante cablegrama se dirigi� al Gobierno solicit�ndole le suministrase la informaci�n pertinente. Hasta la fecha y pese a la reiteraci�n de la solicitud, la Comisi�n no ha recibido respuesta, continuando su consideraci�n.

12. Caso 7740: Gregorio Andrade

En el mes de enero de 1981, la CIDH recibi� la siguiente denuncia:

El se�or Gregorio Andrade, miembro del MIR, l�der campesino y miembro de la Federaci�n de Colonizadores, fue detenido el 15 de enero de 1981, temi�ndose por su vida e integridad. El Sr. Andrade fue detenido en el Parque Uruguay a las 14 horas.

En las elecciones celebradas en junio de 1980, fue elegido diputado por la ciudad de La Paz. Se desconocen las causas y alegaciones en su contra.

La Comisi�n ha recibido confusos informes sobre este caso. Mientras algunos se�alan que el se�or Andrade fue detenido y se encuentra en dependencias oficiales, otros documentos indican que efectivamente estaba arrestado, pero no se conoc�a su paradero. Ante la negativa del Gobierno a suministrar informaci�n, la CIDH no ha podido efectivamente determinar los hechos en torno a la detenci�n del Sr. Andrade, pero ha podido verificar que en el mes de marzo abandon� el pa�s, viajando a Suecia.

13. Caso 7738: Gloria Ardaya

La Comisi�n recibi� la siguiente denuncia:

Gloria Ardaya, de 35 a�os de edad, profesora de Sociolog�a en la Universidad de San Andr�s, diputada, miembro del MIR, fue detenida por fuerzas conjuntas de seguridad el d�a 15 de enero de 1981 mientras participaba en una reuni�n del MIR. En esos mismos actos murieron 9 personas y se presume que Gloria Ardaya se encuentre gravemente herida, sin conocer el lugar de su detenci�n ni las condiciones en que se encuentra temi�ndose por su vida.

La Comisi�n ha recibido informaciones en las cuales se indica que Gloria Ardaya abandon� el pa�s. La CIDH a�n no conoce los cargos que motivaron su detenci�n, ni las circunstancias de su salida del pa�s.

14. Caso 7469: Cayetano Llobet Tabolara

El 12 de agosto de 1980, se recibi� la siguiente denuncia:

Se denuncia la detenci�n arbitraria y la tortura el |7 de julio del Profesor Cayetano Llobet Tabolara. Se encuentra a las �rdenes de la divisi�n de Orden Pol�tico sin cargos en su contra.

La Comisi�n solicit� los informes correspondientes sin haber recibido hasta la fecha la informaci�n del caso. Sin embargo, la CIDH ha sido notificada de que el se�or Llobet fue liberado el 2 de noviembre de 1980 y abandon� el pa�s.

 

D. Algunos testimonios de Personas Liberadas

La Comisi�n ha cre�do importante incluir esta secci�n en la cual algunos de los religiosos detenidos, que en ciertos casos han sido objeto de apremios ilegales, dan cuenta desde su exilio forzoso de las situaciones vividas. La CIDH presenta las partes m�s relevantes de los testimonios recibidos.

1. Testimonio del Padre Juan Envis, S. J.

El jueves 17 de julio de 1980, a la una y media del mediod�a, estando a una cuadra del Colegio San Calixto, se encontr� con el Padre Javier Corda que con abierto nerviosismo me dijo que lo acompa�ara al Arzobispado. Por el camino me cont� que en aquellos momentos los paramilitares violentamente irrumpieron en el Colegio San Calixto y despu�s de destrozar los aparatos de radio Fides secuestraron "a varios de los presentes".

Lamentablemente no encontramos al Se�or Arzobispo en su casa, pero nos facilitaron poder comunicarnos por tel�fono con el Sr. Nuncio Apost�lico y con el embajador de Espa�a.

En esos momentos llegaron el P. Blajot, Provincial de los Jesuitas en Bolivia, acompa�ado de los Padres Jorge Tr�as y Javier Velasco, con la misma intenci�n que hab�amos llegado nosotros momentos antes.

Le suger� al Padre Provincial que vali�ndonos de la credencial que ten�amos de Derecho Humanos –precisamente para visitar a todos los presos—podr�a hacer lo posible para ubicar donde se encontraban los jesuitas detenidos.

i) Ubicaci�n de los detenidos

Acompa�ado por el Padre Jorge Tr�as nos dirigimos al DIN, --Direcci�n e Investigaci�n Nacional—nos dijeron que los detenidos se encontraban en el Ministerio del Interior. En ese Ministerio nos aseguraron que no estaban detenidos all�; y que con seguridad los hab�an llevado al Cuartel General de Miraflores. Mi compa�ero no crey� conveniente que fuera �l a ese cuartel porque no era mirada con simpat�a la obra que llevaba de promoci�n humana y tem�a que le pudiera ocurrir algo. No vi conveniente que fuera yo s�lo y con cierto temor me dirig� al Gran Cuartel de Mirafloes.

ii) Detenci�n

Cuando pregunt� sobre mis compa�eros detenidos me negaron rotundamente que hubiera ning�n detenido. Sin embargo, cuando dije que antes de ir all� hab�a ido al DIC y de all� me hicieron ir al Ministerio del Interior donde me aseguraron que estaban en el Cuartel de Miraflores, entonces, me hicieron pasar dentro donde esper� un rato en el p�rtico rodeado de veteranos soldados armados con metralletas.

Cuando llevaba unos quince minutos esperando, un civil, armado de un rifle autom�tico, me llamaba burlonamente desde unos quince a veinte metros de distancia. Con fuertes y constantes insultos me dijo que estaba detenido y que me preparase porque me iban a sacar todo lo que sab�a. Recorriendo el largo patio de unos cien metros, era yo el escarnio y la burla de todos los militares que me cruzaban en el camino. La causa de tantas burlas y amenazas era por ser sacerdote de Derechos Humanos.

iii) Primer interrogatorio

Me hicieron pasar a la planta baja de un edificio de dos pisos. El espect�culo era impresionante: unos treinta hombres, de todas las edades, se encontraban de pie, con la cara a la pared y las manos cruzadas sobre la nuca. No pod�a identificar a nadie porque no me permit�an mirar. En el piso hab�an manchas de sangre. De repente me encontr� de frente con un joven de unos veinte a�os, llorando y con el rostro hecho una l�stima por los golpes. Al verme su mirada suplicante se clav� en mis ojos. Dos hombres, con cara de torturadores lo llevaban fuertemente agarrado por los brazos y le ordenaron bajar inmediatamente la cabeza.

Me hicieron entrar a una oficina donde los civiles me formulaban insistentes preguntas sobre la Asamblea de Derechos Humanos. Todas las preguntas iban acompa�adas de afirmaciones calumniosas sobre Derechos Humanos. De su labor y de las ideas que la conformaban a todas las respuestas me sal�an con "no mientas, cura comunista" y con una sarta de insultos que no se pueden escribir.

Despu�s de media hora de interrogatorios y de quitarme el carnet de identidad y la credencial de derechos humanos, llegaron cuatro civiles con cara de verdugos. Tuve miedo que empezaran a golpearme, pero sin tocarme me ordenaron que les acompa�ase a un nuevo interrogatorio.

iv) Tortura

En silencio recorr� otro gran patio, y de pronto me encontr� ante una puerta abierta de un peque�o galp�n sucio. En la puerta hab�a 3 hombres enmascarados que brutalmente me ordenaron entrar. Me encontraba en la caballeriza. En cada uno de los apartamentos para los caballos estaban hacinadas las v�ctimas como si estuvieran muertas, todos. Todos tumbados sobre el esti�rcol, boca abajo con el cuerpo estirado y las manos cruzadas sobre la nuca. Se les obligaba as� a tener la boca sumergida en el esti�rcol. En el primer apartamento estaban las mujeres y en los restantes hombres de todas las edades. Aunque me exigieron no mirar yo buscaba identificar a mis compa�eros. Me pareci� verlos, pero no pude fijarme mucho porque me amenazaban para que no mirase. Me qued� con la duda de s� estaban all�.

Me ordenaron detenerme, sacarme los zapatos y las gafas para echarme igual que los dem�s, sobre el esti�rcol, s�lo que a m�, por no haber lugar en el mont�n grande me colocaron en la parte baja, donde hab�a menos esti�rcol, casi en contacto directo con el piso fr�o de un cemento. Durante 16 horas tuve que estar en esa posici�n, sin moverme en lo m�s m�nimo si no quer�a recibir patadas o culetazos de los guardias.

Una de las torturas, en esas horas, era la psicol�gica. Constantemente ordenaban mantener las manos en la nuca y no moverse nada. De vez en cuando pasaba uno que parec�a ser un oficial, increp�ndonos a que fu�ramos obedientes a avisos que continuamente nos daban. Al mismo tiempo ordenaban maltratarnos y a�n matarnos si no obedec�amos.

A medida que pasaban las horas, el dolor en los brazos, la espalda y la nuca apenas se pod�a aguantar y casi sin poder evitarlo, nos mov�amos para recibir de inmediato un duro puntapi�, me sent� afortunado, comparado con otros compa�eros de tortura, los cuales se paseaban los paramilitares hundi�ndonos los tacos de sus botas en las espaldas. Cuando el dolor agudo les hac�a quejarse eran golpeados m�s fuertemente. Otras veces les orinaban sobre sus cuerpos magullados, en medio de burlas y risotadas.

Al anochecer uno de los torturados pidi� permiso para ir a orinar, la respuesta fue causa de insultos y la orden de orinarse en el pantal�n. Muchos lo hicieron as�. Los orines del grupo que estaba junto a m�, por estar en un lugar un poco m�s elevado fueron descendiendo hasta formar un charco precisamente en el lugar donde yo me encontraba. Pronto me sent� totalmente empapado, hasta mi misma boca.

Por estar una de las ventanas abiertas y estar una de ellas al frente, a medida que iba acerc�ndose la noche, la temperatura iba descendiendo llegado a bajo cero en esta �poca del a�o. Este fue otro de los tormentos en esta triste noche. Llevaba yo ropa liviana cuando me detuvieron y ahora estaba empapado de orines, increment�ndose as� terriblemente el fr�o. Durante largas horas fue el fri� el mayor tormento.

v) Cambio de Prisi�n

Por fin, a las 4:30 de la ma�ana nos dieron la orden de levantarnos y que sali�ramos agachados –casi de cuclillas—con las manos en la nuca. Era una postura humillante que nos imposibilitaba de identificar al que ten�amos a nuestro lado. Me pareci�, por el color del pantal�n que ten�a a mi lado al hermano jesuita Jos� Marcos. Despu�s de recorrer unos cien metros a oscuras y tropezando varias veces, llegamos a unas ambulancias donde nos ordenaron echarnos en el coche estirados boca abajo. Era tal nuestra postura humillante que me obligaron a echarme sobre una de las tres personas que estaban en el piso del coche, estaba sobre el compa�ero jesuita y al lado del hermano Jos� Marcos y a ninguno de los dos identifiqu� y de ning�n modo pod�a intentarlo porque detr�s de m� hab�a dos paramilitares con metralletas.

Despu�s de un corto recorrido se detuvo nuestra ambulancia en una calle conocida, est�bamos en el DOP nos hicieron bajar de cuclillas y en esta misma postura entrar en una sala, donde nos ordenaron colocar de cara a la pared y con las manos en la nuca. De ah� nos condujeron al P. Claudio Pou, al Hno. Jos� Marcos y a m�, a una celda fr�a, sin ventanas y con una puerta de hierro con grandes aberturas que entraba fr�o por todas partes. Sentimos una gran alegr�a de vernos juntos; nos dimos un fuerte abrazo, al mismo tiempo que nos dimos la absoluci�n por lo que podr�a pasar.

Al atardecer de aquel d�a tuvimos el mejor regalo de nuestro cautiverio: el Hno. S�nchez se nos un�a y con ello nos sentimos m�s animados y tranquilos.

Los tres primeros d�as estuvimos descalzos, seguramente para que sinti�ramos m�s el fr�o… El domingo empez� con mucho optimismo. Nos hicieron salir a formar a todos los detenidos al patio y a medida que no llamaban por nuestros nombres pod�amos ir a escoger nuestros zapatos que estaban mezclados en un mont�n. Por primera vez nos dieron para desayuno. Al medio d�a nos dieron sopa y un segundo plato. Por la tarde una taza de t� y por la noche otro plato. A ra�z de esta mejora de trato empezamos abrigar esperanzas e salir pronto de nuestro cautiverio. Ser� el lunes. Este d�a por la noche hubo cambio de Comisario, al parecer m�s r�gido que el anterior. Cuando nos vino a visitar a la celda, lo hizo con cierta petulancia y autosuficiencia "cristiana". Nos dijo: Ustedes son sacerdotes, yo tambi�n soy tanto o m�s cristiano que ustedes. No me van a hacer problemas y sufran como sufri� Cristo.

Lleg� el martes y nos obligaron a salir los cuatro al patio. Ingenuamente cre�mos que era para darnos la libertad. Nos trasladaron a otra celda algo m�s c�moda, donde el piso era de mimbre y pod�amos contar con unos sillones viejos y dos mesas. A los pocos d�as nos enteramos que ese lugar hab�a sido donde hab�an torturado a otros detenidos para que declararan los que les conven�a a los militares.

La primera noche en nuestra celda fue de un horrible fr�o. Era imposible dormir ni descansar. Era un constante sufrir de fr�o que penetraba hasta los huesos.

A media ma�ana pedimos a nuestros guardianes que dese�bamos habla con el Comisario. Le planteamos la necesidad que ten�amos de frazadas para evitar otra noche de tormento y para conseguirlas le ped�amos su permiso para escribir una nota a nuestros hermanos del Colegio San Calixto. Gracias a Dios recibimos ese d�a de nuestros hermanos m�s de lo que ped�amos y a partir de ese d�a hasta que nos dejaron libres, termin� nuestro tormento de fr�o.

vi) De nuevo al cuartel de Miraflores

El viernes primer de agosto se abre nuestra celda a media ma�ana y se nos da la orden de recoger r�pidamente nuestras cosas. Pens�bamos que al fin hab�a llegado la ansiada libertad. Nos hicieron formar en el patio de dos en dos y luego en una fila de uno a uno. Despu�s de estar un rato as� se nos dice que de nuevo dejemos nuestras cosas en la celda y que salgamos al patio. Nos dimos cuenta que ese era el fin de nuestro cautiverio. en dos grupos nos hicieron salir a la calle para subir a dos movilidades, esta vez rumbo al cuartel de Miraflores. De nuevo dudas e inseguridad sobre nuestro futuro, aunque jam�s tuvimos miedo porque nuestra conciencia estaba tranquila.

Nos hicieron ir a todos a una sala de la Secci�n Segunda del Ej�rcito, situada en la planta baja, de nuevo rodeados de mercenarios paramilitares. Lleg� uno de ellos con la orden de que le siguieran los tres salesianos. Nos quedamos los tres jesuitas y los pastores metodistas. Al poco rato llegaron dos militares, el de m�s graduaci�n con amabilidad nos dijo que le sigui�ramos. Despu�s de cruzar un gran patio, entramos en un nuevo pabell�n desconocido para nosotros hasta entonces. Estaba alfombrado y amoblado con lujo. Siempre con amabilidad el Coronel de la Naval nos condujo a un sal�n del primer piso. Lo que menos esper�bamos, nos encontramos all� con el Sr. Nuncio, Mons. Mestre, nuestro Provincial el P. Plajot, acompa�ado de los Padres Fuster y Jos� Magrina. Tambi�n estaban el Provincial de los Salesianos acompa�ado por dos padres m�s. Con ellos se encontraban tambi�n el Director y Subdirector de toda aquella m�quina del Servicio de Inteligencia Militar, los Coroneles Rico Toro y Fern�ndez.

Despu�s de saludarnos afectuosamente con nuestros compa�eros y la jerarqu�a, se puede resumir as� lo que all� se trat�: Por una parte nuestros superiores y Jerarqu�a ped�an la inmediata liberaci�n y nada de exilio para nadie, mientras que los militares no s�lo cuestionaban ambas cosas, sino que enf�ticamente dec�an que unos ser�an puestos en libertad, mientras que oros saldr�an al exilio y al siguiente domingo iban a dar los nombres de quienes ir�an a otro lugar.

Un episodio algo desagradable ocurri� en esos momentos cuando el Nuncio pidi� a los militares que le concedieran poder llevar a todos los sacerdotes y religiosos a la Nunciatura. Como respuesta los militares dec�an poco menos, que nos encontr�bamos en el para�so y que nunca hab�amos recibido ning�n tipo de tortura. Me pareci� tan grosera y fenomenal esa mentira que dud� un instante llevado del esp�ritu de conservaci�n de callar por temor a las posibles represalias, pero al fin determin� correr un riesgo m�s y decir delante de todos, todo lo que nos hab�an hecho.

La reacci�n del Sr. Nuncio, Mons. Mestre y de los superiores que all� estaban fue de una seria indignaci�n y protesta, que en modo alguno esperaban los jefes de los verdugos que at�nitos nos miraban.

vii) Encuentro con Nuevos Detenidos

Ese d�a hubo un castigo al dejarnos sin comida al mediod�a y del t� por la tarde. No nos sorprendi� ese castigo pues est�bamos en el coraz�n mismo de las maquinaciones tortuosas. Cont�bamos con un paquete bastante grande de chocolates, que la delicadeza y generosidad del Se�or Nuncio nos dej� junto con cajas de vitaminas.

Al final de la tarde tuve una gran tristeza cuando, al abrirse bruscamente la puerta aparece un ya tristemente conocido paramilitar vociferando v�boras y amenazas en contra de un deprimido grupo de presos curas y monjas que entraban con �l, para que se mantuvieran de cuclillas o sentados en el suelo y mirando al suelo. Nos prohibi�, tanto a ellos como al grupo que est�bamos all�, que nos comunic�semos. Deb�amos estar todos en silencio, pues los que acababan de entrar eran "muy peligrosos…." me indignaba interiormente por tanta torpeza y mezquindad del conocido verdugo. Hasta cuando iban a tratar de ese modo tan bajo a personas tranquilas y pac�ficas… Conoc�a muy bien a dos de las religiosas de la Caridad y como si fueran criminales por su profundo esp�ritu de sacrificio y entrega al servicio de los hermanos campesinos. Sent� l�stima y pena por la vulgaridad de los altos jefes militares que dirig�an aquella m�quina represiva.

Despu�s que terminaron de interrogar en particular a cada uno de los otros sacerdotes norteamericanos y a una de las dos religiosas, y mientras interrogaban a la religiosa que faltaba, nos llevaron a lo que deb�a ser nuestra �ltima celda. Esta vez se incrementaba el n�mero de los compa�eros de celda con la llegada de los tres sacerdotes norteamericanos.

viii) �ltima Eucarist�a Dominical

Como digno de menci�n merece recordarse la Eucarist�a que tuvimos el domingo �ltimo a nuestro cautiverio. Un d�a antes vimos pasar frente a nuestra celda al P. Tumiri, caminando con dificultad, hacia los servicios higi�nicos. Por ser Presidente Nacional de la Asamblea de Derechos Humanos, seguramente la debi� pasar muy mal, a juzgar por su aspecto f�sico y la cojera que ten�a…

La principal autoridad del lugar donde nos encontr�bamos era el Cnel. Mena. Le pedimos que nos hiciera el favor de dejar asistir a la Eucarist�a del siguiente d�a domingo al Padre Tumiri. Felizmente nos lo concedi�. De com�n acuerdo con todos los compa�eros decid�amos que fuera �l quien dirigiera o presidiera la Eucarist�a concelebrada, pero �l prefiri� que lo hiciera otro. Presidi� el Padre David Raterman

ix) Nuestra Libertad

El lunes al anochecer me llam� el Coronel mena y acompa�ado por �l nos dirigimos a las oficinas del Coronel Fern�ndez. Cuando �ste me vio salud� muy afectuosamente y me comunic� que al d�a siguiente saldr�amos todos a la Nunciatura. Tuvieron una gran alegr�a nuestros compa�eros, aunque empa�ada por cierta tristeza, Qu� significaba nuestro traslado a la Nunciatura? nos d�bamos cuenta de que no qued�bamos libres sino que nos quer�an sacar del pa�s.

Al d�a siguiente a media ma�ana nos visit� el coronel Mena portando una lista. Al primero en llamar fue a m�, luego al Hermano Salvador S�nchez y finalmente al Pastor metodista Germ�n Crespo. Nos fuimos con nuestras pertinencias a la oficina del Coronel mena donde nos entreg� un formulario para que lo llev�ramos y si est�bamos de acuerdo lo firm�ramos. Su contenido era un compromiso para no participar nada en pol�tica y presentarnos all� cuantas veces nos llamaran. Lo firmamos y despu�s de entreg�rselo al Coronel, nos dijo: "Si se metieron en pol�tica, la experiencia de lo que han pasado tiene que servir para no volver a meterse en el futuro. Si nunca se metieron, disculpen…." T sin darnos siquiera unos segundos para objetar, sigui� hablando, pero esta vez alzando la voz: "Se les advierte que si en el futuro se meten en pol�tica los agarraremos en cualquier lugar donde est�n, y la represi�n ser� fatal, sin que los libre la iglesia o el mismo Papa en persona…" El mismo Coronel dio orden que nos dejaran a una cuadra de San Calixto. Al salir pedimos que nos devolvieran nuestras pertenencias que nos quitaron al detenernos: documentos de identidad, billetera, reloj, gafas, dinero, etc. A nadie le devolvieron nada, dej�ndonos con problemas serios porque actualmente, cuando menos lo esperas, en cualquier lugar de la ciudad te piden el carnet de identidad y no lo tenemos…

2. Testimonio del Padre Alvaro Puentes S.J.

El d�a viernes, 24 de septiembre, ten�a una Eucarist�a con alumnos peque�os del Colegio San Calixto a horas 11:50. No s� en que momento entraron algunos adultos que permanecieron al fondo de la Capilla hasta el final de la misa. En el momento en que termin� se acercaron tres de estos agentes y me pidieron que los acompa�ara "a la DIN", donde ten�an que hacerme unas preguntas. Al salir de la Capilla pude avisar al P. Blajot que me llevaban. El les pidi� documentaci�n y me orden� que me quedara. Tambi�n vio que a la fuerza me sacaron de su habitaci�n, a donde ya hab�a subido un agente m�s.

Ya en la puerta del colegio, otro, que parec�a mandar el grupo, me orden� ense�arle mi habitaci�n, donde quer�a ver los documentos que pose�a. Subimos de nuevo hasta mi cuarto. Ah� revisaron todo lo que hab�a y me permitieron que, mientras tanto, preparara un malet�n con un poco de abrigo, los �tiles de aseo y algo de cigarrillos. Se llevaron un cassette (gravado de la radio) sobre el P. Luis Espinal, 13 cassettes m�s (que quer�an revisar) de m�sica cl�sica y folkl�rica, una libreta de tel�fonos, mis documentos (libreta militar, pasaporte, etc.) y nos comentarios escritos de los alumnos de 4to. Medio del Colegio. Luego pasamos a mi oficina de Direcci�n del Colegio Nocturno. Ah�, revisaron tambi�n todo y se llevaron unas fotos de la fiesta de despedida del P. Oizumi. Con todo esto, eran las 12:45, me subieron a la cabina de una camioneta en la que fuimos al Gran Cuartel de Miraflores.

Poco tiempo despu�s fui conducido al despacho del Cnel. Mena donde lo esper� c�modamente hasta las 14:30 o poco m�s.

Cuando el Cnel. Mena entraba fue llamado –como me dijo despu�s- a ser informado de lo que dec�an los muchachos mayores del Colegio en los trabajos que hab�an tomado del cuarto. Entonces entr� a su oficina visiblemente disgustado. Me dijo que "los curas extranjeros est�n meando fuera del tiesto". que nos fu�ramos a nuestros pa�ses. Le dije que era boliviano e intent� explicarle que esos comentarios de los muchachos se refer�an a una clase en que coment�bamos la Carta Pastoral de los Obispos, y la obligaci�n que la Iglesia tiene de preocuparse por el hombre y por la justicia. Me contest� que todo era mentira, que no se hab�a tocado a nadie, que me presentar�a al P. Tumiri y a Juan Lech�n, a quienes nadie hab�a tocado, ya que fueron los que m�s se lo merec�an. Todav�a con muy buenos modos fui conducido a una habitaci�n con una cama y una silla donde se me dijo que esperar�a al Ministro del Interior.

Creo que fue entre 5 y 6 de la tarde cuando me llevaron a otro despacho donde esperaban reunidos el Cnel. Luis Arce y m�s o menos 10 personas entre militares y civiles. Me recibi� a gritos. Me dec�a que era mal boliviano, demasiado influenciado por los sacerdotes extranjeros que me iban a matar. Ten�a en la mano los trabajos de mis alumnos, ya subrayados en rojo. En estos trabajos algunos alumnos vert�an sus propias opiniones sobre el ej�rcito o sobre la situaci�n que se vive en el pa�s. Incluso algunos hab�an referencia a problemas vividos en su propia familia. Delante de m� dio la orden de detenci�n de poco m�s de diez de estos j�venes. Entonces tom� de la mesa otra hoja y me pregunt� si conoc�a al joven Azurduy. Ped� m�s datos, pues no sab�a a quien se refer�a. Lo hicieron llamar y reconoc� a un muchacho para el que me hab�an pedido ayuda econ�mica, ayuda que dio Mns. Mestre cuando le expliqu� la situaci�n por la que atravesaba. Buscaron una libreta de notas de este muchacho, Miguel Azurduy, donde figuraba mi nombre y direcci�n (pues ten�a que venir a buscar los 2.000 bol�vares que guardaba para �l).

El Ministro despu�s de una serie de insultos y amenazas de muerte, orden�: "llamen a mis hombres para que los maten". Momentos despu�s entraron cuatro o cinco que empezaron a golpearnos en la misma oficina y delate de todos los reunidos. Recibimos golpes con el pu�o, patadas y latigazos con un cable de acero en todo el cuerpo, desde las rodillas a la cabeza. Cuando algunos de nosotros ca�a, era levantada y continuaban los golpes, que se intercalaban con preguntas sobre nuestras relaciones, filiaci�n pol�tica, etc. A mitad de la sesi�n entr� un hombre mayor al que golpeaban con nosotros (creo recordar que era un zapatero, el Sr. Sevilla). Al final me vendaron los ojos. As� continuaron por un tiempo m�s los golpes. Cuando fui conducido a la celda (calculo que era entre 7 y 8 de la noche) me pusieron el ca�o de un arma en la sien e hicieron el movimiento de cargarla. Me tuvieron as� unos segundos hasta que se retiraron diciendo que mejor la ejecuci�n ser�a a las tres de la ma�ana.

Durante la noche fue imposible dormir por los dolores en las costillas y el est�mago. Aqu� en Buenos Aires, el m�dico me encontr� fisura en algunas costillas, parte de los moretes visibles y del labio reventado. Con todo, tengo la sensaci�n de que los otros dos sufrieron un castigo m�s duro que yo, teniendo adem�s en cuenta que Miguel Azurduy subi� all� con cicatrices y sangre en la cara.

A las diez de la ma�ana del s�bado vinieron a buscarme. No me dijo nada. Llegamos al Ministerio del Interior. Esper� sentado en una de las oficinas de Migraci�n. Entend� que esperaban algo para visar mi pasaporte. M�s tarde ordenaron a dos empleados que me subieran al aeropuerto con el encargo de que no me dejaran hablar con nadie. Esperamos dentro de la movilidad en la misma pista. Cuando hab�an subido ya todos los pasajeros, me entregaron pasaje y pasaporte y me condujeron del brazo hasta la escalerilla del avi�n de Aerol�neas Argentinas. Era el momento en que se cumpl�an las 24 horas de mi detenci�n en San Calixto.

3. Testimonio del Hermano Mario Sabato

El d�a martes 29 de julio a eso de las 11:30 de la ma�ana fui a la oficina de "Fomento Cooperativo", cuyo presidente es el Padre Julio Tumiri (P. Tumiri, sacerdote boliviano secular tambi�n es el presidente de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos en Bolivia). Esta oficina est� ubicada en la calle Yanacocha 545, en pleno centro de la ciudad y yo fui para pedir un modelo de estatuto de "tiendas de consumo" para la comunidad de Titikachi. Con sorpresa vi al P. Julio Tumiri y le dije que se cuidara por los acontecimientos que est�bamos viviendo. El estaba bastante apurado y hab�a dado orden de cerrar la oficina hasta el d�a 10 de agosto por seguridad de todos. Yo le pregunt� y qu� de los "Derechos Humanos"- El me respond�� que luego hablar�amos. En realidad �l hab�a ido para arreglar la situaci�n de los empleados de Fomento Cooperativo. Luego entr� en su despacho. Despu�s que yo recog� los estatutos de cooperativismo de consumo, vi que entraron en la oficina 4 hombres. Yo dije al emplado: "ahora estamos fritos", pues me di cuenta de las caras y actitudes. Uno se detuvo en la puerta, dos pasaron al despacho de P. Tumiri. Uno me pidi� mi documentaci�n. Contest� a este se�or que se identificara y despu�s yo le dar�a mis documentos. Me respondi� que no era el caso de bromear porque la cosa era seria. Yo insist� que por favor se identificara. me dijo de esperar unos segundos y luego entraron con ametralladoras en la mano diciendo: "ahora sabe qui�nes somos". Present� mi carnet de identidad y me dijeron: "Ten�a que ser Padre y peor todav�a si es italiano". Con estas palabras nos sacaron afuera con la cabeza agachada y prohibi�ndonos de mirar. Nos echaron en el piso de un jeep blanco sin placas y los paramilitares o militares vestidos de civiles, eran seis armados, m�s el chofer. Pregunt� d�nde nos estaban llevando y me contestaron a "una oficina". En el camino me dijeron de rezar el �ltimo Padre Nuestro si quer�a ir a ver a mi Dios, porque no tendr�a m�s tiempo. Respond� que no estaba rezando para m�, sino m�s bien para ellos. Llegamos al Estado Mayor y al bajar del jeep, pude contar 6 ambulancias, una al lado de la otra.

Entramos en un pasillo, donde hab�a muchos civiles armados y varias personas con la cara vendada y las manos a la pared. A nosotros tambi�n nos pusieron en esta posici�n. Poco despu�s nos hicieron entrar en un cuarto donde hab�a tirados sobre colchones 5 personas. A nosotros dos nos prohibieron de hablar y un civil armado estaba custodi�ndonos hasta que sacaron al Padre Julio Tumiri, que era "el pez gordo" de la redada. Los que estaban all� me dijeron que si ten�a algo de comprometedor de hacerlo desaparecer y de esconder mi bolsa bajo el colch�n. que no s� por qu� no me hab�a quitado.

A cada rato entraban en nuestro cuarto gente armada y me dec�an que yo era un "cura extremista italiano", "que me iban a fusilar", "que hab�a venido a Bolivia no como misionero, m�s bien enviado de un grupo extremista de Italia y que con el P. Tumiri est�bamos preparando un plan subversivo para los campesinos", yo respond�a que no era verdad y que no ten�an pruebas. Me contestaban que estaban buscando mis antecedentes en Italia. Por supuesto que no hab�a caso de intentar dialogar con ellos.

Esa primera tarde, estaba conmigo un campesino acusado de bloque de caminos. Le hab�an pegado en todo el cuerpo y ten�a 61 a�os. Ten�a el est�mago hinchado y la cara llena de heridas por los pu�etazos. Luego estaban dos muchachos hermano de un barrio popular, acusados de tener dinamita en casa de su madre y que serv�an para actos dinamiteros: Hab�a un joven, acusado de saber d�nde estaba su t�o, que era dirigente fabril y oro joven acusado de sospechoso a causa de su barba y traje negro y de pertenecer a la UDP. Lo hab�an recogido mientras hac�an un "operativo" en ambulancias en la zona fabril de Achachicala. Todos hab�an sido brutalmente pegados, a tal punto que no pod�an ni moverse del colch�n. El cuerpo de uno de ellos a causa de los golpes ten�a color negro, morado. Hacia las 10 de la noche, se llevaron a todos al DOP y no los volv� a ver m�s. Media hora despu�s trajeron 5 personas m�s. Hab�an estado vendados todo el d�a en el pasillo con las manos en la nuca, las piernas abiertas y a cada momento eran objeto de patadas, golpes y burlas de parte de todos. Antes de traerlos al cuarto, todos hab�an pasado por el interrogatorio, recibiendo su dosis de palos con hierro y patadas. Pegaban a la espalda, las nalgas y a los m�sculos de las piernas y pu�etes en la barriga. A uno de los mineros le reventaron los dedos de un pie con la culata de la ametralladora y con la misma le dieron un golpe a la clav�cula distorsion�ndola. Otro que estaba en malas condiciones era un muchacho, acusado de haber pegado en el mes de abril a un sargento en civil. Ten�a la cabeza rota, la ceja del ojo izquierdo rota, a causa de una patada y una quemadura producida con hierro caliente en la parte anterior del antebrazo. A los otros dos mineros les pegaron menos, como tambi�n a un portero de la Escuela Normal.

La ma�ana siguiente trajeron 5 personas m�s de la localidad de Comanche, acusados de bloqueo de caminos. A �stos les pegaron muy poco. Se llevaron vendados a varios al interrogatorio y les pegaron. S�lo no pegaron a un minero que manifest� que el nuevo presidente hab�a dado orden de "no tocar a los mineros" y que a �l le hab�an hecho barbaridades y que si quer�an que de una vez o mataran antes de seguir castig�ndolos brutalmente". Al o�r esto, lo trataron bien, en el interrogatorio le quitaron la venda y lo hicieron sentar. Contento vino a relatarme todo esto y despu�s se lo llevaron al DOP con otros m�s, quienes regresaron el d�a despu�s, pero �l no. Por la noche trajeron 3 chicos de "Vanguardia Obrera", detenidos desde el 22 de julio. Hab�an pasado por el Ministerio del Interior, donde les hab�an pegado fuertemente, quit�ndoles todo. Luego los llevaron al Estado Mayor, donde les pegaron e interrogaron, luego al DOP donde no les pegaron y nuevamente al Estado Mayor, donde s� les pegaron fuertemente y ten�an el terror de quedarse all�. Vinieron otros dos chicos m�s, otro portero de la Escuela Normal y un joven acusado de falsificar un memor�ndum del a�o pasado. Con este grupo de 12 personas, me qued� hasta el 5 de agosto, d�a en que fui liberado. El martes, mi�rcoles y jueves (29, 30 y 31 de julio) los oficiales y civiles armados, continuamente nos asustaron, amenaz�ndonos con frases, nos hac�an levantar de noche, nos pon�an con la boca al piso y las manos a la nuca o apagaban la luz interrog�ndonos, civiles enmascarados. Algunos apodos de estos civiles eran "el Argentino", "el Pelo Blanco", y "Fantom�s". Dos oficiales hablaban bien italiano y alem�n. El mi�rcoles por la noche varios civiles armados pidieron las llaves de las ambulancias para llev�rselas. Escuch� muy bien porque para entrar en el cuarto de la radio y claves, se pasaba por nuestro cuarto. Las primeras dos noches no tuvimos frazadas y dormimos uno junto al otro. Nunca nos dieron desayuno y la comida, almuerzo y cena era demasiado poca. Por orden del Teniente Coronel Mena nos dieron unas frazadas a cada dos personas y nos permitieron ir al ba�o m�s a menudo.

Por la ma�ana ven�a una enfermera poniendo pomada a los que hab�an recibido golpes y dando p�ldoras contra el resfr�o. Ella nos manifest� que los primeros d�as era terrible, que hab�a visto barbaridades.

La suerte m�s grande fue la visita de la Cruz Roja Internacional. Desde ese d�a no pegaron a nadie y nos dejaron bastante tranquilos.

En el interrogatorio, las acusaciones en mi contra eran: que hac�a parte de Derechos Humanos, que era de CONADE, que hab�a venido con una organizaci�n extremista italiana, que con P. Julio est�bamos preparando planes subversivos para el campo, que mi congregaci�n en Suiza (donde estudiamos teolog�a), estaba en contacto con Organizaciones Humanitarias y que yo hab�a estudiado en la Universidad de Lovaina (donde nunca he puesto ni un pie) y que all� hab�a sido preparado para venir a la Am�rica Latina. A�ado que por las noches tra�an mucha gente, muchas personas borrachas, que recib�an fuertes palizas. Tengo la impresi�n –viendo algunas listas- que en el sector donde estuvimos, hab�a por lo menos 40 personas en varios cuartos. Algunas noches los oficiales y civiles se emborrachaban, fastidi�ndonos en otra forma.

Una vez que se formaron hab�an m�s o menos 80 civiles armados.

Quiero indicar que no recib� mal trato, fuera de las acusaciones e interrogatorios. Supongo por el hecho de ser religioso. Me liberaron despu�s de haber firmado un compromiso con el Alto Mando Militar, junto a todos los sacerdotes y hermanas y ministros de la Iglesia Metodista, gracias a la mediaci�n de la Nunciatura Apost�lica de La Paz.

4. Testimonio del Padre Claudio Pou, S. J. (Caso 7450)

Claudio Pou-Viver, sacerdote de la Compa��a de Jes�s, residente en La Paz desde 1977. Mi anterior residencia fue Sucre. Llegu� de Espa�a, mi pa�s de nacimiento, a Bolivia en 1952: he estado ausente en diversas ocasiones por razones de estudio (Ecuador, Italia, Espa�a, USA). Actualmente mi trabajo es el siguiente: Administrador (Procurador de la Compa��a de Jes�s en Bolivia, Coordinador de Planificaci�n de la Compa��a de Jes�s en Bolivia, actividad pastoral espor�dica. Tesorero de la Conferencia Boliviana de Religiosas y Religiosos, miembro del Directorio de Radio Fides. En mis declaraciones a las autoridades en estos d�as pasados solamente hice constar como mi trabajo la actividad sacerdotal (pastoral) y la Administraci�n (sin especificar que era a nivel de toda Bolivia). Escribo este informe desde mi asilo en la Nunciatura.

Detenci�n.

Fui detenido por civiles armados (irregulares, paramilitares) en el patio del Colegio San Calixto el d�a 17 de julio �ltimo, aproximadamente a las 12:30 del mediod�a. Al escuchar disparos y una explosi�n provenientes de Radio Fides, baj� a la porter�a con la intenci�n de cerrar la puerta de la calle; me top� con un civil quien me amenaz� con un fusil y me conmin� a que me pusiera cara a la pared con las manos levantadas o disparar�a (mi caso es similar en cuanto a los lugares de detenci�n y tratamiento al del P. Juan Enviz y los Hnos. Salvador S�nchez y Jos� Marco, tambi�n Jesuitas). Intent� dialogar con �l pero fue in�til. Tambi�n fue detenido en ese momento por el mismo individuo el H. Salvador S�nchez y luego tres empleados del colegio. Al poco rato bajaron tres paramilitares que acababan de destruir los estudios de Radio Fides y ten�an detenido al H. Jos� Marco. Nos golpearon ligeramente y me dieron un culatazo en la cabeza que me produjo una herida sangrante.

Los tres jesuitas fuimos llevados a una camioneta-vagoneta que estaba parqueada frente al colegio. Mucha gente estaba en la calle y en los balcones del frente en esos momentos. Cre� que nos llevaban a matar. La camioneta se dirigi� al Gran Cuartel de Miraflores donde se encuentre, entre otras dependencias, el Estado Mayor.

En el Estado Mayor

Llegados al Cuartel fuimos objeto de numerosos insultos, blasfemias y soeces. Nuestra condici�n de sacerdotes y religiosos era bien conocida por todos, pues a ella hac�an referencia los insultos. Hab�a en el patio principal el Cartel alrededor de un centenar de paramilitares armados y visiblemente enloquecidos, numerosos soldados y oficiales, tanque y otros veh�culos, algunos de ellos ambulancias.

Nos llevaron al edificio del Departamento II (Inteligencia en cuyo hall hab�a unas 15 personas, en su mayor�a paramilitares. Nos pusieron cara a la pared, preguntaron nuestros nombres y, mientras nos insultaban a gritos y nos golpeaban a pu�etazos y patadas, nos ordenaron entregar zapatos, cintur�n y todas las pertenencias (yo no llevaba ning�n documento de identidad ni prenda de valor, excepto reloj y llaves que ellos no vieron).

Luego salimos de nuevo al patio y nos llevaron hacia la caballer�a. En el camino un civil, desconocido por m�, me golpe� y pate� a su gusto sin que nadie intentara impedirlo. Llegados a la caballeriza vimos unas 30 a 40 personas tenidas en el paso y cre� que nos iban a matar o torturar. Se nos oblig� a echarnos, boca abajo y con las manos en la nuca, sobre el esti�rcol mezclado con paja que cubr�a gran parte del piso. El resto del d�a fueron trayendo m�s detenidos, entre ellos todos los periodistas que estaban cubriendo los acontecimientos del Palacio Presidencial, diputados, sindicalistas, universitarios, etc. Estuvimos en esas condiciones hasta aproximadamente las 4:30 de la madrugada siguiente. Durante todo ese tiempo los guardianes nos amenazaron continuamente con insultos, �rdenes de no movernos, etc., acompa�ando lo anterior con algunas patadas y culetazos (los guardianes fueron primero paramilitares y luego soldados de uniforme; con frecuencia se hizo presente un individuo con claro acento argentino, que parec�a diferente del escuchado anteriormente, quien se mostr� especialmente bruto y cruel en sus insultos y golpes). Aproximadamente a la medianoche un soldado me rob� el reloj. Hasta las 3:30 aproximadamente de la madrugada no pudimos levantarnos para orinar; a algunos que ped�an hacerlo se les dijo que se orinaran encima.

Durante la �ltima hora fuimos custodiados por un militar (que parec�a oficial de grado capit�n o mayor) que se port� humanitariamente; no amenaz�, no insult�, no se opuso a que nos acomod�ramos un poco mejor, nos permiti� levantarnos para orinar en una pared de la caballeriza.

En el DOP (Direcci�n de Orden Pol�tico):

Alrededor de las 4:30 de la madrugada del viernes d�a 10 nos sacaron de la caballeriza descalzos, agachados, con las manos en la nuca, en fila de a dos y con algunos golpes. Nos hicieron entrar en unas ambulancias de la CNSS (Caja Nacional de Seguridad Social) de las que hab�an sacado las literas. Nos hicieron echar en el piso e la ambulancia, unas cuatro o cinco personas en cada ambulancia. Subieron a la ambulancia dos civiles armados de metralletas. Todo parec�a indicar que nos llevaban a alg�n lugar solitario para matarnos. Las ambulancias recorrieron algunas calles de La Paz y al descender nos dimos cuenta de que est�bamos frente a la c�rcel del DOP, a unos cincuenta metros del Palacio Presidencial (desde que acab� la dictadura de B�nzer esos locales eran usados como oficinas de la C�mara de Diputados y se ve�a que se acababan de improvisar de nuevo para c�rcel).

En el DOP nos pusieron de nuevo a la pared y preguntaron nuestros nombres. Un agente separ� entonces a los religiosos y nos puso juntos en una celda: en ese momento �ramos solamente tres, pues el cuarto jesuita fue tra�do a la celda por la tarde; lo hab�an sacado del Estado Mayor en el primer viaje. La celda era de 3 x 3 metros, con s�lo la luz que entraba por las rendijas de la puerta y con piso de cemento; �nicamente hab�a para cubrirse una estera ra�da y llena de polvo. A las 7 de la ma�ana nos dieron un caf� caliente, primer alimento desde nuestra detenci�n; luego, a mediod�a a media tarde, nos dieron un plato de comida.

Estuvimos en una celda desde ese viernes 18 hasta �a ma�ana del martes 22m cuando nos trasladaron a otra celda que era en realidad una oficina con piso de madera habilitada para celda. Un anoche nos sacaron a la una para tomar nuestros datos personales b�sicos: nombre, edad, ocupaci�n, lugar de detenci�n. El domingo 20 nos devolvieron los zapatos.

Permanecimos en esa celda hasta el viernes 1 de agosto. El trato que recibimos en el DOP fue humanitario dadas las circunstancias: la comida no era abundante pero s� bien preparada; se nos permiti� recibir frazadas, alimentos, vino para la Eucarist�a, naipes, cigarrillos, etc.; no se nos maltrat�. Sin embargo, sabemos con certeza que en esos d�as otros fueron maltratados por militares (ajenos al DOP) durante su interrogatorio. A los seis d�as de encarcelamiento el DIN (Direcci�n de Investigaci�n Nacional) me tom� declaraci�n sin ninguna clase de violencia; datos personales, ocupaci�n, lugar y circunstancias de detenci�n, datos sobre pertenencia a partidos pol�ticos, reuniones pol�ticas, posesi�n de armas, plan de lucha armada en el pa�s y otras preguntas. Se me dio a leer la declaraci�n y la firm�.

El lunes 28 trajeron a nuestra celda a tres salesianos, de cuya detenci�n una semana antes no est�bamos enterados. Al d�a siguiente trajeron a dos Pastores Metodistas, uno de La Paz y oro de Sapecha (Alto Beni); al de La Paz lo hab�amos visto ya en d�as anteriores, pues fue detenido el mismo d�a que nosotros. Dos o tres noches pasamos momentos de angustia al o�r y ver que sacaban prisioneros con destino desconocido o que llegaban nuevos detenidos. A lo largo de los d�as vimos a prisioneros, muchos de ellos menores de 20 a�os que hab�an sido golpeados con mayor o menor crueldad. Hab�a seis mujeres de edades estimadas entre 20 y 50 a�os, detenidas en una celda frente a la nuestra. Un d�a recibimos la visita de un funcionario insolente del Ministerio del Interior acompa�ado de sus guardaespaldas con metralletas; entre otras insensateces nos dijo que nadie se interesaba por nosotros, cuando conoc�amos ya por otros conductos los esfuerzos que se estaban desplegando por parte de la Iglesia.

Creo que fue el d�a 30 cuando el H. Jos� Marco fue trasladado a la Cl�nica Copacabana (de la Polic�a) para ser atendido de s�ntomas de flebitis. En el resto de nosotros ya hab�an pr�cticamente desaparecido a mayor�a de hematomas y se�ales de malos tratos. Fuimos visitados por un m�dico del DIN unas tres o cuatro veces. Durante toda nuestra permanencia en el DOP salimos al sol en tres ocasiones por un total de veinte minutos.

De nuevo en el Estado Mayor:

El viernes 8 de agosto, aproximadamente a las 11 de la ma�ana nos sacaron del DOP con rumbo desconocido para nosotros pero ya sin guardias armados. Fuimos conducidos al Estado Mayor. M�s tarde fuimos llevados a una reuni�n en la Sala de Operaciones del Alto Mando, donde estaban presentes el Nuncio, dos Obispos, los superiores religiosos de salesianos y jesuitas y los tres jefes de Inteligencia de las Fuerzas Armadas. La reuni�n no fue muy cordial desde el momento en que, ante el intento de esos jefes por ocultar la verdad, explicamos claramente el trato recibido desde nuestra detenci�n.

Fuimos devueltos al Departamento II, donde se nos reunieron m�s tarde tres sacerdotes y dos religiosas detenidos en sus lugares de residencia en el Altiplano Norte. No faltaron algunos insultos por parte de civiles y militares que al parecer proced�an por propia iniciativa aprovechando el desorden reinante. Por la noche nos llevaron a los once varones a una oficina-celda. Nos dieron colchones y frazadas. El trato fue relativamente humanitario. La comida era insuficiente y con frecuencia fr�a. No salimos ni una vez al aire libre. Cinco tanquetas y tres tanques estaban estacionados en el patio al pie de nuestras ventanas que estaban cubiertas con peri�dicos. Con frecuencia nos visitaban algunos militares y paramilitares; el trato de algunos era cordial y el de otros prepotente o insultante. Nos consta de la descarada hipocres�a de alguno de ellos con respecto a lo que nos dec�a a nosotros y a lo que hablaba luego a otros.

El d�a 4 de agosto supimos que al d�a siguiente ir�amos todos a la Nunciatura. El d�a 5 fueron dejados libres siete, mientras los otros cuatro (los tres salesianos y yo) fuimos llevados a la Nunciatura. Al salir estaba en el patio del cuartel el acostumbrado grupo de unos cien paramilitares, armados y con aspecto de delincuentes.

En la Nunciatura

La intenci�n de las Fueras Armadas es que nuestra estancia aqu� sea el paso hacia el exilio, pero se nos ha comunicado que el Nuncio, los Obispos y nuestros superiores religiosos no est�n de acuerdo e intentar�n evitarlo.

He conocido los cargos se me hacen: los considero est�pidos, injustos por falsos y no probados. Por lo tanto, considero injustificada e injusta mi detenci�n. Igualmente injusto ser� mi exilio si llega a realizarse.

En la Nunciatura estamos en excelentes condiciones y, realmente en libertad completa dentro del edificio.

Hasta hoy, 12 de agosto, no sabemos si nos exiliar�n o nos dejar�n en libertad. Mi deseo es permanecer en Bolivia.

 

E. Otras formas de Restricci�n a la Libertad: Los Exiliados y Residenciados5

1. Por su �ntima vinculaci�n con el derecho a la libertad f�sica la Comisi�n se referir� a continuaci�n a la situaci�n de los exiliados y residenciados, la que tambi�n afecta al derecho de circulaci�n y de residencia, consagrados en la Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos.

2. La Constituci�n boliviana consagra en su Art�culo 7, numeral g("el derecho de ingresar y permanecer, transitar y salir del territorio nacional". El mismo ordenamiento, en el Art�culo 15 establece que los funcionarios p�blicos que, sin haberse dictado el Estado de Sitio tomen medidas de persecuci�n, confinamiento o destierro de ciudadanos y las hagan ejecutar, estar�n sujetos al pago de una indemnizaci�n de da�os y perjuicios as� como de las acciones penales que correspondan, comprobando que los hechos se adoptaron en violaci�n de los derechos y garant�s establecidas en la Constituci�n.

Por otra parte, como se se�ala anteriormente, durante la vigencia del Estado de Sitio su declaratoria autoriza al Ejecutivo a la suspensi�n de las garant�as y derechos consagrados en la Constituci�n frente a se�aladas personas fundadamente sindicadas en tramar contra el orden p�blico. En tales casos adem�s del arresto mediante orden de autoridad leg�tima, y si la conservaci�n del orden p�blico exigiese el alejamiento de los sindicados podr� ordenarse su confinamiento a una capital de departamento o de provincia que no sea malsana.6

Sin embargo, durante el Estado de Sitio, la Constituci�n prescribe el destierro por motivos pol�ticos; pero al confinado, perseguido o arrestado por estos motivos, que pida pasaporte para el exterior, no podr� serle negado por causa alguna debiendo las autoridades otorgarle las garant�as necesarias al efecto. Los ejecutores que violen eta disposici�n son responsables en cualquier tiempo, por violaci�n de las garant�as constitucionales.

3. Sobre la base de la legislaci�n referida y de las denuncias e informes obtenidos se puede se�alar que cientos de bolivianos, especialmente dirigentes pol�ticos y sindicales se han visto obligados a exiliarse en diferentes pa�ses, ante las amenazas e intimidaciones recibidas de autoridades gubernamentales o como una condici�n indispensable para obtener su liberaci�n; oras, han optado por el exilio voluntario o fueron expulsadas del pa�s y un grupo menor han sido "residenciados", es decir, obligados a vivir en determinada zona del pa�s debiendo presentarse peri�dicamente ante las autoridades. Estas medidas en opini�n de la Comisi�n fueron ejecutadas sin atender ni respetar las exigencias constitucionales, y con el prop�sito de liquidar cualquier oposici�n pol�tica,7 as� fuese pac�fica, en abierta contravenci�n con el texto y esp�ritu de la Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos.8

4. Las personas que lograron asilarse9 en diferentes representaciones diplom�ticas el d�a del golpe militar, o los d�as posteriores, obtuvieron luego de cerca de 3 meses de demora los salvoconductos respectivos. La CIDH desea reiterar su opini�n de que la reclusi�n prolongada de personas en lugares, como las representaciones diplom�ticas, tienen el privilegio de la inmunidad constituye tambi�n una violaci�n a la libertad del asilado y se transforma en una pena. En el mes de noviembre de 1980, el Gobierno boliviano inform� a la Comisi�n que todas las personas que se encontraban en representaciones diplom�ticas se les hab�a concedido el salvoconducto abandonando el pa�s.10

5. La Comisi�n mediante notas del 3 al 30 de abril de 1981, solicit� al Gobierno boliviano la lista oficial de las personas exiliadas, asiladas, expulsadas del pa�s y residenciadas, con el prop�sito de aclarar los diferentes informes que ven�an recibiendo. Hasta la fecha el Gobierno no ha respondido.

La Comisi�n ha recibido el documento GB/214/11/9 de la Sesi�n 214 del Comit� para la Libertad Sindical de la Organizaci�n Internacional del Trabajo, en el cual se estudia el Caso No. 983 relativo a alegadas violaciones de ese derecho por el Gobierno de Bolivia. En el mencionado documento como Anexo II se presenta una lista de personas que han sido residenciadas, liberadas o exiliadas. Esta informaci�n fue suministrada por el propio Gobierno a la OIT el 10 de noviembre de 1980.11 Por la fuente, la CIDH ha considerado �til su inclusi�n, puesto que ella reafirma las denuncias de medidas arbitrarias que afectan la vigencia no solo de la libertad f�sica de las personas, sino del Derecho de Circulaci�n y Residencia contemplado en el Pacto de San Jos� de Costa Rica.

La lista es la siguiente:

Juan Lechin Oquendo

residenciado

Sim�n Reyes Rivera

residenciado

Liber Porti

exiliado

Julio Tumuri

residenciado

Victor Sosa

residenciado

Max Toro B.

residenciado

Noel Vasquez

residenciado

Victor Lima

residenciado

Cayetano Llobet

liberado 2.11.80

Gladys Solon

liberada 9.10.80

Hernan Ludue�a

liberado

Oscar Pe�a Franco

exiliado

Fernando Salazar

exiliado

Cosme Reyes Valverde

residenciado

Luis Aguilar Portillo

residenciado

Nicasio Choque Donaire

residenciado

Rufino Cossio Calle

residenciado

Luis Pozo I�iquez

residenciado

Rafael Ortega Vaquera

residenciado

Miguel Ortiz Ruelas

residenciado

Carlos Soria Galvarro

residenciado

Agencio Quispe Quispe

residenciado

Isaac Mopales Quispe

residenciado

Walter Humeres Cortez

residenciado

Francisco Tintaya Calle

residenciado

Paulino Mendez Arosqueta

residenciado

Wilfredo Rua Bejarano

exiliado

Arturo Villanueva Ima�a

residenciado

Walter Robles Bermudez

liberado

Julio A. Marquez

liberado

David Acevey

residenciado

Amador Villavicencio

liberado

Eduardo Dominguez Vert

residenciado

Alfredo Bonadona

liberado 30.10.80

Walter Retamozo Monta�o

exiliado

Floduardo Ordo�ez

residenciado

Raul Gonz�lez Almansa

residenciado

Jos� Marquez

liberado

Freddy Justiniano

residenciado

Guillermo Dalence

residenciado

Vladimir Arusinaga

residenciado

Julio Marquez

liberado

Juan Carlos Orioles

residenciado

Adrian Camacho

liberado

Fernando Torrely Maria

liberado

Armando Porre

liberado

Corsino Pereyra

residenciado

7.    Dentro de las informaciones de exiliados que tambi�n hacen referencia a los apremios ilegales se pueden se�alar los siguientes:

Caso 7823: Juan Antonio Solano, nacido el 27 de enero de 1955, en Llallagua, Bolivia. Estudiante universitario de Metal�rgica en la Universidad de Oruro, y miembro de la Federaci�n Universitaria.

Detenido en el a�o de 1977 durante el gobierno de Banzer y nuevamente en 1980 despu�s del golpe de estado. Se encuentra exiliado en Suiza desde el 22 de noviembre de 1980 cuando se vi� obligado a abandonar el pa�s.

Arrestado el 18 de julio de 1980 en el Comedor Universitario de la Universidad de Oruro por las Fuerzas Armadas y la polic�a, junto con 250 estudiantes m�s. Llevado detenido primero a un puesto militar en Vinto (Oruro), luego al DOP Oruro donde permaneci� 43 d�as para ser trasladado luego al Ministerio del Interior en La Paz. Durante todo el tiempo de su detenci�n fue maltratado y se le oblig� a firmar declaraciones falsas. Los interrogatorios fueron llevados a cabo por agentes de Servicio de Inteligencia. Por consider�rsele "elemento peligroso" se le iba a enviar a la Rep�blica Argentina. La intervenci�n de la iglesia, CIME y Naciones Unidas impidi� que presos pol�ticos bolivianos fueran enviados a Argentina. Fue llevado a Viacha en donde funcionarios del CIME lo entrevistaron y facilitaron su exilio en Suiza.

Torturas y Maltratos

Inmediatamente despu�s de su arresto junto con 259 estudiantes m�s fueron llevado a un puesto militar en Vinto (Oruro) en donde se les practic� un simulacro de enterramiento vivo oblig�ndolos a meterse en una fosa a la cual rociaron con gases lacrim�genos y los cubrieron con tierra y agua. Despu�s fueron golpeados con palos y sufrieron simulacros de fusilamiento. Fueron trasladados luego a DOP en Oruro en donde las condiciones carcelarias fueron muy malas. Bajo amenazas fueron obligados a firmar declaraciones. No hab�a agua ni comida. Hab�a entre 30 y 40 reclusos en celdas de 2 x 3 mts. Familiares de los detenidos llevaban comida. Como hab�an varios detenidos del Interior no ten�an quien les llevara comida. En los 45 d�as de permanencia en DOP subsisti� b�sicamente de la comida que otros detenidos compart�an con �l. El siguiente traslado fue al Ministerio del Interior en La Paz en donde hab�a una gran cantidad de detenidos que ser�an m�s tarde llevados a los campos de concentraci�n en el Oriente boliviano, (Madidi, San Joaqu�n, Puerto Rico, Exiamas). Los primeros d�as lo encerraron en una habitaci�n peque�a de donde lo sacaban para interrogarlo a altas horas de la noche. En la primera fase de los interrogatorios no utilizaron violencia, pero al no confesar lo golpearon hasta que perdi� el sentido. Fue dejado por dos d�as en un cuarto oscuro sin nada de comer ni beber y sacado luego para ser interrogado de nuevo. Fue nuevamente golpeado y llevado luego a una celda donde estaban todos sus otros compa�eros, quienes se encontraban en las mismas condiciones f�sicas que �l. En celdas de 3 x 4 mts. Hab�a hasta 60 personas y no hab�a servicio sanitario. Juan fue catalogado como "elemento peligroso" y junto con otros detenidos estaba en la lista de expulsados del pa�s. El 25 de octubre se les dio salvoconductos para ser expulsados a la Argentina como pertenecientes a grupos de extrema izquierda. Cuando estaban en el aeropuerto recibieron noticias de que CIME, la iglesia y las Naciones Unidas interven�an para evitar que presos pol�ticos fueron enviados a la Argentina, Chile y Paraguay. Fueron llevados a Viacha en donde funcionarios de CIME ayudaron a Juan a salir para Suiza.

Durante todo el tiempo de su detenci�n, Juan no tuvo ninguna entrevista con su familia ni oportunidad de comunicarles como y donde se encontraba. Tuvo que abandonar Bolivia sin ponerse en contacto con nadie de su familia.

Caso 7824: Diego Morales Barrera, Pintor y Profesor de Artes Pl�sticas, naci� en La Paz (Bolivia), el 12 de noviembre de 1946. Profesor de Artes Pl�sticas en la Escuela Superior de Bellas Artes durante 6 a�os. De 1976 a 1979 trabaj� como escultor en el Museo de Etnograf�a y Folklore, all� fue Secretario de Prensa y Propaganda del Primer Sindicato de Empleados P�blicos. En febrero de 1979 tuvo que retirarse del museo a causa de la presi�n impuesta por las fuerzas armadas.

Diego Morales Barrera no tiene ninguna filiaci�n pol�tica pero su trabajo como pintor ha expresado su desaveniencia con los golpes militares, est� en contra de los gobiernos de facto y sus tendencias son de izquierda.

El 26 de octubre de 180 fue detenido junto con su madre en La Paz, por agentes del SIE (Servicio de Inteligencia del Estado). La se�ora Morales fue dejada en libertad una hora despu�s. Diego fue llevado al Ministerio del Interior en donde fue golpeado y su documentaci�n confiscada. Luego fue llevado a la secci�n del DIC en Obrajes, suburbio de La Paz. All� permaneci� cuatro d�as, hasta el 20 de octubre, esposado de pies y manos, a oscuras, sin agua ni comida y sin servicio sanitario, debiendo hacer sus necesidades fisiol�gicas en un balde. El d�a 20 fue llevado al Ministerio del Interior. En este trayecto fue interrogado, golpeado en los test�culos y quemado con cigarrillo en las manos. El interrogatorio continu� dentro de las oficinas del Ministerio del Interior. Bas�ndose en fotograf�as tomadas de sus cuadros y acompa�ado de golpes en los o�dos y en el cuerpo, le interrogaban sobre su filiaci�n pol�tica qui�n hab�a financiado su exposici�n de pinturas y si pertenec�a al ELN.

Los que suministraban los golpes eran agentes mientras que los que supervisaban y hac�an preguntas parec�an militares de jerarqu�a superior. Entre insultos y golpes le atemorizaban diciendo que le iban a reventar los ojos, a cortar las manos o a imputar alg�n miembro. Esto dur� m�s o menos desde las 2 de la tarde hasta las 8 de la noche cuando tres tenientes del ej�rcito perteneciente al SIE, le llevaron a una casa situada en la Ciudad Sat�lite de El alto de La Paz, �sta es una vecindad popular donde la mayor�a de las viviendas pertenecen a obreros, fabriles y mineros. El personal de esta casa estaba vestido de civil pero eran soldados de Tarapac�, El jefe era un capit�n y sus segundos eran tenientes, a uno de ellos le apodaban "Rommel". A pesar de que prepararon la "picana" y de las continuas amenazas; los interrogatorios no fueron completados con violencia.

El d�a 22 se le present� la oportunidad de escapar, pues a pesar de que cuando estaba en la celda permanec�a esposado, estaba tan delgado que pod�a quit�rselas. El 22 de octubre en la noche, trajeron a un preso a quien torturaron salvajemente, poni�ndole corriente en los test�culos. En la ma�ana del 23 los tenientes dieron �rdenes a los guardias de escribir a m�quina la confesi�n del torturado y de arreglar las conexiones pues iban a continuar con Diego. Diego al escuchar esto decidi� escapar y venciendo el dolor se libr� de las esposas, salt� por la ventana que daba a un garaje con la ayuda de un vecino de la localidad y m�s tarde en la Cruz Roja y la Embajada de Suiza encontr� refugio seguro hasta que con cooperaci�n del CIME consigui� el salvoconducto para salir exiliado a Suiza.

 

F. Los Recursos de Habeas Corpus 13 y de Amparo14

1. El Gobierno Militar de Bolivia, no solo ha desconocido las normas constitucionales contempladas a situaciones anormales y las de protecci�n internacional de derechos humanos sino que adem�s las garant�as judiciales para protecci�n se han convertido en letra muerta.

2. Estos recursos la legislaci�n boliviana son ordenamientos constitucionales que buscan proteger a las personas de las detenciones arbitrarias –Habeas Corpus-, y contra los actos ilegales o las omisiones indebidas de los funcionarios o particulares que restrinjan, supriman o amenacen restringir o suprimir los derechos y garant�as de la persona reconocidas por la Constituci�n y las leyes (recurso de amparo).

3. A la luz de los antecedentes expuestos en este Cap�tulo y de todas las informaciones de las cuales ha tomado conocimiento la Comisi�n, especialmente aquellas que se�alan la forma en que han procedido las autoridades en las detenciones individuales y masivas y de las circunstancias que han seguido a las mismas, debe concluirse que estas garant�as jurisdiccionales del derecho a la vida, a la libertad e integridad f�sica de los bolivianos se ha frustrado y convertido en una herramienta ineficaz para controlar los actos ilegales de las autoridades puesto que en la pr�ctica su ejercicio no obtiene los resultados esperados, ante la negativa del Gobierno Militar a informar el lugar en que se encuentran los detenidos, las razones o cargos que existen y generalmente por la incomunicaci�n e las v�ctimas y la prolongaci�n de la privaci�n de libertad por per�odos m�s largos de los que permite la Constituci�n a�n durante la vigencia del Estado de Sitio.

4. Otro factor que tambi�n guarda relaci�n con lo se�alado anteriormente son las detenciones masivas que se han llevado a cabo por el incumplimiento del Toque de Queda que sigue imperante en todo el pa�s y en otros casos por no tener las personas durante redadas que adelantan fuerzas de seguridad la identificaci�n pertinente. En estos casos las personas normalmente son liberadas en per�odos cortos. Asimismo, la Comisi�n ha recibido informaciones de detenciones masivas en las poblaciones mineras de Siglo XX y Catavi durante la realizaci�n de un paro de labores efectuado el 12 de enero de 1981.

Tambi�n se han puesto en conocimiento de la CIDH, algunas detenciones de opositores pol�ticos y de oficiales militares disidentes durante los meses de mayo y junio de 1981, aleg�ndose al mismo tiempo que las condiciones a que son sometidos los detenidos contin�an siendo incompatibles con la dignidad humana.

5. La Comisi�n conf�a en que recientes declaraciones de diferentes autoridades bolivianas, en las cuales se afirmaba que no se permitir�a que los funcionarios cometan abusos contra la ciudadan�a y que se hace necesaria retornar a la plena juridicidad velando por un efectivo cumplimiento de la Constituci�n y las leyes y sometiendo a los responsables de las violaciones ante las autoridades judiciales competentes, abran el camino hacia la normalizaci�n y efectividad de estas b�sicas garant�as judiciales.

 

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1  Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos. Art�culo 7: 1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales. 2. Nadie puede ser privado de su libertad f�sica, salvo por las causas y en las condiciones fijadas de antemano por las Constituciones Pol�ticas de los Estados Parte o por las leyes dictadas conforme a ellas. 3. Nadie puede ser sometido a detenci�n o encarcelamiento arbitrarios. 4. Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su detenci�n y notificada, sin demora, del cargo o cargos formulados contra ella. 5. Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendr� derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesto en libertad, sin perjuicio de que continu� el proceso. Su libertad podr� estar condicionada a garant�as que aseguren su comparecencia en el juicio. 6. Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente a fin de que �se decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detenci�n y ordene su libertad si el arresto o la detenci�n fueran ilegales. En los Estados Partes cuyas leyes prev�n que toda persona que se viera amenazada de ser privada de su libertad tiene derecho a recurrir a un juez o tribunal competente a fin de que �ste decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni abolido. Los recursos podr�n interponerse por s� o por otra persona. 7. Nadie ser� detenido por deudas. Este principio no limita los mandatos de autoridad judicial competente dictados por incumplimiento de deberes alimentarios.

2  Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos. Art�culo 5: 1. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad f�sica, ps�quica y moral. 2. Nadie deber ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona privada de libertad ser� tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano. 3. La pena no puede trascender de la persona del delincuente. 4. Los procesados deben estar separados de los condenados, salvo en circunstancias muy excepcionales y ser�n sometido a un tratamiento adecuado a su condici�n de personas no condenadas . 5. Cuando los menores puedan ser procesados, deben ser separados de los adultos y llevados ante tribunales especializados, con la mayor celeridad posible, para su tratamiento. 6. Las penas privativas de la libertad tendr�n como finalidad esencial la reforma y la readaptaci�n social de los condenados.

3  Art�culo 112, numeral 4 de la Constituci�n Pol�tica.

4  La Comisi�n pudo verificar que el Padre Pou, luego de su detenci�n obtuvo asilo en la Nunciatura Apost�lica.

5  Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos. Art�culo 22: 1. Toda persona que se halle legalmente en el territorio de un Estado tiene derecho a circular por el mismo y, a residir en �l con sujeci�n a las disposiciones legales. 2. Toda persona tiene derecho a salir libremente de cualquier pa�s, inclusive del propio. 3. El ejercicio de los derechos anteriores no puede ser restringido sino en virtud de una Ley, en la medida indispensable en una sociedad democr�tica, para prevenir infracciones penales o para proteger la seguridad nacional, la seguridad o el orden p�blicos, la moral o la salud p�blicas o los derechos y libertades de los dem�s. 4. El ejercicio de los derechos reconocidos en el inciso 1, puede asimismo ser restringido por la ley, en zonas determinadas, por razones de inter�s p�blico. 5. Nadie puede ser expulsado del territorio del Estado del cual es nacional, ni ser privado del derecho a ingresar en el mismo. 6. En el extranjero que se halle legalmente en el territorio de un Estado Parte en la presente Convenci�n s�lo podr� ser expulsado de �l en cumplimiento de una decisi�n adoptada conforme a la ley. 7. Toda persona tiene el derecho a buscar y recibir asilo en territorio extranjero en caso de persecuci�n por delitos pol�ticos o comunes conexos con los pol�ticos y de acuerdo con la legislaci�n de cada Estado o los convenios internacionales. 8. En ning�n caso el extranjero puede ser expulsado o devuelto a otro pa�s, sea o no de origen, donde su derecho a la vida o a la libertad personal est� en riesgo de violaci�n a causa de raza, nacionalidad, religi�n, condici�n social o de sus opiniones pol�ticas. 9. Es prohibida la expulsi�n colectiva de extranjeros.

6  Art�culo 112, numeral 4 de la Constituci�n Pol�tica.

7  Entre los dirigentes pol�ticos que optaron por el exilio forzoso se encuentran Hern�n Siles Suazo y Jaime Paz Zamora, quien hab�an resultado vencedores en los comicios presidenciales de 1980.

8  Seg�n testimonios recibidos en un n�mero considerable de casos, a los pasaportes de los asilados les fue estampado un sello con prohibici�n expresa de poder regresar al pa�s.

9  El caso m�s representativo de asilados, es el de la ex-Presidenta Constitucional Lidya Gueiler, quien luego de los sucesos que rodearon el golpe militar, recibi� asilo en la Nunciatura Apost�lica en donde permaneci� por espacio de 3 meses hasta que le fue permitido viajar a Par�s.

10  Notas de prensa que la CIDH ha recibido del Bolet�n Informativo "Bolivia Semanal" y que recopila las informaciones de las principales agencias de noticias internacionales indicaban: En el bolet�n del 8 al 16 de noviembre de 1980, "El 8 de noviembre, el Ministro del Interior, Coronel Luis Arce G�mez, se�ala que la Comisi�n Intergubernamental para las Migraciones Europeas (CIME), le ha ofrecido financiar la salida de unas 20.000 personas de Bolivia, con lo cual el Gobierno podr� pagar los pasajes para expulsar del pa�s "a todas las personas que perjudiquen el desarrollo del pa�s". Sin embargo, aclara que, por ahora, s�lo piensa desterrar de Bolivia a un total de 300 bolivianos. "Seg�n testigos presenciales, los �ltimos 18 asilados en la Embajada de M�xico en La Paz salieron hoy del pa�s. En Lima, cinco desterrados llegaron de La Paz de paso hacia Suecia denuncian que han sido amenazados de muerte si regresan a Bolivia y dos de ellos revelan que estuvieron deportados durante varias semanas en el campo de concentraci�n de Puerto Cabinas, donde a�n permanecen un centenar de detenidos". El 22 de noviembre, fuente llegadas al Ministerio del Interior informan que dificultades surgidas a �ltimo momento en Caracas impidieron la llegada a La Paz de un avi�n militar venezolano encargado de recoger a m�s de cien detenidos pol�ticos que deb�an salir hoy al exilio. El 13 de noviembre, el teniente coronel Javier Pammo Rodr�guez, Prefecto de Cochabamba, anuncia que todos los detenidos pol�ticos ser�n desterrados fuera de Bolivia o confinados en el interior del pa�s hasta el pr�ximo s�bado, pero que es imposible precisar su n�mero, "ya que la cantidad var�a diariamente, porque algunos son libertados en tanto que se procede a nuevas detenciones". En el bolet�n del 17 al 23 de noviembre de 1980 expresaba: El 20 de noviembre el Ministro del Interior, dijo a la prensa luego de entregar a la Jurisdicci�n del Comit� Internacional de Migraciones Europeas (CIME) a 47 detenidos pol�ticos, que no existen m�s detenidos en Bolivia bajo responsabilidad de los Organismos de Seguridad. Sin embargo en el mes de enero se afirma: "Otra informaci�n indica que contin�an los exilios en diversas formas: oficialmente por CIME, y clandestinamente, por parte del gobierno, utilizando aviones de la Fuerza A�rea, de modo similar a como hab�a sucedido el 25 de diciembre en que un avi�n del TAM sac� del pa�s a 36 detenidos, en su mayor�a j�venes, con rumbo a Paraguay". En el bolet�n del 18 al 24 de enero de 1981, indicaba: El 24 de enero de 1981 llegaron a Bogot�, Colombia, procedentes de las c�rceles de La Paz, un numeroso grupo de campesinos exiliados entre los cuales se encuentran mujeres y ni�os. El grupo campesino dijo pertenecer a la Comunidad Chuquinuma Grande. El exilio de este nuevo contingente de ciudadanos bolivianos se produce inmediatamente despu�s de que en las principales ciudades y centros mineros de Bolivia se vivi� un clima de agitaci�n y protesta".

11 Es indispensable aclarar que de acuerdo con las declaraciones de altos funcionarios bolivianos, la situaci�n legal de algunas de las personas incluidas en la presente lista puede haber sufrido modificaciones desde el mes de noviembre de 1980. Es el caso, entre otros, de Juan Lech�n y Sim�n Reyes.

12  CIME (Comit� intergubernamental para las Migraciones Europeas).

13  Art�culo 18 de la Constituci�n Pol�tica: Toda persona que creyere estar indebida o ilegalmente perseguida, detenida, procesada o presa podr� ocurrir, por s� o por cualquiera a su nombre, con poder notariado o sin �l, ante la Corte Superior del Distrito o ante cualquier Juez de Partido, a elecci�n suya, en demanda de que se guarden las formalidades legales. en los lugares donde no hubiere Juez de Partido la demanda podr� interponerse ante un Juez Instructor…

14  Art�culo 19 de la Constituci�n Pol�tica: Fuera del recurso de "Habeas Corpus" a que se refiere el art�culo anterior, se establece el recurso de amparo contra los actos ilegales o las omisiones indebidas de los funcionarios o particulares que restrinjan, supriman o amenacen restringir o suprimir los derechos y garant�as de las personas reconocidas por esta Constituci�n y las leyes. El recurso de amparo se interpondr� por la persona que se creyere agraviada o por otra a su nombre con poder suficiente, ante las Cortes Superiores en las capitales de Departamento y ante los jueces de Partido en las provincias tramit�ndoselo en forma sumar�sima. El Ministerio P�blico podr� tambi�n interponer de oficio este recurso cuando no lo hiciere o no pudiere hacerlo la persona afectada. La autoridad o la persona demandada ser� citada en la forma prevista por el art�culo anterior a objeto de que preste informaci�n y presente, en su caso los actuados concernientes al hecho denunciado, en el plazo m�ximo de 48 horas. La resoluci�n final se pronunciar� en audiencia p�blica inmediatamente de recibida la informaci�n del denunciado y, a falta de ella, lo har� sobre la base de la prueba que ofrezca el recurrente. La autoridad judicial examinar� la competencia del funcionario o los actos del particular y, encontrando cierta y efectiva la denuncia, conceder� el amparo solicitado siempre que no hubiere otro medio o recurso legal para la protecci�n inmediata de los derechos y garant�as restringidos, suprimidos o amenazados, elevando de oficio su resoluci�n ante la Corte Suprema de Justicia para su revisi�n, en el plazo de 24 horas. Las determinaciones previas de la autoridad judicial y la decisi�n final que conceda el amparo ser�n ejecutadas inmediatamente y sin observaci�n, aplic�ndose, en caso de resistencia, lo dispuesto en el art�culo anterior.