DISCURSO PRONUNCIADO POR EL SEÑOR JUAN E. MÉNDEZ,

MIEMBRO DE LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS, ANTE LA COMISIÓN DE SEGURIDAD HEMISFÉRICA

 

Washington D.C., 4 de marzo de 2003

 

Señor Presidente, señores Vicepresidentes y Miembros de la Comisión de Seguridad Hemisférica.

 

          Agradezco la oportunidad de dirigir la palabra a esta reunión de la Comisión de Seguridad Hemisférica en nombre de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

 

          No cabe duda de que la búsqueda de métodos eficaces para garantizar la seguridad de la población de nuestra región es un asunto que reviste urgencia para la Organización de los Estados Americanos y para la comunidad mundial en general. Dominan en los medios de comunicación los debates sobre la oportunidad y la necesidad de medidas para proteger a las poblaciones del terrorismo, las armas de destrucción masiva y otros peligros modernos y graves que amenazan la seguridad. Estos acontecimientos también han tenido un serio efecto en las prioridades y los recursos de los gobiernos de las Américas, al igual que en las funciones y los mandatos de los órganos y las instituciones de esta Organización, incluidos la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y esta Comisión.

 

          Me gustaría dedicar el tiempo que compartiré hoy con ustedes  a dos propósitos. En primer lugar, querría destacar la importancia del sistema interamericano de derechos humanos para la cuestión de la seguridad hemisférica y las tareas de esta Comisión. En segundo lugar me gustaría dar algunos ejemplos de áreas en las que debe darse consideración a normas, principios y protecciones del sistema de derechos humanos de la región al desarrollar y ejecutar estrategias de seguridad hemisférica.

 

          Entre los fines fundamentales de la Organización de los Estados Americanos figura la obligación contenida en el artículo 2(a) de la Carta de la OEA: «fortalecer la paz y la seguridad del continente». Desde que la Asamblea General de la OEA de 1995 la creara, la Comisión de Seguridad Hemisférica ha desempeñado un papel estelar en el cumplimiento de ese fin al auspiciar la cooperación entre los Estados miembros de la Organización en una amplia gama de iniciativas relacionadas con la paz y la seguridad del Hemisferio, que van desde la colaboración para combatir el crimen organizado y el terrorismo hasta la coordinación de políticas y doctrinas de defensa y el desarrollo de estrategias para la cimentación de la confianza y la seguridad. La Conferencia Especial sobre Seguridad, de la que el Gobierno de México será anfitrión en mayo del corriente año, será un foro crucial para diseñar la forma en que la Organización enfocará la seguridad hemisférica en el nuevo siglo.

 

          Uno de los documentos que tendrá un papel definitorio en el trabajo de la Conferencia Especial, y más allá de ella, es la «Declaración de Bridgetown» adoptada por los ministros de relaciones exteriores y los jefes de delegaciones reunidos en Bridgetown, Barbados, durante el trigésimo segundo período ordinario de sesiones de la Asamblea General celebrada en junio del año pasado. Esta Declaración, que lleva por título «Enfoque Multidimensional de la Seguridad Hemisférica», reconoce que muchas de las nuevas amenazas, preocupaciones y desafíos inherentes a la seguridad hemisférica son de carácter transnacional y pueden requerir tanto de una adecuada cooperación hemisférica como de respuestas multifacéticas por parte de diferentes organizaciones nacionales e instituciones existentes en el sistema interamericano. La Declaración también establece concretamente que la seguridad del Hemisferio implica factores políticos, económicos, sociales, sanitarios y ambientales. Así, el enfoque multidimensional de la seguridad hemisférica articulado por la Declaración reconoce la pertinencia de cuestiones íntimamente relacionadas con la protección de derechos humanos fundamentales y, asimismo, con el trabajo de las instituciones de derechos humanos de la Organización.

 

          En este contexto, el sistema interamericano de derechos humanos se ha convertido en el guardián del cumplimiento y la protección de una amplia gama de derechos políticos, civiles, económicos, sociales y culturales, incluidos los enumerados en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Protocolo Adicional a la Convención Americana de Derechos Humanos en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Este último instrumento, por ejemplo, obliga a los Estados miembros a adoptar las medidas necesarias para lograr de forma progresiva y acorde con sus legislaciones internas el pleno cumplimiento de derechos tales como el derecho a la salud, el derecho a un ambiente sano y el derecho al trabajo, y concede a la Comisión el poder de formular las observaciones y las recomendaciones que estime pertinentes en relación con la condición de los derechos económicos, sociales y culturales establecidos en el protocolo con relación a alguno o a todos los Estados Partes. En consecuencia, es evidente que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Comisión de Seguridad Hemisférica comparten el objetivo común de proteger los derechos fundamentales de la población del Hemisferio ante cualquier amenaza.

 

          La importancia del sistema interamericano de derechos humanos para garantizar la seguridad hemisférica también queda ilustrada en determinadas áreas del trabajo de la Comisión. El ejemplo más reciente en este sentido se relaciona con la amenaza del terrorismo. Como sabrán los miembros de esta Comisión, en diciembre del año pasado la CIDH publicó su informe sobre Terrorismo y Derechos Humanos, en el cual procuraba ayudar a los Estados miembros a adoptar leyes y reglamentaciones antiterroristas que concordaran con sus obligaciones establecidas por el derecho internacional. Como parte de su análisis, la Comisión señaló de forma inequívoca que los gobiernos de las Américas están obligados a tomar las necesarias medidas de prevención del terrorismo y otras formas de violencia y garantizar la seguridad de sus poblaciones. A la vez, la Comisión declaró que los Estados están siempre sometidos a sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos, derechos que están sujetos sólo a suspensiones o restricciones que el derecho internacional permite en forma específica cuando la vida de la nación se ve amenazada. En este sentido, la Comisión rechazó de manera categórica toda noción de que el derecho internacional sea irrelevante o inaplicable a la campaña contra el terrorismo iniciada después del 11 de septiembre.

 

          Al alcanzar estas conclusiones, la Comisión reconoció la relación de interdependencia entre el mantenimiento de la seguridad del Estado y la protección del estado de derecho y de los derechos humanos fundamentales. Sin las necesarias garantías de seguridad contra el terrorismo y otras amenazas a la población de la región, el estado de derecho y los derechos humanos fundamentales no puede garantizarse efectivamente. Al mismo tiempo, según la experiencia de la Comisión, cuando los Estados han sacrificado los derechos humanos fundamentales en nombre de la lucha contra el terrorismo, el estado de derecho y las libertades democráticas se erosionan y, en última instancia, en lugar de limitarse los objetivos del terrorismo, ellos se ven acrecentados. Así, el mantenimiento de la seguridad y la protección de los derechos humanos son responsabilidades complementarias: una no puede lograrse sin la otra.

 

          La importancia de estos principios no se limita a contrarrestar las amenazas de violencia terrorista, sino que más bien tiene que ver claramente con otras iniciativas que recaen en el ámbito de consideración de la Comisión de Seguridad Hemisférica. En los esfuerzos destinados a aumentar la cooperación multilateral en campos tales como el de combatir el crimen organizado, por ejemplo, puede aprovecharse a modo de guía la inveterada jurisprudencia relativa al imperio de la ley y la administración de justicia. El procesamiento de crímenes que socavan la seguridad y los derechos humanos de una población es crucial para evitar la impunidad. De la misma forma, la Comisión ha enfatizado el hecho de que los Estados tienen el deber de utilizar todos los medios legales de que dispongan para combatir esas situaciones, puesto que la impunidad ampara la repetición crónica de las violaciones de los derechos humanos y constituye también uno de los factores más importantes que contribuyen a la violencia criminal y social. La Comisión también ha hecho hincapié en que la legislación  destinada a perseguir y castigar crímenes debe respetar los principios de legalidad y de no retroactividad, y que los procedimientos criminales deben estar sujetos al control judicial. Las fuerzas policiales, que con mayor frecuencia se hallan en la primera línea de las acciones destinadas a proteger a la población de la violencia criminal, deben estar sujetas a un control eficaz y deben ser las beneficiarias de un adiestramiento apropiado y constante. Los Estados tienen la obligación particularmente estricta de asegurar que los agentes de la policía y otros funcionarios responsables de custodiar temporal o definitivamente a personas privadas de su libertad reciban instrucción sobre la prohibición del uso de la tortura y otros tratos o castigos crueles, inhumanos o degradantes durante los interrogatorios, las detenciones o los arrestos. Y como la Comisión observó en su Informe sobre Terrorismo y Derechos Humanos, los métodos de cooperación interestatal en la investigación, el procesamiento y el castigo de crímenes internacionales, transnacionales o nacionales están sujetos al debido proceso y a otras protecciones de los instrumentos de los derechos humanos de la región. Entre estos métodos de cooperación se cuentan la extradición de sospechosos para el procesamiento criminal, el traslado interestatal de testigos y prisioneros en el contexto de procedimientos criminales, y varios tipos de asistencia mutua en cuestiones criminales.

 

          De igual modo, las iniciativas hemisféricas para coordinar políticas y doctrinas de defensa pueden ser ilustradas por la jurisprudencia de la Comisión en lo que corresponde al adecuado papel de los militares y a lo que ordena el derecho internacional respecto de las protecciones de los derechos humanos. La Comisión ha advertido, por ejemplo, que la participación militar en las investigaciones criminales puede poner en peligro los derechos de los civiles y que toda intervención militar en el control de los civiles debe estar sujeta a un estricto control y supervisión civil, consistente con el estado de derecho. La Comisión también ha reconocido la aplicación potencial de reglas del derecho internacional humanitario en casos en que las amenazas a la seguridad de un Estado o región impliquen una situación de conflicto armado, lo cual a su vez puede afectar la manera en que se interpreten y pongan en efecto las disposiciones de los instrumentos de derechos humanos.

 

          La cimentación de la confianza y la seguridad es la tercera área en la cual el sistema interamericano para la protección de los derechos humanos puede desempeñar un papel constructivo. Tal como se observó en la Declaración de Santiago de 1995, el respeto al derecho internacional y el fiel cumplimiento de los tratados se cuentan entre los componentes necesarios para desarrollar medidas que construyan confianza y seguridad. Debe considerarse que las normas y los tratados internacionales de derechos humanos desempeñan un papel de particular importancia en este sentido, ya que tal como lo sugieren los propios términos de la Carta de la OEA, sólo se puede lograr la verdadera seguridad y confianza en las poblaciones del Hemisferio mediante la consolidación de un sistema de libertad individual y justicia social basado en el respeto de  los derechos esenciales de la persona humana, y que inspire el desarrollo económico, social y cultural y la erradicación de la pobreza. A través de sus responsabilidades de supervisión del cumplimiento de los instrumentos de derechos humanos de la región, la Comisión interamericana refuerza el sentido de libertad y justicia de la población del Hemisferio y, en consecuencia, fortalece la confianza y la seguridad del sistema en su totalidad.

 

          En estos inicios del siglo XXI, nuestro Hemisferio debe hacer frente a nuevos y  numerosos retos y amenazas en cuanto hace a su seguridad, amenazas que deben ser entendidas en términos económicos, ambientales y, lógicamente, humanos. Las iniciativas emprendidas por intermedio de la Comisión de Seguridad Hemisférica son, por tanto, cruciales para la prosperidad y el desarrollo futuros de nuestra región. Me gustaría finalizar estas palabras expresando el apoyo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al trabajo de esta Comisión y la esperanza de que el futuro nos depare otras oportunidades de dialogar.

 

          Gracias.