DISCURSO DE LA PRESIDENTA DE LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS LUZ PATRICIA MEJÍA GUERRERO ANTE LA TRIGÉSIMA NOVENA ASAMBLEA GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN DE LOS ESTADOS AMERICANOS

SAN PEDRO SULA – HONDURAS

4 DE JUNIO DE 2009

 

 

Señor Presidente, Cancilleres y Cancilleras de la Región, Jefes y Jefas de Delegaciones, señor Secretario General, señor Secretario General Adjunto, damas y caballeros:

 

Es para mi un honor participar en esta importante e histórica Asamblea General de San Pedro Sula, sin lugar a dudas una Asamblea que marca un hito vital y en la historia de nuestro continente también siembra las bases para un necesario proceso de crecimiento y transformación de nuestro Sistema Interamericano.  Esta Asamblea también coincide con medio siglo de existencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

 

La confluencia de estos factores nos obliga a hacer un profundo proceso de reflexión sobre nuestra historia y sobre el horizonte y el porvenir de nuestros pueblos y sobre los métodos, procedimientos y mecanismos que hemos construido y debemos seguir construyendo para garantizar el pleno y libre ejercicio de sus derechos humanos.

 

Nuestra región vive hoy, con más vigor que nunca antes en la historia de la Organización y del Sistema Interamericano de protección de los derechos humanos, amplios procesos de participación democrática de nuestros pueblos, donde los históricamente excluidos y silenciados levantan sus voces y encumbran sus exigencias. Hoy más que nunca, los pueblos aquí representados se expresan de diferentes maneras, exigen y reclaman acciones efectivas para convertir en vida y acción la letra de las cartas, convenciones e instrumentos que declaran su protección.

 

En este contexto, vemos cambios significativos en el Hemisferio, que se traducen en procesos de participación directa, constituciones con amplias protecciones en materia de derechos humanos, procesos electorales libres y con alta participación popular, reflejando la voluntad creadora de los pueblos y el poder emancipador de los derechos humanos.

 

Consustanciado con estos cambios, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos enfrenta cada día más desafíos, mayores exigencias y más demandas que nos obligan a reflexionar sobre nuestros métodos de trabajo, nuestras potencialidades, nuestros logros y también sobre los obstáculos que no hemos podido derribar para el logro de nuestros objetivos.

 

Lamentablemente, como lo señalábamos en la reciente presentación de nuestro Informe Anual ante la Comisión de Asuntos Jurídicos y Políticos, hoy en día los indicadores sociales de la región nos señalan que ni 60 de la Declaración Americana ni 50 años de existencia de la Comisión, han sido suficientes para garantizar plenamente la justicia social, la libertad y el pleno goce y disfrute de los derechos humanos. Por el contrario, hoy en día sabemos que América sigue siendo uno de los continentes con mayores brechas de inequidad, de hecho, el rango distintivo de los países de la región en comparación con otros continentes, sigue siendo la inequidad en la estructura de oportunidades y nuestra América sigue siendo la región que muestra la peor distribución del ingreso en el mundo.

 

Así, el análisis de estas condiciones y de las violaciones de derechos humanos derivadas de éstas hoy en día se convierte más que nunca en un trabajo cotidiano y desafiante para los organismos que tenemos la tarea encomendada de promocionar y defender los derechos humanos en la región.

 

Ejemplo de ello, es que durante el año 2008, la CIDH recibió 1279 peticiones, de las cuales el 62% de las mismas estaban relacionadas con denuncias sobre violación del derecho a la justicia y a la protección judicial. De este porcentaje, el 23% de las denuncias o peticiones recibidas estaban vinculadas al debido proceso penal, mientras que el 26% restante estaban referidos a materias vinculadas de manera directa o indirecta al ejercicio de los derechos económicos, sociales y culturales.

 

Si a estas cifras, le sumamos además el 13% de otras materias tales como discriminación, integridad personal y salud, y seguridad social, podemos afirmar, sin lugar a dudas como señalamos anteriormente, que el sistema interamericano de protección de los derechos humanos está recibiendo como desafío principal, las repercusiones directas de la exclusión y la pobreza, donde son las mujeres, los niños y niñas, los afrodescendientes y los pueblos indígenas de nuestra América los que más resienten estas realidades.

 

Proteger y defender los derechos humanos en este escenario continental, con la perspectiva de integralidad e interdependencia de todos los derechos humanos, tienen como contraparte, actualmente una crisis económica mundial en pleno desarrollo, de consecuencias impredecibles para los habitantes de nuestro continente y  el consiguiente impacto en materia de derechos económicos, sociales que pone en las espaldas de nuestros pueblos sus nefastas consecuencias.

 

Esta realidad alerta a la Comisión, y demanda de ella, respuestas más vigorosas, diseños más creativos para afrontar este reto, mayor participación de los Estados, mayor democratización de los mecanismos de protección y las rectificaciones necesarias que complementen el camino recorrido y construyan el nuevo por recorrer frente estas circunstancias.

 

La Comisión año tras año, período tras período ha solicitado mayor compromiso de los Estados, no sólo en el cumplimiento de sus decisiones o en la universalización del sistema, sino también, en la expresión de fortalecimiento institucional necesario para dar respuestas eficientes no sólo a los retos tradicionales, sino a los desafíos de estos nuevos tiempos.

 

Este año, en el cumplimiento de los 50 años del organismo, hemos puesto a disposición de los Estados, nuestra propuesta de reforma reglamentaria, que desde 1980 será la novena reforma que se ha de producir en nuestro seno. Buscamos con ello, no sólo abrir el debate para recoger las aspiraciones de los pueblos respecto a los mecanismos diseñados para la protección de sus derechos sino concretar también las observaciones, preocupaciones y planteamientos de los Estados, que en su compromiso por la defensa de los derechos humanos, aspiran a tener también, métodos, procedimientos, reglas y condiciones transparentes para la mejor defensa de los objetivos de protección de sus nacionales y el cumplimiento de sus obligaciones internacionales de protección de los derechos humanos.

 

Creemos que las nuevas dinámicas continentales nos obligan a revisar las estructuras históricas con las que hemos respondido y sobre ellas crear, transformar y reimpulsar las que sean necesarias para dar respuestas a los viejos y nuevos desafíos. Estamos conscientes, de que estos retos también incluyen un ejercicio de revisión de nuestras debilidades internas, de fortalecimiento de los instrumentos que nos regulan, de programación y ejecución de los remedios necesarios para cambiar aquellas situaciones que impiden u obstaculizan el trabajo de la Comisión y de los procedimientos que realizamos a lo interno.

 

Estamos convencidos de que la Comisión debe ser una herramienta efectiva para la plena vigencia y para el fortalecimiento de la democracia participativa y la justicia social en el continente y también una herramienta para la democratización y universalización del acceso a la Comisión de todos aquellos que aún hoy día no tienen acceso a la justicia nacional y desconocen la posibilidad de la justicia internacional.

 

Como hemos señalado en otras oportunidades, nuestro gran desafío hacia la satisfacción de los derechos humanos, es cambiar cuando los pueblos cambian, logrando con ello que los pueblos de América se sientan reflejados en su acción y que nuestras decisiones y actividades se encaminen hacia el logro de la paz, la justicia social, la solidaridad, el fortalecimiento de Estados y pueblos libres y soberanos y en definitiva la plena vigencia de los derechos humanos.

 

Necesitamos colocar el énfasis en la mayor participación de nuestros pueblos, necesitamos ampliar también nuestros mecanismos de promoción y de divulgación de derechos y fortalecer también los mecanismos de expresión que hagan llegar a la Comisión no sólo las demandas de los que tradicionalmente han tenido acceso a nosotros, sino también de aquellos y aquellas cuyas voces aún no hemos alcanzado a escuchar.

 

Nos corresponde ahora recoger los frutos de estos 50 años, abordar con profundidad las preocupaciones, las críticas, incluso las más duras y también las satisfacciones de aquellos cuya vida y su integridad, así como la de los suyos ha sido protegida en esta tarea.

 

La reforma de nuestro reglamento es una oportunidad de participación, discusión y diálogo de todos los actores y actoras y un momento histórico para asumir también el nuevo rol que el sistema nos está demandando, no sólo para mejorar el acceso a la justicia internacional, sino también para garantizar que nuestras decisiones se tomen en el marco de procedimientos claros, ciertos y transparentes, que garanticen tanto al Estado como a los peticionarios, confianza, seguridad jurídica y tutela de los derechos que estamos llamados a defender y proteger.

 

Tenemos el convencimiento y el compromiso de ampliar los mecanismos de diálogo y participación con los Estados, con los pueblos que nos requieren y con las organizaciones sociales, pues avanzar en el logro de estos objetivos requiere la más amplia y democrática participación que nos permita tejer el andamiaje necesario para que de la celebración de estos 50 años de vida de la Comisión, se sienten las bases necesarias para cubrir los retos inalcanzados y los desafíos venideros así como también, un sistema fuerte, transparente, independiente, inclusivo y de amplio alcance, que construya con los pueblos y los gobiernos de América un futuro de justicia social, equidad, libertad y satisfacción plena de los derechos humanos.

 

Muchas Gracias